La épica historia del humilde pez rojo

En una transformación casi de cuento de hadas, los humanos criaron a la apagada carpa gris para que adoptara un brillo metálico hace más de un milenio.

Por Cathy Newman
Publicado 10 oct 2019, 16:01 CEST

«Oh, wet pet», escribió el poeta estadounidense Ogden Nash en un resumen conciso del humilde pez rojo, cuyo hábitat es tradicionalmente una pecera redonda de cristal que incluye el falso lujo de un castillo de cerámica rodeado de gravilla. Pero la realidad es más compleja, como sugiere el nuevo libro de Anna Marie Ross, profesora de historia de la ciencia y la medicina en la Universidad de Lincoln, Inglaterra.

En Goldfish, Roos desarrolla la historia cultural de este pez aparentemente aburrido y lo pinta como héroe científico y villano medioambiental a la vez común y exótico, una historia de éxito biogeográfico. National Geographic habló por teléfono con Ross acerca del pez, formalmente conocido como Carassius auratus.

Como historiadora científica, has escrito acerca de temas esotéricos como el experto en moluscos del siglo XVII, Martin Lister. Frente a ellos, los peces rojos parecen algo banal. Supongo que existe una historia personal tras ellos.

Tuve un pez rojo de mascota, se llamaba Speedy. Yo era una científica friki desde pequeña y lo toqué por curiosidad. Las escamas eran muy ásperas, así que eché crema hidratante en el agua para suavizarlas...

Todo esto por Speedy.

Sí. En parte escribí el libro porque me sentía culpable por Speedy.

¿Dónde se sitúan los peces rojos en el reino animal?

Los peces rojos son carpas, básicamente. Los chinos los criaron originalmente para comérselos. Las carpas, que normalmente son grises o verdes, se reproducen como locas y pueden salir variaciones de colores y formas. La naturaleza juega. Tienen un puñado de células pigmentarias que son rojas o doradas. Una mutación habría suprimido las células pigmentarias grises, permitiendo la expresión de las amarillas y las rojas. Los humanos tomaron una mutación y la convirtieron en una especie.

Una ilustración muestra tres tipos de peces rojos nadando entre plantas acuáticas.
Fotografía de Hashime Murayama, Nat Geo Image Collection

En China, el pez rojo tiene matices religiosos.

En torno al siglo IX, si los pescadores capturaban peces rojos mutantes no se los comían, sino que los liberaban en estanques budistas de misericordia en un acto llamado fang sheng, o liberación misericordiosa. Los monjes los alimentaban y los cuidaban, así que los peces estaban protegidos al no estar en aguas abiertas. Liberar un animal en un estanque de la misericordia era un acto de autopurificación, una buena acción en la religión budista, y es aún mejor si el animal es raro, como un pez rojo si se lo compara con una carpa común.

Sigamos su paso conforme dieron la vuelta al mundo. Empecemos en China...

Los domesticaron en China hace más de mil años y llegaron a Japón en torno al siglo XVI. Llegaron a Europa y más allá como mascota y adorno vivo para acuarios y fuentes pasando por Macao. El primer dibujo de un pez rojo en Inglaterra es del botánico James Petiver en 1711. Para el siglo XIX, habían llegado a Estados Unidos y el diccionario Webster los mencionó en 1817.

No cabe duda de que perdieron su carácter exótico y místico por el camino. En el libro, escribes que en un momento dado el gobierno de Estados Unidos los regalaba.

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    El primer dibujo de un pez rojo en Inglaterra lo hizo el botánico James Petiver en 1711.
    Fotografía de James Petiver, por cortesía de la Royal Society

    Fue una maniobra publicitaria: si eras residente de Baltimore o Washington, D.C. y escribías a tu congresista, la Comisión de Peces y Pesquerías de Estados Unidos [el actual Servicio Nacional de Pesquerías Marinas] te enviaba un pez rojo. Se regalaron 20 000 al año hasta que se eliminó el programa.

    Otros proveedores tomaron el relevo.

    Para principios del siglo siguiente, el Medio Oeste tenía granjas de peces rojos enormes. En Indiana, Grassyfork Fishery producía dos millones al año. Grassyfork era una atracción turística.

    Se cree que Grassyfork Fisheries, que vemos en esta imagen, fue el primer criadero de peces rojos en Estados Unidos y se fundó en 1899 en Indiana.
    Fotografía de Grassyfork Fisheries, Nat Geo Image Collection

    También son los protagonistas de más de 40 000 artículos científicos. ¿Qué los convierte en un buen sujeto de experimentos?

    Un motivo es que se les da bien absorber sustancias, así que los utilizan en estudios de toxicidad. En el siglo XIX, por ejemplo, los usaban para estudiar la dosificación de digitálicos. Pueden regenerar el nervio óptico, por eso son de interés en estudios sobre la visión. Además, tienen una memoria bastante buena, por eso son útiles en estudios sobre psicología. Su sensibilidad al sol los hace valiosos para analizar el cáncer de piel. Y son un buen modelo animal porque se crían fácilmente y son baratos.

    Tragarse peces rojos fue una moda pasajera. ¿Quién la inició?

    Oficialmente, empezó en abril de 1939 cuando retaron a un novato de Harvard a tragarse uno. Desapareció ese mismo año, con la Segunda Guerra Mundial, porque había otras cosas de las que hablar. Cualquier activista por los derechos de los animales se hubiera quedado horrorizado. Los animales no están para entretenernos. En 2012, una joven de Reino Unido estaba tan molesta por la costumbre de regalarlos como premios en las ferias que puso en marcha una petición en Internet. Ahora es delito dar un pez rojo como premio a un menor en Inglaterra y Gales.

    El novato de Harvard Lothrop Withington, Jr. se traga un pez rojo vivo en 1939 para ganar 10 dólares en una apuesta.
    Fotografía de Bettmann, Getty

    Háblanos del lado más perturbador de los peces rojos: el de villanos medioambientales.

    Como son carpas, se alimentan en fondos poco profundos y son omnívoros. Remueven el fondo de un estanque o un lago en busca de presas, enturbian el agua y pueden fomentar el desarrollo de algas. Como son adaptables y viven en un abanico de temperaturas muy amplio, pueden competir y vencer a especies autóctonas. En un concurso cara a cara, una trucha se moriría de hambre y un pez rojo sobreviviría. Esto ocurre cuando, por ejemplo, un pescador usa peces rojos como cebo, los echa a un lago y vuelve a casa. Se reproducen y crecen. Así se producen peces rojos enormes, como el de 45 centímetros que capturaron en el lago Tahoe. En 2015, 3000 peces rojos invadieron el lago Teller en Boulder, Colorado. La comisión de pesca iba emitir una descarga eléctrica en el lago para sacarlos cuando una enorme bandada de pelícanos lo sobrevoló y los capturó uno a uno.

    ¿Intervención divina? Pero no siempre puedes contar con que aparezca una bandada de pelícanos...

    El pez se ha clasificado como molestia en Colorado, Nevada, Nueva York, Carolina del Norte, Pensilvania y Oregón. En Alberta, Canadá, han organizado una campaña para que la gente no los suelte y ahora liberarlos es delito.

    Podría decirse que el libro, conforme a los principios budistas, representa el acto de purificación de Speedy. ¿Crees que ha sido vengado?

    Sí. ¿A cuántos peces rojos crees que les han dedicado un libro? En todo caso, espero que la gente reflexione sobre cómo utilizamos estos animales como bienes desechables y las suposiciones que hacemos sobre su inteligencia. Los animales no están aquí solo para que los humanos los usemos.

    Entrevista editada y condensada. Goldfish, de Reaktion Books, ya está disponible.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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