Las tormentas solares podrían desorientar a las ballenas y provocar varamientos

Un nuevo estudio sugiere que las ráfagas de radiación electromagnética que emite el Sol podrían desorientar a las ballenas temporalmente.

Por Douglas Main
Publicado 25 feb 2020, 13:58 CET
Ballena gris varada
Una ballena gris varada en Point Reyes Station, California. Una nueva investigación sugiere que las tormentas solares podrían desorientar a los animales temporalmente.
Fotografía de Justin Sullivan, Getty

Las ballenas grises migran más de 16 000 kilómetros a lo largo de la costa occidental de Norteamérica, un recorrido más largo que el que realiza casi cualquier otro mamífero. En verano, se dirigen al norte y a veces llegan hasta las islas Aleutianas de Alaska; en invierno, viajan al sur y dan a luz en la costa de México.

Una nueva investigación sugiere que las tormentas solares podrían interferir de forma temporal en su capacidad de orientación durante estas largas travesías y que quizá podrían llegar a causar varamientos. Señala que es posible que las ballenas grises usen los campos magnéticos terrestres para orientarse. Por ahora solo se sabe de forma concluyente que se orientan por la vista.

Las tormentas solares (fenómenos en los que el Sol expulsa grandes cantidades de partículas de alta energía) bombardean la Tierra con niveles elevados de radiación electromagnética, que pueden afectar a las tecnologías humanas, como los satélites y las redes eléctricas. Se cree que las tormentas solares afectan considerablemente a la mayoría de los animales, humanos incluidos, sobre todo porque el campo magnético de la Tierra protege el planeta de gran parte de esta radiación.

El hallazgo de que las tormentas solares puedan contribuir a los varamientos de ballenas se describe en un estudio publicado el 24 de febrero en la revista Current Biology, que añade un factor más a la lista de fenómenos vinculados a los varamientos de ballenas. Actualmente, la cantidad de varamientos de ballenas es muy elevada, posiblemente por la hambruna provocada por la escasez de presas. Desde enero de 2019 se han quedado varadas más de 180, muchas más de lo normal.

Para comprender qué factores podrían estar vinculados a los varamientos, la ecóloga sensorial de la Universidad de Duke Jesse Granger y sus colegas examinaron los registros de ballenas grises varadas vivas desde 1985 en la costa oeste de Norteamérica. Eligieron estos varamientos para descartar otros factores: los animales no parecían estar enfermos ni heridos antes de acabar en la playa. Entonces ¿por qué se quedaron varados?

Los investigadores descubrieron que en los días con un alto nivel de ruido de radiofrecuencia, como el causado por las tormentas solares, era cuatro veces más probable que se produjeran varamientos de ballenas.

Señales de interferencia

En otros animales, como los petirrojos europeos, se ha demostrado que el ruido de radiofrecuencia de banda ancha puede impedir que usen su brújula magnética temporalmente. Esta capacidad permite a los animales detectar las variaciones del campo magnético terrestre, que varían según el lugar y les permite saber dónde están y a dónde van.

Según Granger, que actualmente es candidata a doctora, los científicos tienen la hipótesis de que eso es lo que está ocurriendo en este caso.

«Aunque este estudio no aporta pruebas concluyentes de magnetorrecepción en estas ballenas, sí añade una indicación en esta dirección, ya que retira otras causas posibles de varamientos como la captura incidental, los golpes de los barcos o las enfermedades obvias. Además, analizan con mucho detalle los parámetros geofísicos afectados por las tormentas solares y el efecto que tiene en la orientación de las ballenas», afirma Ellen Coombs, investigadora del University College London que no participó en el trabajo.

Las tormentas solares pueden incluir fulguraciones solares, en las que el Sol expulsa partículas de alta energía.
Fotografía de NASA, Sdo

Ken Lohmann, de la Universidad de Carolina del Norte, explica que sabemos que otros animales marinos (como las tortugas y el salmón) migran grandes distancias bajo el agua detectando estos campos magnéticos y esta capacidad también se ha encontrado en animales tan diversos como las abejas, las aves, las hormigas, las termitas y probablemente algunos anfibios. (Se desconoce si las tormentas solares afectan a la capacidad de orientación de estos animales.)

Se ha demostrado que algunos animales usan esta brújula magnética colocándolos entre las bobinas de lo que básicamente son imanes gigantes, pero las ballenas son demasiado grandes para dichos experimentos.

Coombs indica que las ballenas grises pasan gran parte del tiempo bajo el agua, sin indicaciones visuales, así que es lógico que usen otro sentido además de la vista.

Aturdidas y confusas

En el trabajo, los autores analizaron otros factores como los ciclos climáticos y la variación estacional, que no parecían repercutir en los varamientos. También examinaron cuánto oscilaba el campo magnético terrestre (una medida denominada índice Ap) para comprobar si estaba vinculado a los varamientos. Pero no lo estaba, un resultado que desconcertó a Granger, ya que preveía que las variaciones locales del campo magnético hacían que la ballena se sintiera confusa respecto a su ubicación y que acababa varada en la orilla.

La teoría era «que la ballena cree que está en la calle Cuarta, cuando en realidad está en la calle Sexta», afirma Granger. Pero parece que no es así. Según ella, es posible que se queden «a ciegas» de forma temporal, de ahí que se desorienten y se queden encalladas en tierra.

Se cree que las aves usan proteínas especiales en las retinas llamadas criptocromos para detectar el campo magnético de la Tierra y es plausible que el ruido de radiofrecuencia interfiera en el proceso, que depende del cerebro para distinguir las variaciones electroquímicas sutiles. Sin embargo, existen otras formas de detectar el magnetismo, como por ejemplo usar los trocitos de un mineral de hierro llamado magnetita, presente en los sistemas nerviosos de algunos animales.

Granger insiste en que existen muchos factores más vinculados a los varamientos, como las enfermedades, la hambruna, los golpes de los barcos y las tecnologías humanas como el sónar naval y las pistolas hidráulicas usadas en la prospección petrolífera.

«Es probable que los varamientos no tengan una única causa y no hay forma de evitar que ocurran todas. Pero no cabe duda de que es útil para que quienes trabajan en conservación sean conscientes de los factores que incrementan las probabilidades de varamientos», explica Lohmann.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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