Los peces más grandes del mundo están desapareciendo sin dejar rastro

Los investigadores se han unido para comprender mejor la amenaza a la que se enfrentan los tiburones ballena. "Tenemos el deber de proteger a una de las especies más bellas y carismáticas del mundo".

Por Melissa Hobson
Publicado 24 may 2024, 10:03 CEST

Las luces de los pescadores atraen al plancton y a un joven tiburón ballena en Yibuti.

Fotografía de Tom Peschak, National Geographic Image Collection

Las colisiones de barcos con las ballenas más raras del mundo han acaparado recientemente la atención mundial. Pero, hasta hace poco, la comunidad científica no era consciente de que esos mismos buques podían estar matando tiburones ballena, una especie en peligro de extinción y el pez más grande del mundo.

Un nuevo estudio ha reunido a más de 75 investigadores para cuantificar la amenaza que el transporte marítimo puede suponer para los tiburones ballena, que viven en aguas cálidas tropicales y subtropicales de todo el mundo, incluidos los océanos Índico, Pacífico y Atlántico.

Los científicos cartografiaron las zonas de concentración de tiburones ballena (conocidas como constelaciones por los dibujos en forma de estrella que tienen los tiburones en el lomo) en 26 países, y las superpusieron con información sobre la posición de los grandes buques, facilitada por Global Fishing Watch, una organización sin ánimo de lucro que utiliza la tecnología para aumentar la transparencia sobre el uso y la gestión de nuestros océanos.

Descubrieron que los tiburones corrían más peligro en las regiones con mayor tráfico de Ecuador, México, Malasia, Filipinas, Omán, Seychelles y Taiwán. Aunque se desconoce cuántos tiburones están muriendo, su proximidad a tanta actividad naviera sugiere que la carga es elevada, afirma la autora principal, Freya Womersley, investigadora de la Fundación para la Investigación y Conservación Marinas y la Universidad de Southampton (Reino Unido).

"Por primera vez, hemos podido cartografiar la mayoría de las constelaciones de tiburones ballena a nivel mundial gracias a las contribuciones de la comunidad de investigadores sobre el tiburón ballena", afirma Womersley.

Las ballenas, como las francas, permanecen cerca de la superficie para respirar aire, lo que las hace especialmente vulnerables a chocar con los barcos. Aunque los tiburones ballena, que a menudo alcanzan los 10 metros de largo, no necesitan subir a respirar, pasan alrededor de la mitad de su tiempo navegando en la superficie alimentándose de plancton.

"Los datos recopilados en el estudio sobre el marcado de tiburones ballena en todo el mundo muestran cuánto tiempo pasan en esa zona de alto riesgo", afirma Michael Heithaus, ecologista especializado en tiburones de la Universidad Internacional de Florida (Estados Unidos) que no participó en el estudio, publicado en mayo en la revista Science of the Total Environment.

A medida que aumenta el transporte marítimo en todo el mundo, estos expertos afirman que es vital actuar ya para proteger a los tiburones: hay más de 100 000 buques que transportan mercancías en todo el mundo, y su número podría aumentar hasta un 1200% de aquí a 2050.

¿Por qué han pasado desapercibidas las muertes de tiburones? Una de las principales razones es la falta de pruebas.

"Los cadáveres de mamíferos marinos pueden flotar o llegar a la costa, por lo que el problema es mucho más visible", afirma Womersley. Los tiburones, sin embargo, tienen una flotabilidad negativa, por lo que se hunden en el fondo cuando mueren.

Esto también significa que es probable que se subestime el daño que causan los grandes barcos a los tiburones ballena. Por ejemplo, muchos tiburones ballena que han colisionado con pequeñas embarcaciones llevan alrededor grandes cicatrices.

"Los tiburones ballena son grandes y bastante resistentes, por lo que si sufren una lesión no letal suelen recuperarse", explica Heithaus; "pero cuando son golpeados por uno de estos grandes barcos, no van a sobrevivir".

Se desconoce si el número de animales que mueren es lo bastante grande como para afectar al tamaño de la población. En la península mexicana de Yucatán se contabilizan cada año más de 400 individuos, mientras que frente a Madagascar se han identificado casi 500 tiburones.

"Estamos intentando armar un rompecabezas pieza a pieza para ayudar a proteger la especie antes de que sea demasiado tarde", afirma Womersley.

Hay dos tácticas que ya funcionan bien para prevenir las colisiones de los barcos con las especies de mamíferos marinos: reducir la velocidad de los buques y desviar su ruta. Womersley afirma que los gobiernos, la industria, los científicos y las organizaciones sin ánimo de lucro pueden utilizar estos conocimientos para trabajar juntos y evitar matar a los tiburones ballena.

Por ejemplo, mediante la simulación de los movimientos de los buques, el nuevo estudio demostró que reducir la velocidad de los buques en un 75% aumentaba el tiempo de tránsito en sólo un 5%, al tiempo que facilitaba a los capitanes de los buques ver y evitar a los tiburones. Otra simulación demostró que el desvío de las embarcaciones alrededor de los hábitats principales era aún menos perjudicial para la navegación, ya que el tiempo de tránsito sólo aumentaba un 0,5%, una media de unas 2,4 horas por embarcación.

A Heithaus le sorprendió que unos cambios relativamente pequeños pudieran tener un impacto impresionante para los tiburones sin perjudicar realmente al sector.

"En términos de conservación, todos salimos ganando sin que la gente tenga que hacer grandes concesiones", afirma.

Añade que la gente suele estar dispuesta a hacer pequeños cambios si tienen un gran impacto, sobre todo en el caso de una especie tan carismática como el tiburón ballena, cuyo ecoturismo supone millones de euros en todo el mundo para las comunidades locales.

Designar hábitats del tiburón ballena vedados a los grandes barcos (temporalmente, estacionalmente o cuando hay un número determinado de tiburones) también podría hacer que las aguas fueran más seguras para los tiburones ballena y otras especies, dice Womersley.

Por ejemplo, en la costa este de Estados Unidos se aplican restricciones de velocidad en determinadas épocas del año para proteger a las ballenas francas del Atlántico Norte, especie en peligro de extinción.

"Tenemos el deber de proteger a una de las especies más bellas y carismáticas del mundo, que lleva en esta Tierra millones de años antes que los humanos".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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