Los raros cánceres transmisibles que afectan a los mejillones desconciertan a los científicos

Algunas malignidades pueden transmitirse entre especies marinas. Este es el más reciente de una serie de descubrimientos que han cambiado nuestra comprensión del cáncer.

Por Douglas Main
Publicado 11 nov 2019, 13:04 CET
Mejillones
Los mejillones Mytilus trossulus (en la imagen vemos los de una playa de la isla Vancouver, en la Columbia Británica) pueden infectarse de dos tipos de cánceres transmisibles.
Fotografía de Cheryl-Samantha Owen

Hace mucho tiempo, no sabemos cuánto, un mejillón Mytilus trossulus de algún lugar del hemisferio norte desarrolló un cáncer similar a la leucemia. Comenzó como una mutación en una sola célula maligna que se copió una y otra vez y se propagó por la hemolinfa (un fluido similar a la sangre) del mejillón.

Pero el cáncer hizo algo que se suponía que no debía hacer, o eso creíamos: de algún modo, se transmitió a otros mejillones por el agua. La malignidad, que se clonó una y otra vez en estos nuevos huéspedes, continuó proliferando e infectando a nuevos individuos.

Lo que es aún más extraño es que la enfermedad no solo afectó a estos mejillones. También se ha detectado en otras especies de moluscos en rincones opuestos del planeta: en mejillones Mytilus edulis en Francia y en mejillones Mytilus chilensis de Chile y Argentina.

El hallazgo, descrito en un trabajo publicado en la revista eLife, es el más reciente de una serie de estudios que ponen de manifiesto que los cánceres transmisibles son más comunes de lo pensado, sobre todo en el mar. Este nuevo campo de investigación podría ayudarnos a comprender mejor el desarrollo del cáncer en animales y humanos y esclarecer las oscuras vidas de las criaturas marinas.

«El hecho de que esté transmitiéndose a dos nuevas especies resulta bastante fascinante y preocupante», afirma Elizabeth Murchison, que estudia los cánceres transmisibles en la Universidad de Cambridge. Además de ser importantes a nivel ambiental, los mejillones son el alimento favorito en muchas culturas, aunque no hay pruebas de que consumir moluscos infectados con cáncer afecte a la salud humana.

Tierra y mar

Los cánceres transmisibles, que no se producen naturalmente en personas, se identificaron por primera vez en dos animales terrestres en las últimas décadas. En 2006, los investigadores descubrieron que un cáncer que afectaba al demonio de Tasmania australiano en peligro de extinción —denominado enfermedad de tumores faciales del demonio de Tasmania— podía propagarse cuando los animales se mordían, una parte normal de su comportamiento. Desde entonces, más del 80 por ciento de los animales se han infectado y han muerto debido a esta enfermedad contagiosa y a un segundo cáncer transmisible muy similar, que amenaza a la especie con la extinción.

En 2006 también se descubrió que los perros domésticos pueden transmitir tumores venéreos, que provocan masas cancerosas en los genitales. Al igual que en todos los cánceres transmisibles, las células son idénticas y, en el caso de los perros, se derivan de un solo cánido que vivió hace unos 11 000 años.

Estos hallazgos cambiaron nuestra comprensión del cáncer, ya que antes se creía que estaba confinado a las mutaciones celulares en cada individuo. Aunque varios tipos de virus pueden provocar daños y allanar el camino para la aparición del cáncer —como el virus del papiloma humano (VPH) o el virus de la leucemia felina en gatos domésticos—, resultó sorprendente descubrir que las células cancerosas individuales podían transmitirse en una población.

En la última década, los investigadores han hallado otra media docena de cánceres que infectan a los moluscos. Michael Metzger, autor principal del nuevo trabajo e investigador del Instituto de Investigación del Pacífico Noroeste en Seattle, ha identificado varios, entre ellos uno en una población de mejillones Mytilus trossulus de la Columbia Británica.

Un cáncer que se originó en mejillones Mytilus trossulus se ha propagado de algún modo para infectar a dos especies diferentes, los Mytilus edulis y Mytilus chilensis.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

Hace un par de años, empezó a colaborar con laboratorios de Francia y Argentina que habían descubierto un nuevo tipo de cáncer en las poblaciones de mejillones locales; estas células cancerosas destacan bajo el microscopio debido a su raro aspecto redondo. Al principio, lo que Metzger esperaba que fueran cánceres distintos resultó ser lo mismo: las enfermedades de los mejillones franceses Mytilus edulis y de los mejillones chilenos Mytilus chilensis eran idénticas y era obvio que se derivaban de los mejillones M. trossulus, ya que las células cancerosas conservaban la firma genética de dicha especie.

Pero los M. trossulus solo viven en el hemisferio norte, en las costas de Norteamérica y Europa. (El cáncer también era diferente de otro tipo que había identificado el grupo de Metzger en M. trossulus.)

Metzger explica que ninguno de estos mejillones vive en zonas ecuatoriales, así que la enfermedad debe de haber saltado a los trópicos en barcos o viajado de polizón en el agua de lastre.

«Resulta bastante intrigante que este clon de cáncer se haya propagado al otro lado del océano», afirma Murchison, que no participó en el trabajo de eLife. «Deberíamos prestar más atención a la posibilidad de que estos cánceres se propaguen mediante las actividades humanas».

Otros moluscos afectados

Se han descubierto cánceres transmisibles similares que afectan a la hemolinfa y son muy parecidos a la leucemia en almejas de Nueva Inglaterra (Mya arenaria) y en berberechos, un tipo de molusco distribuido por toda Europa, entre ellos la especie Cerastoderma edule. Metzger y sus colegas también hallaron un cáncer que afecta a las almejas Polititapes aureus que apareció originalmente en las almejas babosas (Venerupis corrugata), un molusco similar que también vive en Europa occidental.

Esa fue la primera prueba de que estos cánceres pueden contagiarse entre especies. Sin embargo, este último hallazgo resulta aún más extraordinario, ya que se ha transmitido a dos nuevas especies.

Aunque estos mejillones están estrechamente relacionados y, por consiguiente, presentan vulnerabilidades similares, «no sabemos cuál es la barrera», afirma Metzger. Es probable que las células cancerosas se transmitan al ser liberadas y absorbidas por moluscos cuando filtran los restos a través del cuerpo, una parte normal de su biología. Salvo por eso, la proliferación de la enfermedad es un misterio.

Hasta la fecha, no parece que el cáncer devaste las poblaciones de animales, aunque suele resultar mortal para los individuos infectados. Metzger afirma que descubrieron que el nuevo cáncer de los mejillones M. edulis y M. chilensis afecta a casi el 10 por ciento de las poblaciones locales.

«Por ahora desconocemos la magnitud de la amenaza», afirma. «No parece estar arrasando con las poblaciones». 

Preocupaciones ecológicas

Se trata de especies comunes y variedades importantes a nivel comercial que suelen consumir tanto personas como otras especies silvestres. Aunque estos cánceres resultan inofensivos para los humanos, a los científicos les preocupa que tengan repercusiones graves en otras especies y, como las enfermedades se identificaron hace poco, es probable que sean mucho más prevalentes.

«Me preocupa mucho la ecología», afirma Jose Tubio, que estudia estos tipos de cánceres transmisibles marinos en el Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (CiMUS) de Santiago de Compostela. El grupo de Tubio obtuvo una ayuda del Consejo Europeo de Investigación para identificar nuevos tipos y ya han hallado cinco cánceres nuevos en berberechos, aunque su investigación aún no está publicada.

«Es probable que [muchas] especies de bivalvos tengan sus propios cánceres transmisibles, pero aún no conocemos bien los impactos», afirma Tubio.

Beata Ujvari, investigadora de la Universidad de Deakin en Victoria, Australia, sostiene que los cánceres podrían sumarse a los peligros que amenazan a la vida marina y podrían agravarse con el descenso de los niveles de oxígeno y el aumento de las temperaturas en el mar debido al cambio climático, condiciones preferidas por las células cancerosas.

Tubio añade que el movimiento intencionado o accidental de los moluscos entre áreas diferentes amenaza con introducir nuevos cánceres que podrían tener consecuencias graves.

Normalmente, el cáncer surge de una mutación dentro de las células de un cuerpo y, si el sistema inmunológico no lo reconoce ni lo destruye, puede convertirse en un tumor. En la mayoría de los casos, un solo tumor no es mortal: el cáncer suele matar extendiéndose por el cuerpo, un proceso denominado metástasis.

Con todo, en estos cánceres contagiosos, «es como si se produjera una metástasis fuera de un solo huésped», afirma Murchison.

«Quizá entender cómo sobreviven las células cancerosas en el transporte pueda desvelar los secretos de las células cancerosas metastásicas», afirma Ujvari.

Según ella, «entender los mecanismos subyacentes podría contribuir a nuestra comprensión general del escape inmunológico en el cáncer», lo que podría tener aplicaciones para cualquier especie que se vea afectada por la enfermedad, incluso los humanos.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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