¿Cómo se protege a los gorilas del ébola?

La propagación de la enfermedad entre los gorilas orientales en peligro de extinción podría resultar catastrófica para su supervivencia.

Por Kayleigh E. Long
Publicado 18 nov 2019, 11:36 CET
Gorila de espalda plateada
Un gorila de espalda plateada en parque nacional de Virunga observa a los guardabosques que patrullan. Es más fácil vigilar a los gorilas que están acostumbrados a la presencia humana por si presentan síntomas de la enfermedad.
Fotografía de Brent Stirton, Getty Images/Nat Geo Image Collection

Según los expertos, es posible que el ébola acabara con hasta un tercio de la población global del gorila occidental de llanura —una subespecie en peligro crítico de extinción— a principios de la década del 2000. Ahora, los gorilas de montaña y los gorilas orientales de llanura también podrían correr peligro.

Aunque el brote actual de la fiebre hemorrágica viral en el este de la República Democrática del Congo (RDC) no se ha extendido a los grandes simios, los grupos de conservación están en alerta. Cuando en agosto de 2018 llegó la noticia de que se había confirmado un caso del virus letal en la provincia de Kivu del Norte de la RDC, los grupos de conservación intensificaron las labores de observación y supervisión de los gorilas de montaña y orientales de llanura de la región.

«Una vez se ha identificado el ébola en una población local de gorilas, las consecuencias siempre han sido catastróficas», afirma Peter Walsh, ecólogo de primates que trabajó en el desarrollo de una vacuna contra el ébola para primates en la Universidad de Cambridge.

Proteger a los gorilas es una tarea ya de por sí peligrosa. El parque nacional de Virunga, en el este de la RDC, alberga una de las mayores poblaciones restantes de gorilas de montaña. En los últimos 20 años han muerto más de 170 guardabosques en acto de servicio —entre ellos uno el jueves pasado—a manos de grupos rebeldes armados y milicias locales.

El ébola en gorilas

En el este de la RDC, las víctimas humanas del ébola siguen aumentando. El 5 de noviembre, la Organización Mundial de la Salud confirmó 2185 muertes desde que se declaró el brote hace 15 meses. Los avances en las vacunas y en la concienciación y las mejoras del protocolo de contención se han traducido en una reducción drástica de la tasa de mortalidad en humanos desde el primer brote documentado, en 1976; en la actualidad se sitúa en torno al 50 por ciento.

Brotes anteriores han devastado poblaciones de primates no humanos, grupo en el que figuran chimpancés, monos y gorilas. Aunque escasean los datos sólidos, la cantidad de víctimas documentadas en poblaciones de gorilas ha sido particularmente alarmante.

Innocent Mburanumwe, guarda del parque nacional de Virunga, lleva una mascarilla cuando se acerca a los gorilas para prevenir la propagación de enfermedades.
Fotografía de Brent Stirton, Nat Geo Image Collection

«El impacto es un “todos o ninguno”. Las zonas con una mortalidad del 90 o el 95 por ciento pueden abarcar cientos o incluso miles de kilómetros cuadrados», afirma Walsh.

En 2002 y 2003, en un brote de la cepa Zaire ebolavirus en la frontera entre el Congo y Gabón, desaparecieron 130 de los 143 gorilas observados por investigadores por aquel entonces. En otro brote algo más al sur desaparecieron 91 de 95 gorilas en ese mismo periodo. Muchos de los cadáveres se descubrieron más adelante y dieron positivo para el virus.

Walsh afirma que la propagación del patógeno en las poblaciones de gorilas parece imitar a grandes rasgos la progresión en humanos y que las principales diferencias son la densidad demográfica y la capacidad de intervención médica. Los gorilas no pueden explicar sus síntomas y mucho menos ponerse en cuarentena, lo que provoca un aumento de la tasa de mortalidad.

«No sabemos exactamente cómo es una infección [de ébola] en un gran simio silvestre, ya que los brotes pasados que han afectado a grandes simios silvestres en el África Occidental, por desgracia, se han descrito ex post facto cuando ya se ha producido la mortalidad», afirma Amy Bond, portavoz de Gorilla Doctors, una organización veterinaria sin ánimo de lucro que protege y cuida a los gorilas de la RDC, Ruanda y Uganda.

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    El ébola es uno más de una retahíla de peligros que amenazan a los gorilas de la región. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, hay unos 1000 y 3800 gorilas de montaña y gorilas orientales de llanura respectivamente, subespecies de gorila oriental. La pérdida de hábitat les ha pasado factura y la agricultura, la minería ilegal y la destrucción forestal para elaborar carbón vegetal degradan y dividen sus bosques. Muchas veces, los gorilas se quedan atrapados en las trampas colocadas para atrapar a otros animales en busca de carne de caza. El cambio climático también representa una amenaza: aunque los gorilas pueden adaptarse y desplazarse a elevaciones superiores ante temperaturas más cálidas, esas zonas están densamente pobladas y quedan pocas áreas forestales.

    Una supervisión cercana

    Bond explicó por email que los veterinarios de los parques nacionales de Virunga y Kahuzi-Biega supervisan a los gorilas por si muestran síntomas de la enfermedad. Casi el 60 por ciento de los gorilas de montaña que quedan en estado silvestre están acostumbrados a la presencia de humanos, ya que ven personal de conservación, turistas e investigadores con regularidad, lo que facilita la vigilancia.

    «Cualquier anomalía se nota», escribió. Añade que las lesiones obvias, la cojera, las dificultades respiratorias, la tos, la secreción ocular o nasal, la diarrea, el letargo o no comer pueden ser síntomas de enfermedad en los gorilas.

    Si un gorila muestra síntomas de enfermedad, Bond explica que Gorilla Doctors informa del caso a las autoridades del parque de inmediato y se toma una decisión conjunta de si intervenir o no. Un portavoz del parque nacional de Virunga explicó por email que se aísla a la familia de gorilas y se proporcionan cuidados veterinarios y vigilancia las 24 horas. Para proteger al personal, solo participan quienes están vacunados contra el virus.

    Gorilas que corren más peligro

    Debido a esta supervisión atenta, es probable que identifiquen cualquier brote más rápido que un brote en poblaciones silvestres no habituadas. Sin embargo, el hecho de que a estos gorilas no les dé miedo la gente los pone en peligro de exponerse al contacto directo por fluidos corporales.

    Gorilla Doctors y las autoridades del parque han impulsado iniciativas para garantizar que los trabajadores forestales y sus familias sean conscientes de cómo funciona la transmisión de enfermedades zoonóticas, es decir, la propagación de una infección de humanos a animales y viceversa. Según el portavoz de Virunga, han implantado más medidas de higiene —que ya eran estrictas desde el principio, ya que los gorilas pueden contraer todo tipo de enfermedades de los humanos— y se prohíbe que el personal visite áreas con casos documentados de ébola.

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    Otra forma de propagación de la enfermedad por una población de gorilas es el luto, que también se aplica en humanos. Aunque los científicos no pueden determinar con seguridad que los gorilas lloran realmente a sus muertos, la conducta que han mostrado algunos gorilas se parece mucho al luto o al duelo. Se sabe que los gorilas tocan, acicalan e incluso lamen los cuerpos de otros gorilas.

    Fabian Leendertz, experto mundialmente famoso en enfermedades de primates y director del Leendertz Lab en Berlín, apunta a la dinámica humana que interviene en este brote como posible amenaza de transmisión entre especies. Según él, como mucha gente desconfía de las autoridades sanitarias, existe un alto riesgo de que las personas infectadas se oculten en zonas pobladas por primates no humanos.

    Como la estructura social de los gorilas gira en torno al espalda plateada, el macho alfa, en el caso de que enferme o muera las hembras partirían en busca de nuevos compañeros, convirtiéndolas en posibles vectores.

    ¿Pueden ayudar las vacunas?

    Walsh cree que una de las mejores maneras de proteger a los gorilas del ébola es la vacunación proactiva, algo que ha pedido varias veces. Afirma que el ébola supone una amenaza existencial para las poblaciones de gorilas, así como enfermedades respiratorias más comunes a las que los primates son muy susceptibles.

    «La percepción predeterminada es que [la vacunación] es peligrosa y cara y técnicamente imposible, y eso es objetivamente incorrecto», afirma, indicando, por ejemplo, que millones de animales criados al aire libre han sido vacunados contra la rabia y que los gorilas occidentales acostumbrados a la presencia humana vacunados contra el sarampión no mostraron efectos adversos.

    Aunque Leendertz no considera que la vacunación proactiva sea una medida práctica ni realista en todas las especies de gorilas, afirma que el gorila de montaña podría ser apto para ello.

    «Una gran proporción [de la población de gorilas de montaña] está habituada, así que podemos acercarnos. Sería bastante fácil dispararles dardos con la vacuna del ébola», afirma Leendertz. «El problema es que una vez hay [ébola] en la población de gorilas, es demasiado tarde. La vacuna necesita un tiempo para activarse».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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