Según un nuevo estudio, los terremotos pueden dificultar que las ballenas encuentren comida

En 2016, un gran terremoto exterminó comunidades de animales enteras y sus impactos reverberaron por toda la cadena trófica.

Por Joshua Rapp Learn
Publicado 3 feb 2020, 14:05 CET
Cachalotes
Los cachalotes se sumergen hasta mil metros en busca de calamares y pueden aguantar la respiración hasta 90 minutos.
Fotografía de Flip Nicklin, Minden Pictures/Nat Geo Image Collection

Según el primer estudio que analiza cómo afectan los seísmos a los mamíferos marinos, los terremotos pueden influir en la capacidad de los cachalotes para cazar durante un máximo de un año.

El 14 de noviembre de 2016, el terremoto de magnitud 7.8 en Kaikoura sacudió la Isla Sur de Nueva Zelanda y provocó un tsunami, dos víctimas y decenas de heridos. Bajo la superficie, el fenómeno sísmico provocó corrientes intensas que arrasaron y que probablemente acabaron con ecosistemas diversos de invertebrados que vivían en el cañón submarino de Kaikoura. El gran deslizamiento de tierra no solo oscureció el agua, sino que arrastró a los animales a cientos de kilómetros y es probable que cambiara la composición del ecosistema entero.

Por consiguiente, los cachalotes tuvieron que sumergirse a más profundidad y durante más tiempo para encontrar comida, un «cambio importante» de su comportamiento, según explica la coautora Liz Slooten, bióloga marina de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda.

Cuando tuvo lugar el terremoto, Slooten estaba estudiando a los cachalotes de la zona de Kaikoura con Marta Guerra, estudiante de doctorado y autora principal del trabajo. Se dieron cuenta de que era una oportunidad poco común para investigar cómo puede afectar un desastre natural a gran escala a los cachalotes, especie que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera vulnerable a la extinción.

«Estábamos en el lugar adecuado en el momento adecuado. No puedes planificar algo así», añade Will Rayment, coautor del estudio y profesor de ciencias del mar en la Universidad de Otago.

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    Los cachalotes (en la imagen, un animal de Nueva Zelanda) pueden identificarse gracias a las diferencias sutiles del tamaño, forma y color de las aletas caudales.
    Fotografía de Flip Nicklin, Minden Pictures/Nat Geo Image Collection

     

    Las repercusiones de los terremotos en los animales terrestres están ampliamente documentadas, pero se sabe relativamente poco sobre lo que ocurre bajo el agua. Una investigación reciente sobre tiburones caribeños, por ejemplo, ha revelado que los peces se sumergen a gran profundidad para huir de las aguas turbulentas durante los huracanes.

    Rochelle Constantine, ecóloga de mamíferos marinos de la Universidad de Auckland que no participó en el estudio, indica que dichas investigaciones son importantes para los departamentos gubernamentales, que podrían necesitar tener en cuenta terremotos recientes a la hora de establecer las cuotas de pesca.

    Más tiempo entre inmersiones

    El cañón submarino de Kaikoura, que forma parte de una región costera montañosa, alcanza hasta 800 metros de profundidad no muy lejos de tierra. «Solo hay un par de lugares más del mundo donde pueden verse cachalotes tan cerca de la orilla», afirma Slooten, cuyo estudio se publicó hace poco en Deep Sea Research Part I: Oceanographic Research Papers.

    Los cachalotes hembra se sumergen 3.200 metros en busca de comida para sus crías
    Las crías de cachalote son demasiado jóvenes para sumergirse en busca de comida. Por suerte, sus madres pueden sumergirse hasta 3.200 metros para atrapar a sus presas.

    Los tramos superiores del cañón están plagados de invertebrados que proporcionan comida a los calamares y los peces que viven en el fondo y que componen la dieta de los cachalotes.

    Por consiguiente, cuando este fenómeno arrasó todas estas formas de vida tuvo «graves consecuencias para la comunidad circundante. Ese efecto atravesó la cadena trófica», afirma Rayment.

    En el marco de su estudio, los autores estaban rastreando a 42 ballenas individuales que identificaron por sus aletas caudales únicas. Tras el seísmo, el equipo utilizó hidrófonos direccionales para escuchar los sonidos de los cetáceos y después viajaron en barco hasta la fuente.

    Una vez estuvieron cerca de las ballenas, cronometraron cuándo salían a tomar aire y cuánto tiempo permanecían bajo el agua. En total registraron datos de 40 ballenas, lo que pone de manifiesto que la abundancia de ballenas de la zona no cambió tras el terremoto. Sin embargo, las ballenas cambiaron la forma en que usaban su hábitat.

    Los resultados revelaron que los cachalotes pasaban un 25 por ciento más de tiempo que antes del terremoto en la superficie entre inmersión e inmersión. Slooten afirma que esto sugiere que las ballenas estaban recuperando más oxígeno y recargando los músculos para sumergirse durante más tiempo o a más profundidad, probablemente por la menor disponibilidad de presas.

    Algo que respalda esta teoría es que antes del seísmo, las ballenas solían concentrarse en la parte superior del cañón para buscar presas. Pero después, las ballenas abandonaron la zona y se aventuraron a partes más profundas del cañón.

    «Ahora se distribuyen por un área mucho más amplia y está claro que se mueven de formas muy diferentes para encontrar presas», afirma Constantine. Añade que esta zona es un área de alimentación fundamental para los cachalotes macho adolescentes.

    La recuperación de los cachalotes

    Un año después del terremoto, los investigadores observaron que las ballenas habían retomado los intervalos de inmersión y salida anteriores, quizá porque los sedimentos se habían asentado y la comunidad de invertebrados había empezado a recuperarse.

    «Te da una idea de lo resilientes que son estas comunidades del fondo del mar», afirma Rayment.

    Sus colegas y él seguirán supervisándolas a largo plazo para comprobar si hay efectos que no hayan observado. La actividad de los cachalotes en la zona ya había descendido, aunque se desconoce si se debe a cambios naturales en la abundancia de presas, al turismo de observación de cetáceos o al aumento de las temperaturas marinas.

    «Pasa algo en Kaikoura», dice.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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