El comercio de caparazones de tortugas carey amenazadas es mayor de lo que se sospechaba

Registros que se remontan a mediados del siglo XVIII demuestran que se cazaron millones.

Por Tina Deines
Publicado 28 mar 2019, 13:52 CET
Tortuga carey
Un nuevo estudio examina la escala del comercio de caparazones de tortugas carey en peligro de extinción a lo largo de casi 150 años.
Fotografía de David Doubilet, Nat Geo Image Collection

El caparazón de una tortuga carey adulta consta de casi una docena de escamas superpuestas coloreadas con vetas doradas, marrones, naranjas y rojas. Durante mucho tiempo se han cazado tortugas carey por sus caparazones. Por ejemplo, los antiguos romanos convertían las escamas en peines y anillos.

Las escamas de tortuga carey todavía se tallan y pulen para fabricar objetos decorativos y funcionales: joyas, baratijas o gafas de sol, por ejemplo. Pero la diferencia es que, hoy en día, está prohibido matar tortugas carey. Lleva siendo así desde 1877, cuando el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), organismo que regula el comercio transfronterizo de animales y plantas silvestres, asignó a la tortuga carey el nivel más alto de protección.

Por su parte, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que establece el estado de conservación de plantas y animales, clasifica a las carey como «especie en peligro crítico de extinción».

Son unas de las tortugas marinas menos abundantes, con una población estimada de menos de 25.000 hembras que anidan en su área de distribución en los trópicos. Aunque las tortugas carey tienen una distribución amplia, las mayores concentraciones de hembras que anidan se encuentran en la región del Caribe, con registros de entre un 20 y un 30 por ciento de la población, según el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de los Estados Unidos.

Aunque las tortugas carey tienen una distribución amplia, la UICN las clasifica como especie en peligro crítico de extinción, con una estimación demográfica de menos de 25.000 hembras que anidan en toda su área de distribución en los trópicos.
Fotografía de Britta Jaschinski
Entre 1844 y 1992, se cazaron casi nueve millones de tortugas carey, según sostienen los investigadores.
Fotografía de Britta Jaschinski

Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Science Advances pinta un panorama sombrío del impacto histórico del comercio de tortugas carey.

Según el estudio, que extrajo datos de los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, en el periodo de 148 años que transcurrió entre 1844 y 1992 se cazaron casi nueve millones de tortugas carey por sus caparazones. Como la información de la que se dispone sobre las tortugas carey en los océanos Atlántico e Índico es irregular, los investigadores afirman que es probable que su análisis no represente la magnitud total del comercio global de tortuga carey.

Las cifras, según Emily Miller, investigadora adjunta del acuario de la bahía de Monterrey y autora principal del estudio, «son pasmosas».

David Godfrey, director ejecutivo de Sea Turtle Conservancy, una organización sin ánimo de lucro con sede en Florida que se dedica a garantizar la supervivencia de tortugas marinas en el Caribe, el Atlántico y el Pacífico, dice que «no me sorprende demasiado enterarse de que las cifras son tan elevadas, ya que sabemos lo mucho que han descendido las poblaciones». Godfrey afirma que el estudio contribuye a que nos hagamos una idea del tamaño de la población histórica de las tortugas y la nueva información ayudará a los conservacionistas a desarrollar planes de recuperación para las carey. «Es dificilísimo obtener datos históricos sobre la abundancia de estos animales», afirma.

Anteriores estudios sobre las tortugas carey llevados a cabo en 1997 y 1998 sirvieron de referencia para un informe de 2008 de la UICN, que estimaba que casi 1,4 millones de estos animales habían sido capturados en la naturaleza entre 1950 y 1992. El nuevo estudio extiende este marco temporal 106 años, basándose en datos comerciales obtenidos de los archivos de aduanas japonesas por Yoshikazu Uni, profesor de la Universidad de Agricultura de Tokio en Abashiri, Japón.

Según Miller, las evaluaciones anteriores no tenían en cuenta las edades ni los tamaños variables de las tortugas y asumían que todas las tortugas comerciadas eran adultas. Esta suposición sesgó las estimaciones hacia un menor número de tortugas, ya que los estudios utilizaron los pesos de los cargamentos extraídos de registros de importación para estimar la cantidad de tortugas adultas.

Al principio, cuando las tortugas abundaban más, Miller sostiene que es probable que las víctimas más fáciles hubieran sido capturadas primero, en este caso las hembras adultas que anidaban. Pero a medida que encontrar tortugas adultas se hacía más difícil, se habrían capturado tortugas adultas más pequeñas o tortugas jóvenes. Las tortugas más pequeñas pesan menos, de forma que los cargamentos con una mezcla de edades y tamaños contienen más ejemplares.

La teoría de pescar especies más pequeñas se ve respaldada por los análisis de incautaciones de cargamentos de tortugas contemporáneos que realizó el equipo y que estaban formados principalmente por ejemplares jóvenes, lo que indicaría que los pescadores actuales buscan animales de menor tamaño.

Los patrones comerciales

Los investigadores descubrieron que la explotación más intensa de las tortugas carey —tres cuartos del comercio total desde 1844— tuvo lugar entre 1970 y 1985, con un aumento de las exportaciones desde Indonesia, Malasia, las Filipinas, Belice y Honduras antes de la prohibición comercial de CITES en 1977.

El estudio destaca a China como el principal consumidor actual de caparazones, importados ilegalmente de Indonesia, Malasia y las Filipinas.

La Sea Turtle Conservancy sostiene que el mercado negro de Japón también supone una amenaza para la supervivencia de la especie. Los peines de caparazón de tortuga carey han sido populares en Japón durante más de 300 años y muchas mujeres los usan en su atuendo nupcial.

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    Las tortugas carey han sido cazadas por sus caparazones durante siglos. Aunque el comercio de las tortugas ha estado prohibido desde 1977, los caparazones todavía se trafican —sobre todo a China y Japón— para elaborar objetos como joyas, baratijas, peines y gafas de sol.
    Fotografía de Kyle Van Houtan, Noaa

    Según la UICN, las tortugas carey también están en peligro por la pérdida de hábitat debido al desarrollo residencial y comercial, que invade sus terrenos de anidación. Entre otras amenazas también se incluyen la perforación de petróleo y gas natural, la pesca, la contaminación y el aumento de las temperaturas y la acidez marinas vinculado al cambio climático, que degrada los arrecifes de coral donde viven las tortugas. Las tortugas marinas son herbívoras importantes y contribuyen al mantenimiento de la salud de los arrecifes de coral y de las praderas marinas. Según el estudio, es probable que los descensos demográficos de tortugas marinas hayan alterado la dinámica de los ecosistemas marinos.

    Los investigadores indicaron un vínculo entre los patrones comerciales y las tendencias de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR). Cartografiaron las zonas con los mayores niveles de exportación de caparazones y, según Miller, determinaron que dichas zonas «coincidían casi a la perfección con los países que tenían los mayores niveles de pesca INDNR». Seis países —Indonesia, Tailandia, India, las Filipinas, Malasia y Vietnam— mostraban una coincidencia próxima entre las exportaciones históricas de tortugas remontándose a 1844 y las tasas de pesca INDNR, con Indonesia en el primer puesto de la lista en ambos casos.

    Miller sostiene que es probable que las tortugas carey sean atacadas en pesquerías artesanales a pequeña escala vinculadas a redes internacionales y que también son capturadas de forma incidental por pescadores que buscan otras especies. «Los estrechos vínculos entre la pesca INDNR y la caza furtiva y tráfico de fauna silvestre ponen de relieve la necesidad de una supervisión y gestión integradas de las pesquerías costeras a pequeña escala y las flotas comerciales de alta mar», afirma el estudio.

    Miller añade que los consumidores pueden ayudar comprando productos del mar procedentes de fuentes sostenibles para evitar a vendedores que hayan estado implicados en prácticas de pesca ilegales que amenacen a las tortugas carey.

    Kyle Van Houtan, director de ciencia del acuario de la bahía de Monterrey y otro de autor del estudio, dice que espera que poniendo de manifiesto la magnitud del comercio de tortugas carey, los hallazgos del equipo «arrojen luz sobre la especie de tortuga marina que corre más peligro de extinción».

    Daniel Arauz Naranjo, National Geographic Photo Ark EDGE Fellow, trabaja en Costa Rica para supervisar y conservar a la tortuga carey, en peligro crítico de extinción. Puedes informarte sobre su labor y otras iniciativas de National Geographic para salvar especies en peligro de extinción en este enlace.
    Tina Deines es una periodista freelance que vive en Albuquerque, Nuevo México.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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