Un hipopótamo y una hiena se rozan los hocicos en un raro encuentro

Esta extraña interacción aporta nueva información sobre las relaciones entre dos especies africanas formidables.

Por Katie Stacey
Publicado 25 sept 2019, 12:50 CEST
Hiena e hipopótamo
Una hiena manchada se tumba de espaldas junto a un hipopótamo a orillas del río Luangwa en julio.
Fotografía de Shenton Safaris

Patrick Njobvu daba su habitual paseo en coche por el parque nacional del Sur de Luangwa, en Zambia, hasta que observó algo que nunca había visto en sus 23 años de guía.

Una mañana de julio, ante sus ojos y los de varios turistas, un hipopótamo salió del río Luangwa y se acercó a una hiena manchada dormida, que enseguida se despertó.

«La hiena no huyó y ambos empezaron a olfatearse, nariz con nariz, casi como si se dieran un beso», contó Njobvu, guía de Shenton Safaris, a National Geographic por email. Durante casi 20 minutos, los animales jóvenes permanecieron juntos, se tocaron hocico con hocico y la hiena llegó a tumbarse de espaldas en un momento dado. «La verdad es que fue muy extraño», afirma.

Más adelante, Njobvu describió el incidente en el blog de safaris como «un romance entre una hiena y un hipopótamo», pero los expertos sostienen que se trató de un caso probable de curiosidad juvenil.

«Si tuviera que adivinar, diría que el hipopótamo joven sentía curiosidad por la hiena, que a su vez no se sentía lo bastante amenazada para huir porque el hipopótamo no mostraba agresividad», afirma Rob Heathcote, ecólogo conductual de la Universidad de Exeter, en Reino Unido.

En parte, los animales jóvenes son curiosos para poner a prueba los límites y descubrir elementos desconocidos de sus entornos. «Sin embargo, no podemos afirmar qué es esta interacción sin especular, ya que estos casos son demasiado insólitos para estudiarlos de forma adecuada», advierte.

El factor miedo

Arjun Dheer, que estudia hienas manchadas en el cráter de Ngorongoro de Tanzania, no «duda que había cierta curiosidad mutua», pero añade que es probable que ambos animales tuvieran miedo el uno del otro.

«El lenguaje corporal de la hiena —orejas hacia atrás y cabeza inclinada— indica una respuesta de sumisión o miedo», indica Dheer, estudiante de doctorado en el Instituto Leibniz para la Investigación de Zoos y Especies Silvestres en Alemania.

Del mismo modo, en una fotografía del incidente, el hipopótamo bosteza, una posible muestra de amenaza. «Los hipopótamos son territoriales y es posible que a este no le gustara que la hiena estuviera cerca de su abrevadero», explica Dheer por email.

Aunque las hienas sean las depredadoras africanas con más éxito, los hipopótamos también pueden ser muy peligrosos y son responsables de muchas muertes humanas cada año.

Descartamos la teoría del beso

También es posible que los animales estuvieran jugando, un fenómeno observado en diversas especies, como cocodrilos, nutrias o perros.

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    Gordon Burghardt, biólogo de la Universidad de Tennessee en Knoxville, desarrolló una definición científica del juego: «Conducta reiterada y placentera realizada por sí misma que es similar, aunque no idéntica, a otros comportamientos que el animal presenta de forma regular. También debe observarse cuando el animal está sano, no sometido a estrés».

    Con todo, «la conducta del juego está muy poco estudiada y aún tenemos poca información de la función que tiene», afirma Heathcote.

    Algo de lo que Dheer está bastante seguro es que ninguna de estas especies se besan. «Resulta tentador antropomorfizar a los animales, pero aquí no veo ningún romance», afirma.

    También habrá que desmentir esa teoría en este encuentro entre un búfalo y un leopardo.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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