Este vídeo viral de un oso muestra el lado oscuro de grabar animales con drones

A medida que los drones se abaratan y empequeñecen, los expertos instan a la gente a manejarlos con precaución cerca de animales salvajes como esta osa parda y su osezno.

Por Jason Bittel
Publicado 8 nov 2018, 13:56 CET
Una madre osa parda y sus oseznos
Una madre osa parda y sus oseznos, como los grabados recientemente en Rusia en un polémico vídeo grabado por dron que se ha hecho viral.
Fotografía de Roy Toft, Nat Geo Image Collection

Si no lo logras a la primera, vuelve a intentarlo. Ese fue el enfoque por el que optaron muchos medios esta semana ante un vídeo viral de una madre osa parda y su osezno. El vídeo, grabado por Dmitry Kedrov este verano con un dron en la costa del mar de Ojotsk, Rusia, muestra a un osezno que sube y cae una y otra vez por una ladera nevada y traicionera.

Aunque el vídeo tiene un final feliz —el osezno llega hasta arriba y madre y cría se pierden entre la vegetación—, muchos científicos han expresado su preocupación por redes sociales sobre la forma en que se grabó el vídeo.

Por ejemplo, a poco más de un minuto de vídeo, la cámara hace zoom muy cerca de los osos. Al mismo tiempo, la madre parece mirar directamente al vehículo controlado de forma remota y hasta parece atacar al dispositivo, lo que después parece provocar que el osezno vuelva a caer ladera abajo.

 

Kedrov contó a una página web rusa que el efecto del zoom se hizo en posproducción y que su dron no asustó a los animales. Pero algunos expertos no están tan seguros.

«Podría ser un zoom de la cámara de vídeo, pero la mayoría de los drones para consumidores no tienen capacidad de carga suficiente como para transportar una cámara con objetivos de zoom de alta calidad», afirma Mark Ditmer, ecólogo de fauna salvaje en la Universidad Estatal de Boise, que ha estudiado los efectos fisiológicos de los drones en los osos negros. «Quizá me equivoque, pero supongo que es el dron el que se acerca rápidamente, y la madre se asusta y ataca por miedo».

«Si observas a la madre osa en el vídeo, mira directamente al dron durante varios lapsos de tiempo», explica Sophie GIlbert, ecóloga de fauna salvaje en la Universidad de Idaho. «Desde su perspectiva es literalmente un ovni. Es un objeto volador no identificado».

«No tiene ni idea de qué hace. Es probable que nunca haya visto nada parecido en su vida. Tiene un osezno muy joven y, claro está, va a responder con miedo», afirma Gilbert.

De hecho, la presencia del dron —y el deseo de huir de él— podría explicar por qué la madre y su cría atraviesan un terreno tan traicionero. Las madres con crías tan jóvenes suelen evitar los viajes difíciles a no ser que sean estrictamente necesarios.

El sonido y el ritmo cardíaco

Aunque todavía se están dando a conocer los detalles de este incidente en particular, hay muchos más vídeos en Internet que muestran los efectos que los drones pueden tener en animales salvajes.

Gilbert señala los vídeos de drones que vuelan sobre osos pardos que comen salmón, de un lobo atacando a un alce y de un antílope americano que aparentemente intenta huir de un dron que vuela bajo como ejemplos de que las máquinas influyen en la conducta animal.

«No sé cuánto tiempo has pasado cerca de drones volando, pero son muy ruidosos», afirma Gilbert, que en 2016 evaluó los usos de los drones en la investigación. Aunque algunos de estos vídeos tienen banda sonora, muchos son pacíficos, «y no suenan así en la vida real».

El ruido por sí solo puede pasar factura a los animales. Les distrae de otras funciones necesarias, como alimentarse o competir por las parejas. En algunos animales, estas máquinas podrían provocar una reacción de lucha o huida, mientras que otros se muestran más vigilantes, como harían ante un depredador. Y algunos animales no parecen verse afectados.

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    Sin embargo, las apariencias engañan. En el estudio de Ditmer de 2015, pudo demostrar que, aunque la mayoría de los osos negros no huían ni reaccionaban de formas obvias ante los drones que volaban sobre ellos, su ritmo cardíaco se disparaba.

    «Los picos elevados en el ritmo cardíaco indican una reacción de estrés», explica. «En el ejemplo más extremo, observamos cómo aumentaba el ritmo cardáico de un oso de 41 latidos por minuto antes de volar el dron a 162 latidos por minuto cuando tenía el dron encima».

    Y, aunque es cierto que los osos y otras criaturas pueden soportar un ritmo cardíaco rápido de vez en cuando, Ditmer señala que los animales salvajes ya sufren mucho estrés al intentar encontrar alimento suficiente y evitar a los depredadores.

    Es más, los humanos añadimos estrés todo el tiempo, a medida que invadimos sus áreas salvajes y hacemos más ruido con los vehículos, aviones, barcos y la extracción de gas natural y petróleo.

    Volar drones de forma segura

    Algo que quedó claro tras hablar con varios expertos es que ninguno apuesta por prohibir los drones.

    «Tras leer algunos de los comentarios del vídeo de la osa, me preocupa que la gente demonice a los drones», afirma Margarita Mulero-Pázmany, profesora de vehículos aéreos no tripulados en la Universidad John Moores de Liverpoool, Reino Unido. «Sería un error. No deberíamos culpar a la herramienta porque puedan usarla mal».

    En lugar de eso, deberíamos desarrollar mejores prácticas para científicos, aficionados y entusiastas de las actividades al aire libre que protejan tanto a animales como a personas.

    En una evaluación que llevó a cabo en 2016, Mulero-Pázmany sugiere que los operadores de drones evitan volarlos directamente hacia los animales, ya que se considera muy amenazante. De forma similar, todos los vuelos deberían ser lo más cortos y discretos posibles, y deberían usarse modelos más pequeños y eléctricos, que son mucho más silenciosos que los drones grandes que funcionan con gasolina. La altitud también es fundamental y los operadores deberían esforzarse por permanecer tan alto como sea posible sobre el escenario mientras recopilan datos útiles.

    Finalmente, debería procurarse evitar a especies en peligro de extinción y a animales que puedan ser más vulnerables a la presencia de los drones como los voladores o los que han desarrollado miedo a los depredadores aéreos, y nunca se debe interferir con los animales durante etapas delicadas de su ciclo vital, como las épocas de apareamiento.

    «Creo que es un arma de doble filo», afirma Gilbert. Por una parte, cuando los drones se operan correctamente, pueden ayudar a que la gente se sienta más conectada con los animales salvajes, que para él es muy importante para los resultados de las labores de conservación.

    Pero la gente también debe recordar que los animales tienen sus propias vidas, necesidades y miedos a los que atender y que «no debemos interferir», afirma Gilbert.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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