Estos gusanos depredadores gigantes acechaban en el antiguo fondo marino

Los fósiles de galerías conservadas en rocas antiguas sugieren que los gusanos podrían haber surgido de la arena para atrapar peces durante millones de años.

Por Riley Black
Publicado 22 ene 2021, 11:41 CET

Los gusanos depredadores Bobbit o gusanos de arrecife gigantes (Eunice aphroditois) pueden llegar a medir tres metros de largo. Este fue fotografiado en el estrecho de Lembeh, Indonesia.

Fotografía de Ryan Rossotto, Nat Geo Image Collection

Ocultos bajo el fondo marino que rodea los arrecifes de coral, los gusanos gigantes aguardan a que un pez desafortunado se acerque lo suficiente para atraparlo con sus ágiles mandíbulas, tras lo cual regresan a sus galerías de arena.

Ahora, unas galerías fosilizadas descubiertas recientemente y detalladas en la revista Scientific Reports indican que las versiones de estos voraces gusanos marinos probablemente devoraban peces desprevenidos hace unos 20 millones de años en la zona norte del actual Taiwán.

Las galerías, descubiertas en el Geoparque de Yehliu y el promontorio de Badouzi de la isla, son lo que se conoce como icnofósiles o pistas fósiles: las improntas que dejan a su paso las actividades de los animales antiguos. Las pistas fósiles son valiosas porque pueden conservar información sobre el comportamiento de una criatura. En este caso, los tubos prehistóricos, cada uno de más de dos metros de largo y casi 2,5 centímetros de ancho, son pistas fósiles que probablemente dejaron a su paso unas criaturas que vivieron en el Cenozoico, cuando esta parte del mundo estaba sumergida.

Aunque los gusanos Bobbit modernos se documentaron a finales del siglo XVIII, los investigadores no los habían estudiado en detalle hasta hace poco. Los nuevos fósiles indican que estos voraces gusanos marinos habrían sido una parte de los ecosistemas oceánicos desde tiempos inmemoriales, reforzando las ventajas evolutivas de su astuta técnica de caza.

Un modelo en 3D muestra el comportamiento de caza de los gusanos Bobbit y la formación propuesta de las pistas fósiles, que ahora se conocen como Pennichus formosae. Los gusanos Bobbit aguardan dentro de sus galerías en forma de ele y utilizan sus fuertes mandíbulas para atrapar los peces que pasan nadando junto a la entrada de la guarida.

Fotografía de Ludvig Löwemark

Galerías conservadas en la roca

Los gusanos Bobbit modernos son gusanos poliquetos y pertenecen al mismo grupo de animales que los gusanos Arenicola marina que producen burbujitas a medida que la marea sube y baja en la playa. Pero los gusanos Bobbit pueden crecer mucho más que cualquier cosa que veas en la orilla.

Estos depredadores por emboscada consumados pueden medir desde unos cuantos centímetros hasta casi tres metros de largo y son muy astutos. En 2009, los trabajadores del Blue Reef Aquarium, en Inglaterra, se quedaron perplejos cuando los peces empezaron a desaparecer, hasta que descubrieron que un gran gusano Bobbit —apodado Barry— había pasado desapercibido entre los recovecos del hábitat de arrecife.

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    En 2013, Masakazu Nara, biólogo de la Universidad de Kochi, estaba rastreando rocas de 20 millones de años en Taiwán en busca de pistas fósiles del comportamiento de alimentación de las rayas cuando advirtió una serie de galerías extrañas. A primera vista, parecía que estas galerías en forma de ele habían sido obra de camarones antiguos, cuenta Ludvig Löwemark, paleontólogo de la Universidad Nacional de Taiwán y coautor del estudio. Muchas criaturas excavan en el fondo marino arenoso, así que las pistas fósiles no parecían nada fuera de lo normal.

    Con todo, los científicos no daban con identificación definitiva para el fósil. Entonces, en 2017, cuando una conferencia internacional reunió a expertos en pistas fósiles en Taipei, Taiwán, Löwemark y sus colegas pudieron comparar notas. Las galerías no encajaban con nada observado antes en el registro fósil.

    «El hecho de que nadie hubiera visto algo similar nos convenció de que esta era una nueva especie de pista fósil», afirma Löwemark.

    Sin embargo, determinar qué animal había creado estas guaridas requirió más labor detectivesca. «No fue una sola característica la que nos convenció de que esta galería había sido obra de un gusano, sino una combinación de características», explica Löwemark. Las partes superiores de las guaridas parecían haberse derrumbado y dejado huellas similares a plumas en la roca, lo que sugiere que un animal que entraba y salía las utilizó una y otra vez. «Las chimeneas indican un incidente violento», añade Löwemark, como que un gusano surgiera de repente de su escondrijo, en lugar de que una almeja saliera poco a poco de la arena.

    La parte superior de esta galería fosilizada hallada en Taiwán forma una estructura de derrumbe en forma de plumas, similar a las estructuras de las guaridas de los gusanos Bobbit modernos.

    Fotografía de Ludvig Löwemark

    Una prueba geoquímica fundamental fortaleció el caso. Las partes superiores de las galerías tenían un elevado contenido de hierro, algo que sugería que su creador estaba rezumando mucosidad a lo largo de las paredes superiores para mantener la forma de la estructura. A continuación, las bacterias se alimentaron de esta sustancia viscosa y produjeron sulfuro de hierro. La fortificación con mucosidad encaja con la de las madrigueras actuales de los gusanos Bobbit. Asimismo, la arena antigua sobre las galerías parece haberse visto alterada con regularidad e indicaría que es probable que las ocupara un depredador por emboscada. Los gusanos Bobbit encajaban con el fósil.

    «Unas galerías tan enormes con señales de alteración similares a plumas son el rastro idéntico de estos gusanos», afirma Jakob Vinther, paleontólogo de la Universidad de Bristol que no participó en el nuevo estudio. Señala que también coinciden el tamaño de las galerías y la forma en que el comportamiento de los invertebrados alteró la arena.

    Los gusanos Bobbit a lo largo de la historia

    En general, las pistas fósiles se describen y se nombran sin identificar la criatura específica que las dejó, indica Murray Gingras, paleontólogo de la Universidad de Alberta. Esto se debe a que rara vez se encuentran pistas fósiles y cuerpos fósiles juntos. Gingras dice que el nuevo artículo, que llama a las galerías fosilizadas Pennichnus formosae, aporta buenos argumentos a favor de la interpretación del gusano Bobbit, pero los cuerpos fósiles ayudarían a confirmar lo que sugieren las pistas.

    «Como el gusano consta casi totalmente de tejido blando, las probabilidades de preservación son ínfimas», afirma Löwemark. Con todo, las mandíbulas características de estos gusanos constan de proteínas endurecidas y pueden tener puntas de zinc, así que tienen más probabilidades de aparecer en el registro fósil. «Creo que este tipo de mandíbulas se remontan al Ordovícico», afirma Vinther, refiriéndose a una época que ocurrió hace más de 443 millones de años.

    Hay fósiles más antiguos atribuidos a este tipo de gusanos. Rocas de aproximadamente 400 millones de años halladas en Ontario, Canadá, contienen señales de gusanos que se comportaron de forma similar a los Bobbit modernos. Sin embargo, resulta extraño que no se hayan encontrado más fósiles como estos. Basándose en lo distintivas y grandes que pueden ser estas galerías, estas pistas deberían ser relativamente habituales en rocas de los últimos 20 millones de años, señala Gingras.

    Quizá los científicos no hayan aprendido a reconocerlas hasta hace poco y, con un poco de suerte, los paleontólogos podrían seguir el rastro de estos gusanos hasta sus galerías más antiguas... si se atreven.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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