Nuevas fotografías revelan que las ballenas jorobadas utilizan las aletas para cazar salmones

El descubrimiento, documentado en el sudeste de Alaska, confirma un comportamiento que hasta ahora era una hipótesis sin confirmación científica.

Por Tim Vernimmen
Publicado 18 oct 2019, 15:42 CEST
Ballena jorobada
Una ballena jorobada sale a la superficie mientras devora arenques en Noruega. Se ha observado cómo una población de ballenas jorobadas acorralaba peces con las aletas.
Fotografía de Paul Nicklen, Nat Geo Image Collection

Las ballenas jorobadas poseen estrategias de caza sofisticadas, como emitir burbujas para formar redes y nadar en el sentido de las agujas del reloj para cercar rápidamente a sus presas.

Su ingenio, sumado al comportamiento social avanzado y la comunicación de los mamíferos marinos, hizo que los científicos sospecharan que estaban pasando algo por alto.

Resulta que tenían razón.

Cada abril, un criadero de salmones del sudeste de Alaska libera a los peces jóvenes al mar, una iniciativa para reabastecer las poblaciones afectadas por la sobrepesca. Unas cuantas ballenas jorobadas han aprendido a acudir a ese lugar cada año para participar en este bufé proporcionado por los humanos. Para documentar los hábitos dietéticos de las ballenas desde diversas perspectivas, los investigadores sacaron fotos y grabaron vídeos desde drones y plataformas flotantes alrededor del criadero.

Al hacerlo, documentaron una conducta que nunca se había confirmado científicamente.

Tras emitir una red de burbujas, dos ballenas usaron las aletas para crear una segunda barrera en su interior, moviendo las extremidades de arriba abajo para dirigir a los peces hacia sus bocas abiertas, un comportamiento detallado en un nuevo estudio publicado en la revista Royal Society Open Science.

Madison Kosma, líder del estudio y alumna de un máster en pesquerías en la Universidad de Alaska, Fairbanks, explica que existen pruebas anecdóticas de este acorralamiento con aletas pectorales, pero en esos casos era demasiado complicado determinar qué pasaba con exactitud.

«Ahora podemos documentarla gracias a la situación única del criadero y a nuevas tecnologías como los drones», afirma Kosma, cuyo equipo presenció este acorralamiento decenas de veces en los tres años del estudio.

«La única forma de acercarnos más sería ser un pez dentro de su boca», añade.

Una ballena jorobada acorrala salmones jóvenes con las aletas en el sudeste de Alaska.
Fotografía de Madison Kosma

No se sabe si las ballenas jorobadas de otros lugares emplean esta técnica ni qué induce a los animales a hacerlo. Pero este descubrimiento evidencia que las ballenas jorobadas tienen más adaptabilidad de la que pensábamos y podrían contar con un abanico de estrategias de alimentación para hacer frente a los rápidos cambios del planeta.

Trabajar para cenar

Para el estudio, Kosma y sus colegas prepararon experimentos en varias bahías de la costa este de la isla Baranof, sincronizados para que coincidieran con la liberación de los salmones del criadero de Hidden Falls.

El equipo identificó a cada ballena a partir de rasgos como el color y la forma de la aleta dorsal, y las grabó y fotografió alimentándose en todas las ocasiones posibles.

En algunos casos, los científicos se colocaron en pasarelas unidas a los corrales del criadero y extendieron sobre el agua un palo de más de tres metros fijado a una cámara para filmarlas. En el laboratorio, el equipo analizó las imágenes y montó secuencias de la alimentación fotograma a fotograma y modelos en 3D.

Los resultados demuestran que las ballenas acorralaban a los salmones con las aletas por tres motivos: para atrapar a los peces, para mover el agua y así guiar a los peces, y para asustar a los peces hacia la superficie enseñando el color claro de la parte inferior de las aletas, una conducta que solo se observó cuando hacía sol.

«Desde una perspectiva hidrodinámica, poner así las aletas sería un desperdicio de energía, así que deben tener un buen motivo para hacerlo, como capturar más peces», afirma.

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    Respecto al motivo por el que las ballenas utilizan este método de caza, Kosma sospecha que es porque cuesta más capturar peces inexpertos.

    Como abalanzarse hacia las presas con la boca abierta resulta agotador para las ballenas, necesitan asegurarse de que las presas están lo bastante condensadas para que valga la pena. Sin embargo, cuando se sienten amenazados, los salmones jóvenes no forman bancos como hacen otras especies, como los arenques. Por consiguiente, es posible que necesiten acorralar a los salmones con las aletas pectorales para que se agrupen.

    An aerial image shows a humpback gathering fish with its flippers. The behavior was observed dozens of times during the three-year study.

    Fotografía de Madison Kosma

    Alimentación con trampa

    Frank Fish, biólogo de la Universidad de West Chester en Pensilvania que ha estudiado la biomecánica de las aletas de las ballenas, coincide en que «esta investigación demuestra de forma definitiva que pueden concentrar a las presas con las aletas».

    Las ballenas jorobadas poseen aletas muy largas comparadas con las de otras ballena jorobadas, en parte para ayudarlas a maniobrar y acelerar en aguas poco profundas. Tiene sentido que los animales «usen las aletas para otras funciones, como acorralar a las presas, tocarse o comunicarse», explica Fish, que no participó en el estudio.

    «La lección principal que sacamos de este estudio es que las ballenas jorobadas son capaces de innovar y aprender nuevas estrategias de caza que podrían ayudarlas a alimentarse de forma más eficaz con especies de presas específicas», afirma Christie McMillan, experta en ballenas de la Marine Education & Research Society de la Columbia Británica, en Canadá.

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    Lo sabe de primera mano: McMillan ha descrito un nuevo comportamiento que denomina alimentación con trampa, en el que algunas ballenas jorobadas cerca de la isla Vancouver abren la boca en la superficie donde se alimentan las aves, un intento aparente de burlar a los peces para que busquen refugio en sus bocas.

    «Pero no queda claro cuánto tardan las ballenas en aprender estas nuevas estrategias y, por consiguiente, si serán suficientes para permitir que respondan de forma eficaz al cambio climático y la disminución de las presas», indica McMillan.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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