Los piratas que matan tigres de Bengala

En los manglares de Bangladesh, los piratas han usurpado uno de los últimos refugios de los tigres.

Por Peter Schwartzstein
Publicado 22 nov 2018, 16:12 CET
Tigre de Bengala
La región de los Sundarbans, un enorme humedal que se extiende entre Bangladesh e India, era evitado por las personas, en parte porque alberga al temido tigre de Bengala.
Fotografía de Steve Winter, Nat Geo Image Collection

Cuando Rafikul Mali se hizo pirata en los Sundarbans, sabía que le esperaba un viaje duro e incómodo. Se preparó para encontronazos con arañas del tamaño de puños y con algunas de las dos docenas de especies de serpientes que reptan por los manglares que cubren gran parte de la costa bangladesí y se extienden hasta la India.

El peligro que no habían tenido en cuenta ni él ni sus compañeros piratas fue uno que enseguida dominó su imaginación: el tigre de Bengala.

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Tras meses de miedos paralizantes, algunos de los más desequilibrados decidieron perseguir a sus némesis de una vez por todas. «Dijeron: “Somos nosotros o los tigres. La zona no es lo bastante grande para ambos”», recuerda Mali.

Con los años, las bandas de piratas han usado los Sundarbans y sus islas de densa vegetación como base para saquear barcos y secuestrar a lugareños.

Cuando en 2016 el gobierno ofreció amnistía, Mali decidió aprovechar la oportunidad y ahora ha regresado a su granja.

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    Los manglares son un bastión frente a las violentas tormentas y el aumento del nivel del mar. A medida que más personas, entre ellas piratas, se infiltran en los Sundarbans, los tigres sufren graves pérdidas ante la caza furtiva y los aldeanos.
    Fotografía de Md. Akhlas Uddin, Pacific Press/LightRocket via Getty Images

    Las poblaciones de tigres salvajes del subcontinente indio se han venido abajo a medida que sus hábitats se marchitaban. La deforestación a gran escala les ha arrebatado la selva y el aumento de la cantidad de humanos ha puesto más presión en sus refugios restantes. Al mismo tiempo, los tigres son víctimas de la caza furtiva, que suministra huesos a China para su uso en medicina tradicional. A nivel mundial, la cantidad de tigres ha descendido de unos 100.000 a principios del siglo XX a menos de 4.000 en la actualidad, y ahora los felinos solo ocupan en torno al siete por ciento de su territorio histórico.

    Hasta hace relativamente poco, los Sundarbans parecían ser la excepción, un ecosistema vital cuyo núcleo eran los tigres. Ante la ayuda de los tigres para mantener a raya a los leñadores ilegales y la selva protegiendo gran parte de la costa de los terribles ciclones y las brutales marejadas, los Sundarbans alcanzaron un equilibrio que cumplía las necesidades de quienes dependían de ellos.

    Pero años de empeoramiento de las condiciones agrícolas han obligado a miles de agricultores desesperados a introducirse en los Sundarbans para aprovechar los abundantes recursos: miel, peces y material de construcción. Con más posibles víctimas, los ataques piratas son más frecuentes que nunca. Ha llegado a tal extremo que muchas familias pobres ahorran en caso de que secuestren a algún familiar.

    Para los tigres —cazados y asesinados en encuentros con los aldeanos—, la situación es desastrosa: Han descendido de 440 en 2004 a poco más de 100 una década después, según el censo de tigres más reciente de Bangladesh, de 2015.

    Los tigres matan a decenas de personas cada año en los Sundarbans. Si el marido de una mujer es asesinado por un tigre, la llaman «bagh bidhoba», que significa «viuda tigre». Es probable que no pueda volver a casarse y acabe en la pobreza.
    Fotografía de Probal Rashid, LightRocket via Getty Images

    Según Anwarul Islam, secretario general de WildTeam, una ONG internacional de conservación, su descenso podría poner en riesgo el futuro de la región. Los tigres, según él, han preservado los manglares manteniendo a raya a los humanos.

    Si los profundos bosques de manglares que forman una defensa costera fundamental para Bangladesh —gran parte del cual tiene poca altitud—, son talados o se reducen considerablemente, decenas de millones de personas se enfrentarían a inundaciones catastróficas.

    «Todo tipo de peligros»

    Según recuerda Hafizur Rahman, el interior de la selva debe evitarse. Ha presenciado muchas veces las sanguinolentas consecuencias de los tigres que vadean el río que separa los arrozales del bosque en su distrito natal de Munshiganj. Y muchas veces, Rahman, miembro de la patrulla de tigres de la comunidad local, ha presenciado la fuerza del animal de primera mano.

    «Hay todo tipo de peligros ahí fuera», afirma Rahman. «Desde el momento que entras, un tigre puede matarte».

    De hecho, los tigres matan a decenas de personas cada año en los Sundarbans y WildTeam, según Islam, ha recuperado al menos 75 cadáveres humanos desde 2008.

    El suelo y el agua cada vez más salados han degradado las tierras de cultivo y reducido el rendimiento de las cosechas, empujando a la gente hacia el interior de los dominios de los tigres. Según la Asociación de Pescadores de Harinagar, hace 10 años, había unos 300 pesqueros y cangrejeros activos en el área de Satkhira, la franja más occidental de los Sundarbans de Bangladesh. Ahora, se dice que hay más de 2.000.

    A medida que las opciones de los agricultores descienden y la población humana de los Sundarbans aumenta, y teniendo en cuenta que un solo tigre puede necesitar hasta 52 kilómetros cuadrados para sobrevivir, los conservacionistas y los ancianos temen por igual que los enfrentamientos entre felinos y aldeanos se agraven.

    «Ahora hay mucha gente en la selva», afirma Ruhol Amin, agricultor convertido en recolector de miel en Harinagar. «No creo que la zona sea lo bastante grande para nosotros y los tigres».

    Si toda esta gente se ciñera al uso de recursos permitido, el impacto del aumento de la infiltración humana sería más manejable. Pero, empujados por la desesperación, la avaricia o la ignorancia, una minoría de recién llegados no respeta las normas. Según un estudio de 2012, se ha matado ilegalmente unos 11.000 ciervos moteados y muntíacos en los Sundarbans cada año, privando a los tigres de una fuente de alimento fundamental.

    La cantidad de ciervos cazados furtivamente hoy en día podría ser aún mayor, según autoridades del departamento forestal, y en las ocasiones cada vez más insólitas en que los tigres entran en las aldeas, suelen ser bolas demacradas de pelo y hueso.

    Un filón para los piratas

    Para las personas que luchan por sobrevivir en los Sundarbans, los secuestros infunden tanto temor como un felino hambriento.

    «Hace solo 15 días, me secuestraron», me contó Khogan Shana, pescador de Munshiganj, cuando lo conocí este verano. Según Shana, «los piratas me preguntaron si tenía un pase pirata. No lo tenía, así que me pidieron dinero. Esa es nuestra pesadilla».

    Por «pase pirata» los bandidos se refieren a una suma preestablecida a cambio de acceder a los abundantes terrenos de pesca que controlan. Pocos aldeanos pueden permitirse pagarla. En este caso, Shana fue atado con una cuerda, golpeado con palos y arrojado a un agujero. Días después, tras pagar los fondos necesarios mediante un sistema de pago por teléfono móvil, Shana fue liberado.

    La mayoría de los piratas parecen contentarse con tomar rehenes, ya que, con unos 175 euros por persona (hasta un cuarto de los ingresos anuales de muchos bangladesíes rurales), es un negocio lucrativo. Pero para un pequeño subgrupo ha sido imposible resistirse a la posibilidad de suplementar sus ingresos cazando tigres.

    En Koyra, al este de Munshiganj, se recuperaron siete pieles de tigre en 2016, según WildTeam, y los guardabosques descubrieron dos más cerca de Mongla este mismo año.

    La huella de un tigre de Bengala en los manglares provoca escalofríos a los bangladesíes.
    Fotografía de Md. Akhlas Uddin, Pacific Press/LightRocket via Getty Images

    «No hay cazadores furtivos organizados en Bangladesh, porque a nivel local no hay mucha demanda de productos de tigres», afirmó Gary Collins, que hasta hace poco era el director del proyecto BAGH de USAID con WildTeam, establecido para combatir el tráfico de fauna silvestre y minimizar los enfrentamientos entre humanos y tigres. Pero Collins añade que las partes de tigres «valen mucho más dinero en China, por eso la gente lo intenta. Con solo cien tigres, perder uno o dos más es grave». Una táctica bastante utilizada consiste en envenenar cadáveres de ciervos, esperar a que un tigre se los coma y muera, y enterrar el cuerpo hasta que se descomponga todo salvo el preciado pelaje y los huesos.

    Las autoridades dicen que han controlado problema de la piratería. «Nuestros órganos policiales han atrapado y matado a muchos de ellos. Ahora están muy debilitados», declaró Habibul Haque Khan, director de la oficina medioambiental de la zona de Khulna.

    Pero los residentes de las zonas de Khulna y Satkhira no piensan lo mismo. Los médicos de las aldeas periféricas han documentado más heridas infligidas por piratas. «Las vemos mucho más ahora. A veces son heridas brutales, como quemaduras en los brazos o dedos amputados», explica Shivapada Mondol, médico en la zona de Munshiganj.

    En algunas zonas, según los residentes de varias aldeas, los piratas son tan dominantes que hasta afianzan su negocio, recaudando por adelantado pagos de rescates menores. Mientras las bandas se aprovechan de las personas con pocas probabilidades de despertar una respuesta gubernamental (es decir, ni turistas ni científicos, por ejemplo), los lugareños no ven la esperanza de tener un respiro.

    «La mentalidad pirata es sacar dinero de donde sea; personas, tigres, no importa», afirmó Rafiki Mali, el expirata. «Y nadie los detiene».

    Las autoridades gubernamentales no han hecho comentarios sobre las operaciones antipiratería, pero defienden públicamente la amnistía de 2016 como un éxito. A cambio de entregar las armas y los barcos, los piratas que no fueran sospechosos de violaciones o asesinatos se han reintegrado en la vida civil. Pero cuando hablé con aldeanos y expiratas, algunos dijeron que, tras un tiempo, muchos de los bandidos volvían a la vida criminal.

    Embajadores de tigres

    Las autoridades de Bangladesh parecen haber aumentado la política de delitos relacionados con tigres, introduciendo incentivos para que los aldeanos protejan a los animales. Por ejemplo, si los aldeanos capturan —en vez de matar— un tigre, pueden ser recompensados con hasta 525 euros.

    Y lo que quizá sea más importante: las comunidades locales asumen cada vez más la responsabilidad de salvaguardar sus vecindarios felinos. Mediante una iniciativa de WildTeam, cada aldea en la periferia de los Sundarbans ha nombrado a un «embajador de tigres», una persona a cargo de contactar con los servicios de emergencia cuando los tigres se acercan a poblaciones humanas. Tras el éxito de varias capturas y liberaciones, Islam, de WildTeam, ha dicho que el programa parece estar dando resultados.

    Pero los retos siguen acumulándose. Por resistentes que sean los grandes felinos, tienen un aguante limitado. «Son duros, pero estamos viendo menos tigres», afirmó Azad Kobir, agente del puesto del departamento forestal de Karamanjal, cerca de Mongla.

    Las condiciones climáticas cambiantes, así como el aumento demográfico y de la piratería en los Sundarbars, reducen la disponibilidad de vegetación que sustenta el alimento de los tigres —los ciervos—, y el aumento del nivel del mar trae más agua salada a los Sundarbans. Mientras tanto, la construcción de presas en el Ganges y en sus afluentes está privando de agua dulce a los Sundarbans.

    Las unidades de antipiratería y anti-caza furtiva siguen contando con fondos insuficientes y los guardabosques cuentan con poco combustible para patrullar los cursos de agua. Por otra parte, un periódico nacional sostiene que las operaciones de caza furtiva de tigres están vinculadas a políticos locales. Y cuando China haga realidad su intención declarada de levantar el veto de uso de hueso de tigre en la medicina tradicional y en la investigación médica, la caza furtiva podría intensificarse.

    «Cuando la gente piensa en Bangladesh, piensa en tigres. Forman parte de nuestra identidad», afirmó Islam. «Camboya perdió a todos sus tigres y ahora se han dado cuenta de lo que han perdido. Si nosotros también los perdemos, comprobaremos que hemos perdido una parte de nosotros mismos».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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