¿Qué revelan a la ciencia los tiburones, cocodrilos y arañas más grandes del mundo?

Los animales más grandes de su tipo suelen aparecer en los titulares, pero estos plusmarquistas también nos desvelan mucha información sobre la biología animal.

Por Jason Bittel
Publicado 30 jul 2020, 15:46 CEST

El Sarcosuchus imperator, apodado SuperCroc, fue una criatura del Cretácico que pesaba casi ocho toneladas y medía 12 metros de largo.

Fotografía de DON FOLEY, Nat Geo Image Collection

Ya sea porque generan asombro, miedo o simple fascinación, a la gente le encanta conocer animales grandes.

Por eso no es ninguna sorpresa que Deep Blue, un tiburón blanco de seis metros de largo y el más grande que se ha grabado en vídeo, cope titulares cada vez que la avistan devorando una ballena muerta. Es el mismo motivo por el que el mundo conoce el nombre Lolong, uno de los cocodrilos marinos más grandes del mundo, que incluso superaba por poco a Deep Blue.

Y ahora, en un episodio de SharkFest de National Geographic, un equipo de científicos se ha dispuesto a encontrar a Kamakai, un tiburón tigre hembra avistado en la Polinesia Francesa y que, según se cree, es uno de los tiburones tigres más colosales grabados en vídeo.

 

Pero más allá del sensacionalismo de estas historias, los expertos afirman que los gigantes tienen mucha información útil para la ciencia.

«¿Es de valor contar una historia sobre un tiburón grande? No», dice Chris Fischer, director y fundador de Ocearch, una organización de recopilación de datos que ha etiquetado y rastreado a algunos de los tiburones blancos más grandes del planeta.

Sin embargo, Fischer señala que si se captura, se toman muestras, se etiqueta y se libera de forma segura a un animal grande, entonces sí puede ser útil para la ciencia. Rastrear a una hembra de gran tamaño como Deep Blue, por ejemplo, puede revelar «dónde se aparean los tiburones blancos, dónde gestan y dónde dan a luz», afirma Fischer.

Siendo una especie vulnerable a la extinción, estos son datos cruciales para averiguar la mejor forma de proteger a los peces y aumentar sus poblaciones.

Una ventana al pasado

Hay otra buena razón para documentar a los más grandes entre los grandes: pueden desvelarnos datos sobre el pasado.

«Los animales grandes son puntos de datos muy útiles», afirma Stephanie Drumheller-Horton, que estudia a los antiguos parientes de los cocodrilos en la Universidad de Tennessee.

Por ejemplo, estudiar la dieta de los cocodrilos modernos más grandes es útil para intentar averiguar qué comía el Sarcosuchus imperator de 12 metros durante el Cretácico. Lolong, que murió en cautividad en Filipinas en 2013, probablemente se alimentaba de peces, aves, mamíferos e incluso ganado cuando vivía en el medio natural.

«Podemos hacer predicciones basándonos en los grupos vivos y eso incluye analizar a los ejemplares más grandes», afirma Drumheller-Horton.

Por otra parte, las medidas actuales pueden utilizarse para mostrar cómo han cambiado las especies vivas debido a la caza, la pesca y otros impactos humanos.

«Si analizas los registros históricos de algunos de estos animales, como las mantas y los tiburones ballena, verás que antes eran mucho más grandes que los que viven en los océanos hoy en día», señala Andrea Marshall, exploradora de la National Geographic Society y cofundadora de la Marine Megafauna Foundation, cuya sede está en California, pero que también tiene un centro de investigación en Mozambique.

Esto quiere decir que hemos «pescado a los individuos más grandes, ancianos y maduros», afirma Marshall. Y eso significa que los conservacionistas tienen mucho trabajo por delante para restaurar el estado original de las especies.

Los inconvenientes de ser grande

Los animales que sobreviven con tamaños gigantescos son el resultado de la combinación de varios factores, como la genética y los ecosistemas sanos. Pero ese éxito también puede ponerles una diana en la espalda.

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    Un catán se alimenta de una perca atruchada. Esta especie es uno de los peces de agua dulce más grandes de Norteamérica.

    Fotografía de Paulo Oliveira, Alamy Stock Photo

    Un ejemplo es el catán, un pez de agua dulce de aspecto prehistórico que vive en el sur de Estados Unidos y que puede alcanzar 2,5 metros de largo y pesar más de 135 kilogramos.

    «Una vez alcanzan un tamaño determinado, hay pocos depredadores que puedan comérselos», cuenta Solomon David, ecólogo acuático de la Universidad Estatal Nicholls en Luisiana.

    Pero ni siquiera un catán adulto es rival para un humano con una ballesta. David dice que mucha gente mata a estos peces impresionantes como trofeos y esto tiene consecuencias negativas para la especie, que se considera escasa y amenazada en algunas partes de su área de distribución.

    «Los objetivos son los ejemplares más grandes de una población dada», explica David. «Así que en realidad estamos eliminando esos genes» que los hacen tan grandes.

    Especies eclipsadas

    La fascinación por los animales más grandes tiene otra desventaja. Según algunos expertos, puede desviar la atención de los animales que no son atípicos.

    Existen unas 500 especies de tiburones, entre ellas especies más pequeñas y menos conocidas como la bamboa ocelada, los angelotes y el tiburón duende, señala Melissa Cristina Márquez, bióloga marina y fundadora de Fins United Initiative.

    Los angelotes en particular necesitan atención, ya que han desaparecido en más del 80 por ciento de su área de distribución a lo largo del último siglo y ahora se los considera la segunda familia más amenazada dentro de las rayas y tiburones.

    «Prestar atención solo a los tiburones grandes y “carismáticos” como los tiburones martillo, los tiburones tigre o los tiburones blancos eclipsa a las otras especies», afirma Márquez.

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    Por otra parte, Stefano Mammola, ecólogo del Consejo Nacional de Investigación de Italia, indica que los superlativos como «más grandes» pueden utilizarse para suscitar interés por animales a los que normalmente no se les presta mucha atención. En 2017, Mammola publicó un estudio en el que aparecían casi cien arañas que batían récords.

    Entre ellas figuraban la tarántula Goliat de Sudamérica, que es la araña más pesada, y la araña cazadora gigante de las cuevas de Laos, que tiene las patas más largas del mundo.

    «Si la gente siente interés por estos rasgos, que son más bien extremos, entonces quizá encuentren [a las arañas] más atractivas y esto podría traducirse en una mejor conciencia pública de estos organismos ignorados», afirma Mammola.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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