Las poblaciones de ballenas jorobadas se recuperan en el sur de África

La caza de ballenas estuvo a punto de conducir a las ballenas jorobadas a la extinción. Los datos de un recuento sugieren que hay muchas más de lo previsto.

Por Dustin Renwick
Publicado 28 feb 2020, 14:42 CET
Ballena
Los balleneros que buscaban barbas y grasa casi cazaron hasta la extinción a las ballenas jorobadas y las ballenas francas en la costa del sur de África.
Fotografía de Steve Benjamin

Según datos preliminares, hay más de 30 000 ballenas jorobadas nadando en la zona oeste del océano Índico. Se trata de una recuperación asombrosa si tenemos en cuenta que solo había 600 a finales de los años 70, cuando casi dos siglos de caza de ballenas habían diezmado las poblaciones de la región.

Un equipo dirigido por el biólogo marino Chris Wilkinson, director técnico del Instituto de Investigación de Mamíferos de la Universidad de Pretoria, llevó a cabo un muestreo de la cantidad de ballenas jorobadas de una población contándolas mientras nadaban frente a Cape Vidal, en la costa este de Sudáfrica. Cada año, las ballenas migran desde su zona de alimentación en aguas antárticas a sus zonas de reproducción cerca de Mozambique. Los investigadores extrapolaron los datos de su reconocimiento de 2018 y los de años anteriores para estimar una población de más de 30 000 ballenas jorobadas en la totalidad del océano Índico occidental.

«Es fantástico ver tantas ballenas. Este es un animal que migra a la otra punta del mundo, y hemos podido verlo y formar parte de ello», afirma Wilkinson.

La recuperación es prometedora para Jean Harris, ecóloga marina y directora ejecutiva del grupo de conservación WildOceas, que ayudó a coordinar los reconocimientos. «Nos dice que si tomamos las medidas adecuadas (aunque lo hagas cuando la situación parezca desesperada), las especies y los ecosistemas pueden recuperarse».

Casi 200 años de caza de ballenas

Los europeos y los estadounidenses empezaron a cazar ballenas en el sur de África ya en la década de 1790. Según los cuadernos de bitácora y los diarios de los marineros, cazaban cachalotes, ballenas jorobadas y ballenas francas por sus barbas (que entonces tenían usos similares al del plástico moderno) y su grasa, que podía convertirse en aceite para las lámparas y la maquinaria industrial.

Las migraciones de las ballenas son tan predecibles que los buques balleneros regresaban para cazar en las mismas bahías una estación tras otra y simplemente esperaban a que los animales aparecieran. Cada buque podía cazar más de dos docenas de ballenas por viaje.

¿Cómo da a luz una ballena jorobada? Estos exploradores quieren resolver el misterio
Chris Clifone, becado por National Geographic, pasó este invierno intentando grabar cómo daba a luz una ballena jorobada. Esta conducta nunca se ha documentado, pero el equipo logró capturar la rara imagen de una placenta de un parto reciente. Aunque este año no tuvieron éxito, dicen que no se rendirán hasta que logren su objetivo, aunque les lleve años.

La cantidad aumentó con el desarrollo de instalaciones locales en lugares como Durban, una ciudad que para 1912 albergaba seis plantas de procesamiento de ballenas. Y la llegada de los buques factoría, que conseguía procesarlas a mayor escala desde el mar, contribuyó aún más al descenso precipitado de las poblaciones en las décadas anteriores y posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando mataron a miles de ballenas jorobadas en el hemisferio sur.

En 1979, Sudáfrica decidió tomar medidas y prohibió la caza de ballenas comercial. Por aquel entonces, la población de ballenas jorobadas del océano Índico occidental estaba al borde de la extinción, con solo entre 300 y 600 individuos.

El recuento de ballenas

Casi una década después de la prohibición, Ken Findlay, biólogo de cetáceos de la Universidad de Tecnología de la Península del Cabo, empezó a inspeccionar a las ballenas jorobadas que migraban frente a Cape Vidal para supervisar su recuperación. Se centró en una población denominada C1 y observó 46 grupos, o unas 360 ballenas, durante su primera temporada de campo en 1988.

Para 2002, Findlay había documentado 323 grupos, o unos 1670 ejemplares.

Wilkinson siguió sus pasos bajo la tutela de Findlay y Harris. Un grupo de observadores de ballenas voluntarios y él escalaron un par de torres ubicadas sobre las copas de los árboles del bosque que da a Cape Vidal. El equipo contó ballenas jorobadas desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, de finales de junio a principios de agosto.

En total, el análisis preliminar del reconocimiento de 2018 indica que la cantidad de grupos de ballenas jorobadas ronda los centenares o incluso los miles. Si nos basamos en una extrapolación previa, la muestra que pasa por Cape Vidal sugiere que la población general de ballenas jorobadas del océano Índico occidental ha aumentado a más de 30 000 individuos.

La estimación es mucho más alta que la capacidad de carga que predecían los modelos para la región.

«Es una cifra sorprendente», afirma Harris. Los científicos no están seguros de qué explica la diferencia entre las predicciones calculadas y la realidad.

Harris indica que la recuperación podría estar relacionada con el hecho de que los humanos cazaban a las ballenas, no su comida. Por consiguiente, las ballenas jorobadas supervivientes de la era pos caza de ballenas contaban con un buen suministro de alimentos y el regalo del tiempo.

Ari Friedlaender, ecólogo marino de la Universidad de California, Santa Cruz, que ha estudiado las ballenas jorobadas de la Antártida, afirma que el optimismo no está fuera de lugar.

«Hemos observado y medido poblaciones que alcanzan su tasa de crecimiento máxima en otras partes del océano Antártico. Las ballenas jorobadas tienen una zona de reproducción central, es fácil encontrar pareja y hay poca competencia por la comida. Ahí tenemos la receta para su rápido aumento», afirma.

Friedlaender también aporta perspectiva sobre la conservación marina global.

«No cabe duda de que la de las ballenas jorobadas es una historia de éxito. Debemos celebrar esas victorias. Pero es una especie, no un ecosistema entero», afirma.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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