Dos crías de tigre blanco nacen en el Parque de la Naturaleza de Navarra

Con menos de 300 ejemplares de tigre blanco en el mundo, este nacimiento en cautividad se traduce en esperanza para la recuperación de la especie.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 5 nov 2020, 7:01 CET
Tigres blancos Sendaviva
Los cachorros, nacidos en abril, juegan en el Parque Sendaviva de Navarra.
Fotografía de Sendaviva

Dos meses y medio más tarde de su nacimiento el pasado 15 de abril, las dos crías de tigre blanco que juguetean en la hierba del Parque de la Naturaleza de Navarra son la esperanza ante los esfuerzos de recuperación de una especie cuya reproducción en cautividad suele ser poco frecuente.

Los dos tigres, macho y hembra, son las crías de una pareja de tigres del parque: Bandi, una hembra de cuatro años, y Chipi, un macho de cuatro años y medio. Esta especie, que posee una condición genética que elimina el pigmento anaranjado que acostumbramos a ver en el pelaje del tigre, suele tener un tamaño mayor al del resto de tigres. Las poblaciones de este animal incluyen tigres de Bengala puros, y también híbridos de Bengala y siberiano, pero no se sabe con certeza de cuál vino el gen recesivo.

A partir de la tercera semana, las crías comenzaron a ser más activas y, al mes, a ser más revoltosas.
Fotografía de Sendaviva

Los cachorros recién nacidos en el Parque aún no tienen nombre, para lo cual sus cuidadores han organizado un concurso a través de las redes sociales donde todo el que quiera proponga y vote sus futuros nombres. Aunque los pequeños aun solo pesan 9’5 y 11 kilos, de adultos podrán llegar incluso a los 230 kilogramos.

“En sus primeros días de vida las crías eran tímidas y no salían del nido, ya que su movilidad y visión eran reducidas”, afirman desde Sendaviva. “Pero, a partir de la tercera semana, comenzaron a ser más activos y, al mes, ya empezaron a jugar y ser revoltosos. Al mes y medio ya comenzaron a salir al exterior y empezaron a explorar la naturaleza, entrando en contacto con la vegetación, descubrieron nuevos sonidos y olores…”

El pequeño macho es algo tímido, mientras que la hembra se ha mostrado desde el principio más animada y activa que el hermano, “siendo la primera en abandonar el nido para explorar y jugar” e incluso “bañarse y jugar con el agua”.

La tigresa Bandi, madre de los pequeños, cuida de ellos de manera constante durante los primeros meses.
Fotografía de Sendaviva

Desde el nacimiento, “su madre, Bandi, ha estado muy pendiente de las crías y ha cuidado de ellas de manera muy atenta. Por su parte, Chipi, como suele ocurrir en la naturaleza y al tratarse de animales solitarios, no presta atención al nacimiento ni presta atención en los primeros meses. De forma progresiva, el padre irá conociendo poco a poco a las crías hasta terminar compartiendo su hábitat de forma conjunta.

Según vayan creciendo, a las crías se les irán aumentando los métodos de enriquecimiento animal para su completo desarrollo. “Se les colocarán distintos objetos en su hábitat para que los descubran, algunos de ellos con olores distintos; se les esconderá comida entre la maleza para que la encuentren…”, explican los expertos. “Todo ello pensado para lograr el mejor desarrollo del animal, e invitarles a descubrir y tener nuevas sensaciones”.

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