Las ratas podrían no haber sido las culpables de transmitir la peste negra

Un nuevo y provocador estudio sugiera que la peste medieval se propagó a través de las pulgas y los piojos de las personas.

Por Michael Greshko
Publicado 16 ene 2018, 16:50 CET
Rata doméstica
Una rata doméstica (Rattus rattus) en el centro de investigación aviar George M. Sutton.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

Durante mucho tiempo, se ha culpado a las ratas de haber propagado los parásitos que transmitieron la peste por Asia y Europa durante la Edad Media, enfermedad que mató a millones de personas. Ahora, un nuevo y provocador estudio ha elaborado un modelo de estos antiguos brotes y sugiere que los vilipendiados roedores podrían no ser los culpables al fin y al cabo.

En su lugar, el estudio, publicado el lunes en la revista PNAS, acusa a los parásitos humanos —como las pulgas y los piojos— de ser los principales transmisores de la bacteria de la peste durante la Segunda Pandemia, una serie de brotes devastadores que se produjeron entre el siglo XIV y principios del siglo XIX.

Estos brotes incluyen la infame peste negra, que acabó con un tercio de la población europea a mediados del siglo XIV y que dejó decenas de millones de víctimas.

«La peste transformó la historia humana, por eso es muy importante entender cómo se extendía y por qué se extendía con tanta rapidez», afirma la autora principal del estudio Katharine Dean, investigadora de doctorado en el Centro de Síntesis Ecológica y Evolutiva de la Universidad de Oslo.

Una mordedura mortal

Cuando las pulgas infectadas con la bacteria Yersinia pestis muerden a los humanos, las bacterias pueden introducirse en el torrente sanguíneo y acumularse en los nodos linfáticos de los humanos, que se distribuyen por el cuerpo. La infección hace que los nodos linfáticos se inflamen y formen horribles bubones, de ahí la denominación de peste bubónica.

En casos de peste desde finales del siglo XIX —incluido un brote en Madagascar en 2017— las ratas y otros roedores ayudaron a propagar la enfermedad. Si la Y. pestis infecta a las ratas, la bacteria puede transmitirse a las pulgas que beben la sangre del roedor. Cuando una rata afectada por la peste muere, sus parásitos abandonan el cadáver y pueden morder a los humanos.

Debido al papel de las ratas en las plagas modernas, así como las pruebas genéticas de que las víctimas de la peste medieval murieron por Y. pestis, muchos expertos creen que las ratas también propagaron la peste durante la Segunda Pandemia.

En 1986, los arqueólogos descubrieron una fosa común en East Smithfield, Londres, que se usó para enterrar a las víctimas de la peste negra en la década de 1340. En aquella época, un observador dijo que se enterraba a diario a 200 víctimas de la peste.
Fotografía de Mola, Getty

Sin embargo, algunos historiadores argumentan que la peste negra podría haberse extendido de forma diferente. Para empezar, la peste negra avanzó por Europa mucho más rápido que cualquier otro brote moderno de peste. Además, el «descenso de ratas» precede a algunas plagas modernas, pero los registros de la peste medieval no mencionan la muerte masiva de ratas.

«Los genetistas y los historiadores modernos colocaron a la rata en la posición [de extender la peste] y estaban recogiendo hasta la más mínima prueba», afirma Samuel Cohn, historiador medieval de la Universidad de Glasgow que ha criticado la teoría de las ratas y las pulgas.

Una pandemia virtual

Como alternativa, algunos expertos han dado vueltas durante mucho tiempo a la idea de que las pulgas de los humanos propagaron la peste negra. Si las pulgas y los piojos se infectaban con la peste al morder a un humano infectado, es posible que pudieran saltar sobre una persona en un lugar cerrado y transmitir la enfermedad.

Matemáticamente, los patrones de propagación de la enfermedad en una población son diferentes para los modelos de transmisión rata-pulga y humano-parásito. Para ponerlos a prueba, el equipo de Dean hizo un modelo de cada uno a partir de ecuaciones que simulaban el ascenso y el descenso de un brote, basándose en cómo se comportarían las ratas, las pulgas y los piojos y en cómo contagiarían la peste.

«Es contabilidad básica: ves cómo se mueve la gente [en la simulación]», explica el coautor Boris Valentijn Schmid, biólogo computacional de la Universidad de Oslo y tutor de doctorado de Dean.

Tras ejecutar sus modelos varias veces, Dean y Schmid evaluaron estadísticamente qué modelos encajaban mejor con los patrones de mortalidad de nueve brotes de peste europea diferentes desde la Segunda Pandemia. Para su sorpresa, descubrieron que en siete de las nueve ciudades que examinaron, el modelo humano-parásito encajaba mejor en los registros de mortalidad que el modelo rata-pulga.

«Es un trabajo genial», afirma Charles «Chick» Macal, científico de sistemas en el Laboratorio Nacional de Argonne que elabora patrones de la propagación de enfermedades, pero no participó en el estudio. «Llegamos a la pregunta subyacente de por qué ocurren estos brotes».

Dean y Schmid dicen que sus modelos aún se pueden mejorar con datos más experimentales. También reconocen que su estudio probablemente suscitará controversia entre los expertos en la peste, algunos de los cuales argumentan que las ratas provocaron los brotes medievales.

«En la peste hay mucho debate intenso», afirma Dean, que se ve a ella misma y a Schmid como observadores más objetivos en este caso. «No tenemos ningún interés personal».

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