Por qué una vacuna anti-COVID-19 podría poner en peligro a los tiburones de aguas profundas

El aceite de hígado de tiburón se utiliza para potenciar la eficacia de las vacunas, pero el aumento de la demanda de esta sustancia podría perjudicar aún más a las especies en peligro crítico de extinción.

Por Justin Meneguzzi
Publicado 16 nov 2020, 13:02 CET
Cornudas comunes nadan en la costa de las Galápagos

Las cornudas comunes nadan en la costa de las islas Galápagos. Este pez se encuentra en peligro crítico de extinción debido a la demanda de sus aletas y aceite de hígado.

Fotografía de Michele Westmoreland, Nature Picture Library

Cuando busca de presas a más de 300 metros de la superficie, la cornuda común (o tiburón martillo común) depende de un aceite especial del hígado para sobrevivir a las presiones aplastantes de las profundidades.

El aceite de hígado de tiburón, o escualeno, es una sustancia grasa que proporciona una flotabilidad vital a esta especie en peligro crítico de extinción y muchas otras. Pero también supone una salvación para los humanos como agente potenciador de las vacunas, denominado adyuvante, que mejora el sistema inmunitario y aumenta la eficacia de las vacunas.

Una de esas candidatas es una vacuna desarrollada en Australia por la Universidad de Queensland, en colaboración con la empresa biofarmacéutica australiana CSL y su filial Seqirus. La vacuna, por ahora sin nombre, contiene el adyuvante MF59 con escualeno, que se obtiene de diversas especies de tiburones. Los ensayos clínicos en humanos empezaron este año y, si todo sale bien, se producirán 51 millones de dosis inicialmente.

Cada año se capturan y comercian decenas de millones de tiburones a nivel internacional —de forma tanto legal como ilegal—, la mayoría por su carne y sus aletas, pero unos tres millones o más por su escualeno. Para extraer casi una tonelada de escualeno se necesitan los hígados de entre 2500 y 3000 tiburones.

Los conservacionistas temen que el aumento de la demanda de escualeno para las vacunas, entre otros usos, ponga en mayor peligro a las especies de tiburón, un tercio de las cuales son vulnerables a la extinción.

«Es insostenible someter a esta demanda un recurso natural finito como los tiburones», afirma Stefanie Brendl, fundadora y directora ejecutiva de Shark Allies, una organización sin ánimo de lucro con sede en California.

Solo el uno por ciento del escualeno acaba en las vacunas; la mayoría se destina a productos cosméticos como la crema solar, las cremas para la piel y las cremas hidratantes. Con todo, Brendl indica que a medida que la población global crece, la necesidad de vacunas aumentará en los próximos años, y añade que algunos expertos médicos sugieren que se necesitarán varias dosis de las vacunas contra la COVID-19.

«No decimos que haya que detener los ensayos de las vacunas, pero si seguimos viendo a los tiburones como una solución fácil y no tenemos en cuenta las alternativas que existen, entonces seguiremos utilizando [escualeno] como plantilla para las vacunas», afirma Brendl.

A la luz del declive de las poblaciones de tiburones, algunas empresas de biotecnología están buscando otras fuentes de escualeno. Hay plantas que contienen la sustancia, como la caña de azúcar, los olivos, las semillas de amaranto y el salvado de arroz, por ejemplo. Aunque las alternativas vegetales están probándose en estudios y ensayos clínicos, las agencias regulatorias como la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) aún tienen que aprobarlos como parte de una vacuna final.

La extracción del hígado: una industria en aumento

Durante siglos, las personas han explotado los hígados de los tiburones como alimento y fuente de energía; por ejemplo, el aceite de hígado iluminó las farolas de la Europa del siglo XVIII. El aceite también se ha empleado como colorante de telas y alimentos, así como en productos cosméticos.

Los pescadores extraen el hígado de un tiburón en Keel Harbour, Irlanda, en una fotografía histórica.

Fotografía de Hulton-Deutsch Collection, CORBIS, Corbis via Getty Images

Pero sería en 1997 cuando Chiron —una antigua empresa de biotecnología que ha sido adquirida por Novartis— utilizó escualeno como adyuvante en la vacuna antigripal FLUAD. Otras grandes farmacéuticas, como GSK y Novartis, empezaron a recurrir al escualeno para sus vacunas antigripales y contra la gripe porcina.

Aunque la gran mayoría de los tiburones son capturados por accidente en la pesca de atún, calamar y salmón a gran escala, las deficiencias a la hora de notificar dichas capturas significan que es difícil distinguir las capturas incidentales legítimas de las actividades de pesca ilegales. Además, las especies de tiburón comerciadas rara vez se identifican en los registros.

Para satisfacer la demanda de hígados de tiburón, se ha desarrollado una industria especializada de pescadores, productores y comerciantes, sobre todo en Indonesia y la India. En un proceso que en inglés se llama «livering», los pescadores matan a un tiburón para extraerle el hígado y tiran el resto del cadáver por la borda.

En los centros de procesamiento en tierra firme, los hígados se pican, se hierven y se colocan en tanques donde los centrifugan para separar el aceite de cualquier residuo. A continuación, el aceite se envasa y se transporta por todo el mundo. Una tonelada de aceite de hígado de tiburón podría valer miles de dólares dependiendo de su contenido de escualeno.

En un informe de 2014, la organización sin ánimo de lucro WildLifeRisk describió una fábrica del sudeste de China que procesaba ilegalmente 600 tiburones ballena —una especie protegida— y tiburones peregrinos al año.

«Leucocitos naturales»

Aunque todos los tiburones tienen escualeno, los pescadores buscan especies de aguas profundas, cuyos hígados son más grandes y, por consiguiente, tienen mayores concentraciones de aceite. Estos tiburones son muy vulnerables a la sobrepesca porque maduran lentamente; algunos tardan una década en empezar a reproducirse.

En consecuencia, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que establece el estado de conservación de la fauna y la flora, considera que casi la mitad de las 60 especies de tiburones más buscadas por sus hígados —entre ellas la cornuda común, el marrajo carite y el tiburón ballena— son vulnerables a la extinción.

Muchas de esas especies están protegidas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), que restringe o prohíbe la pesca de determinadas especies marinas, como los tiburones y las rayas.

Joanne Cleary, portavoz de Seqirus, que utiliza el adyuvante MF59 con escualeno, contó a National Geographic que su escualeno procede de especies de tiburón que no están protegidas por CITES. En una pregunta posterior, Cleary no reveló si los proveedores de Seqirus cumplen con las normas de pesca sostenibles establecidas por el Marine Stewardship Council.

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    Según Brendl, de Shark Allies, «que una pesquería evite las especies protegidas no significa necesariamente que sea sostenible. Solo unas pocas especies están protegidas legalmente y se tarda años en lograr que una nueva figure en las listas de protección».

    Perder a depredadores apicales marinos, como la cornuda común, podría resultar desastroso para el medioambiente, señala Austin Gallagher, explorador de National Geographic y científico jefe de Beneath the Waves, un grupo de conservación de tiburones con sede en Virginia.

    «Los tiburones desempeñan un papel crucial como los leucocitos naturales de nuestros océanos», dice Gallagher. «Mantienen nuestros ecosistemas sanos al comerse a otros animales que están enfermos, heridos o que no son aptos para transmitir sus genes. Son agentes de la selección natural de la forma más poética».

    ¿Qué hay de la pureza?

    Brendl dice que las compañías farmacéuticas tienen la responsabilidad de desarrollar alternativas viables al escualeno de tiburones para presentárselas a los reguladores. Señala que Novavax, una empresa estadounidense de desarrollo de vacunas, ya utiliza un adyuvante de escualeno alternativo, el Matrix-M, en ensayos clínicos para su vacuna experimental anti-COVID-19. Matrix-M se fabrica con la corteza del quillay, un árbol abundante en Chile.

    Aunque la empresa considera que el adyuvante de quillay es seguro, aún no ha sido evaluado como parte de un producto final presentado ante la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos.

    Según la portavoz de Seqirus, «en esta fase, los escualenos [alternativos] no han sido aprobados por los reguladores para su uso en vacunas debido a los niveles de pureza requeridos».

    Sin embargo, el Instituto de Investigación de Enfermedades Infecciosas descubrió que el escualeno de calidad farmacéutica producido por la empresa de biotecnología estadounidense Amyris cumplía y, en algunos casos, superaba los perfiles de seguridad y pureza del escualeno de tiburón, según Chris Paddon, científico jefe de Amyris.

    Explica que Amyris está apostando por la caña de azúcar como solución al escualeno de tiburón. La empresa cultiva cientos de hectáreas de caña de azúcar en el sudeste de Brasil para procesar el escualeno. En teoría, solo diez hectáreas de caña de azúcar podrían producir suficiente escualeno para mil millones de vacunas anti-COVID-19.

    Paddon señala que, como los productores pueden controlar la forma en que se cultiva y se cosecha la caña de azúcar, es posible garantizar la calidad del escualeno. «Cuando utilizas productos animales, vienen acompañados de impurezas por el medioambiente donde se crían y los lugares donde los procesan». Además, Paddon indica que el cultivo de caña de azúcar es más barato que capturar tiburones y extraerles el hígado.

    Gallagher, de Beneath the Waves, añade que la pandemia ha intensificado el escrutinio público del proceso de desarrollo de vacunas y lo que se incluye exactamente en nuestros medicamentos.

    «Uno de los aspectos significativos que también ha surgido con esta pandemia es sacar a la luz sobre el problema medioambiental que tenemos aquí, que es la gran pérdida de tiburones de nuestros mares que ocurre a escala global», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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