Los elefantes regresan a un parque nacional azotado por el conflicto

La aparición de casi 600 elefantes en el parque nacional de Virunga, en la RDC, sugiere que es más seguro de lo que era para la fauna.

Por Haley Cohen Gilliland
fotografías de Brent Stirton
Publicado 7 abr 2021, 14:16 CEST
Elefantes recién llegados a Virunga

Algunos de los casi 600 elefantes recién llegados de Uganda se desplazan por un pastizal en el parque nacional de Virunga. Hasta su llegada, la población de elefantes de Virunga era de unos 120 animales, ya que la caza furtiva y la violencia de los últimos años han matado o ahuyentado a muchos.

Fotografía de Brent Stirton/Getty Images

Los elefantes de sabana han regresado en masa al parque nacional de Virunga, en la República Democrática del Congo. Se trata de un acontecimiento que ha sorprendido al personal del parque e indica un punto de inflexión en la búsqueda de estabilidad de Virunga en una región asediada por la violencia durante décadas. En agosto, casi 600 elefantes cruzaron a Virunga desde el parque nacional de la reina Isabel II, en la vecina Uganda. Más de seis meses después, siguen allí, lo que sugiere que se sienten seguros en su nuevo hogar.

«No ha habido una expresión mejor de la resurrección de Virunga», dice el director del parque, Emmanuel de Merode. «Llegué al Congo hace 30 años y nunca he visto nada igual».

Virunga, una superficie de 7800 kilómetros cuadrados que consta de estepas, sabanas, volcanes y campos nevados a lo largo de la frontera oriental de la RDC, es vulnerable a los ataques de las milicias, a la caza furtiva, la caza de carne de animales salvajes, la pesca sin licencia y la tala ilegal para obtener carbón vegetal. Más de 200 guardabosques han muerto protegiendo el parque en los últimos 25 años, 21 de ellos este año. A finales de febrero, el embajador italiano en la RDC fue asesinado en un supuesto intento de secuestro cerca de la frontera meridional del parque. Y el propio de Merode recibió un disparo en 2014 en un intento de asesinato.

Los guardabosques exploran las ruinas del Hotel Rwindi, ubicado en el centro de Virunga. Antes de que la región quedara sumergida en la violencia en la década de 1990, el hotel acogió al antiguo dictador de la RDC, Mobutu Sese Seko, así como a turistas deseosos de observar la fauna de la zona.

Fotografía de Brent Stirton/Getty Images

La violencia también ha tenido consecuencias inevitables para los animales salvajes. En la década de 1970, el Gran Paisaje de Virunga (que incluye parques en Ruanda y Uganda) albergaba la mayor biomasa de grandes mamíferos del mundo, que incluía a sus famosos gorilas de montaña y a una población próspera de unos 8000 elefantes de sabana, unas criaturas muy perceptivas e inteligentes que pueden pesar hasta siete toneladas y vivir hasta 70 años.

Pero esa población empezó a disminuir cuando el genocidio de Ruanda —seguido poco después por la Primera y la Segunda Guerra del Congo— dejó la zona sumida en el conflicto en la década de 1990. Algunos elefantes huyeron a un territorio más seguro y muchos fueron víctimas de los cazadores furtivos, ya que los vecinos pobres y las redes de tráfico querían beneficiarse de los colmillos de marfil. En los últimos años, las autoridades del parque estimaban que solo quedaban 120 elefantes en Virunga.

La viuda y los tres hijos Bagurubumwe Chuhoze Deogene, guardabosques de Virunga, rodean su tumba en su funeral en 2020. En los últimos 25 años, más de 200 guardabosques han sido asesinados mientras protegían el parque, entre ellos 21 guardabosques desde principios de 2021.

Fotografía de Brent Stirton/Getty Images

Los guardabosques patrullan el lago Edward, una zona de Virunga preciada por sus peces por las milicias. Según el director de Virunga, Emmanuel de Merode, la pesca ilegal en el lago Edward genera 60 millones de dólares en beneficios cada año.

Fotografía de Brent Stirton/Getty Images

«Cuando vuelan balas por el aire, ya sea por las luchas entre milicias o las personas que atacan directamente a los elefantes, recogen todo y se van», afirma Anne-Marie Weeden, conservacionista y fundadora de Petrichor Africa, una organización con sede en Uganda que asesora a los sectores africanos de conservación y fauna.

El guarda de conservación del gobierno Faustin Gakuru (23) se recupera de heridas de bala en una habitación del hospital de Goma. En 2020, Gakuru trabajaba con un grupo de guardabosques de Virunga para construir una valla eléctrica a lo largo de la frontera del parque cuando fueron atacados. Los rebeldes se oponen a la valla porque impide su acceso al parque y sus recursos.

Fotografía de Brent Stirton/Getty Images

En el pasado, los lagos de Virunga albergaban la mayor población de hipopótamos del mundo, pero la caza furtiva y la pérdida de hábitat la han diezmado. Para 2016, sus poblaciones habían quedado reducidas a unos 2400 ejemplares, un descenso de un 90 por ciento respecto a su población de 30 000 ejemplares en la década de 1970.

Fotografía de Brent Stirton/Getty Images

La guarda de conservación Chantal Kahinda Vinywa vigila desde su puesto de observación en el lago Edward. Los guardabosques están más preocupados de lo normal por esta zona; la mayoría de los elefantes que migraron a Virunga desde Uganda se han congregado en el cercano corredor de Ishasha, un área frecuentada por los rebeldes que viajan al lago.

Fotografía de Brent Stirton/Getty Images

Entonces, el pasado agosto, regresaron.

«El aparente aumento de los elefantes en Virunga es muy esperanzador, porque quiere decir que Virunga debe de ser más seguro de lo que era», afirma Iain Douglas-Hamilton de Save the Elephants, cuyo equipo colocó 15 rastreadores por radio a los elefantes de Virunga en 2015 para que el personal del parque los rastreara.

El tamaño de esta manada, que Merode y sus colegas han observado desde un avión de vigilancia, es extraordinario, dice. Históricamente, grupos pequeños de elefantes han ido y venido entre los parques, pero en los últimos años se han mantenido alejados. Ahora, de Merode ha podido mirar por la ventana de la cabina y ver elefantes salpicados por los pastizales hasta donde alcanzaba la vista.

Esperanza en tiempos de enfermedad y violencia

El regreso de los elefantes ha sido un rayo de esperanza para el parque y dado fuerzas a los guardabosques en un momento desmoralizante. La COVID-19, que llegó tras un brote de ébola aplastante, ha sumido a las comunidades ya empobrecidas que rodean Virunga en una mayor desesperación económica. El resultado, dice de Merode, ha sido un aumento de la violencia, ya que los vecinos cada vez más desesperados son más propensos a unirse a las milicias.

A pesar de estos problemas, el personal de Virunga ha conseguido impedir la caza furtiva de elefantes desde la llegada de la nueva manada. Es una proeza teniendo en cuenta que los elefantes se han congregado en el turbulento corredor de Ishasha, una zona codiciada por las milicias por su acceso al lago Edward y sus importantes peces.

En enero seis guardabosques fueron asesinados en una emboscada no muy lejos, probablemente como venganza por la nueva valla eléctrica que cortaba el acceso de las milicias al lago, dice de Merode. Un mes más tarde, los grupos volvieron a enfrentarse a los guardabosques. De Merode, que prestaba apoyo de vigilancia desde el avión, observó nervioso cómo 200 elefantes se dispersaban para huir de las balas.

Los elefantes recién llegados podrían entrar en conflicto con las comunidades locales, lo que podría provocar matanzas como represalia. Cuando una pareja de elefantes mató a dos agricultores a las afueras del parque, las autoridades del parque dijeron que extenderían la valla para mantener a los elefantes alejados de los asentamientos humanos.

De Merode está seguro de que el personal de Virunga podrá mantener a la comunidad a salvo de los elefantes y a estos a salvo de los cazadores furtivos. Expresa su emoción por los cambios que podrían traer las criaturas al parque. Los elefantes pastan de forma voraz y destructiva, lo que en realidad puede resultar beneficioso para sus hábitats. Cuando los elefantes atraviesan un bosque, suelen derribar árboles, lo que a su vez provoca incendios forestales estacionales más intensos, humedad más baja en el suelo y, por consiguiente, hierba más nutritiva.

El regreso de tantos elefantes a Virunga ha alegrado a los guardabosques en un año más bien sombrío. Esperan que el impacto de los elefantes en los pastizales tenga efectos positivos para los otros herbívoros del parque.

Fotografía de Brent Stirton/Getty Images

Dichas dinámicas permiten que otros herbívoros de parque, como los facóqueros y especies de antílope como el cobo y el topi, también prosperen, dice de Merode. «Los elefantes podrían crear un ciclo que algún día podría traer de nuevo la mayor biomasa de mamíferos del mundo a Virunga».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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