Descubren seis volcanes submarinos cerca de las costas de Sicilia

El hallazgo de los volcanes el transitado canal pone de relieve cuántos misterios esconde el mar.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 5 ago 2019, 13:34 CEST
Actea
Un buzo de los Carabinieri recoge rocas de uno de los nuevos volcanes, Actea, en febrero de 2019. Mediante el estudio de la composición química de las rocas, el equipo quiere comprender mejor los momentos en que se produjeron las erupciones pasadas y la evolución del sistema volcánico.
Fotografía de Emanuele Lodolo

Cuando apareció un montículo de roca en la pantalla de su ordenador a bordo del R/V OGS Explora, el geofísico Emanuele Lodolo no dio crédito a lo que vieron sus ojos. A solo 6,4 kilómetros de la costa de Sicilia, el equipo se había topado con un volcán desconocido con una antigua colada de lava que circulaba unos cuatro kilómetros hacia el oeste sobre el fondo del mar.

«Nos sorprendió mucho porque estábamos muy cerca de la costa», afirma Lodolo, investigador del Instituto Nacional de Oceanografía y Geofísica Experimental de Italia.

La formación, llamada Actea, es uno de los seis volcanes descubiertos recientemente durante la cartografía del paisaje submarino del canal de Sicilia, una vía muy transitada en la costa sudoeste de la isla. Aunque Actea es el más cercano al litoral, las estructuras se hallaron en la parte noroccidental del canal, a unos 22,5 kilómetros de tierra, según informan los investigadores en la revista Marine Geology.

Los volcanes no son precisamente altos, desde una perspectiva comparativa, con alturas de entre 16 y 106 metros sobre el lecho marino. Pero como se encuentran en el interior de un canal poco profundo, sus cimas no están a mucha profundidad. El pico del Actea es el más superficial, a solo 33,5 metros.

Las erupciones de los volcanes submarinos pueden resultar peligrosas para los barcos que circulan por el canal y las poblaciones cercanas. Lodolo advierte que se necesitará estudiarlos mejor para comprender los posibles peligros de las nuevas estructuras y otros geólogos coinciden en que es probable que los riesgos sean mínimos. Pero la revelación de la existencia de seis volcanes bajo una región muy transitada por el tráfico marítimo pone de relieve lo importante que es explorar lo que se oculta bajo las olas.

«A veces, cuando analizas una zona que está relativamente poco explorada, ni siquiera sabes qué podrías encontrar», afirma Jackie Caplan-Auerbach, que estudia volcanes submarinos en la Universidad de Washington Occidental. «Existen grandes misterios en el océano esperando a ser descubiertos».

Las rarezas geológicas de Italia

Quizá la presencia de seis volcanes más alrededor de Italia no resulte tan sorprendente, ya que estas formaciones fogosas salpican el paisaje. La palabra «volcán» se remonta a la hirviente isla Vulcano, al norte de Sicilia, el lugar donde Vulcano, el dios romano del fuego, forjaba armas, según la mitología.

El vulcanismo de Italia se debe a que el país descansa cerca de las zonas donde colisionan varias placas tectónicas, fragmentos de la corteza terrestre y del manto superior que participan en un juego de coches de choque geológicos. En los lugares donde colisionan las placas, una suele hundirse bajo la otra, formando una zona de subducción.

Volcanes 101

Pero en Italia la situación es particularmente compleja. El país se encuentra en el lugar donde colisionan las placas Euroasiática y Africana, y la pequeña microplaca Adriática se encuentra entre ambas, al este de Italia, donde gira ligeramente en el sentido contrario de las agujas del reloj. La situación es aún más intensa en Sicilia. Allí, el fondo del mar está empezando a separarse en un rift, gracias a la ligera rotación en el sentido de las agujas del reloj de las regiones sudorientales de Sicilia.

«La situación es bastante rara», afirma por mensaje directo de Twitter el vulcanólogo Boris Behncke, del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia.

En total, la superficie cambiante aplasta y tira de la región de todo un conjunto de formas diferentes, dando pie a la formación de volcanes tanto en tierra como mar adentro. Aunque la mayoría de los volcanes submarinos del canal de Sicilia han permanecido callados desde que se tienen registros escritos, uno estalló en 1831 y formó la isla sumergida Ferdinandea, a unos 40 kilómetros de la costa.

Brújulas diminutas

Las nuevas estructuras se encuentran más cerca de la orilla que otros volcanes submarinos conocidos, entre una serie de fallas orientadas de norte a sur que los investigadores creen que actuaron como conductos para el magma saliente. En dos cruceros de investigación en agosto de 2017 y febrero de 2018, el equipo estudió estas estructuras con un nivel de detalle exquisito. En primer lugar, cartografiaron sus superficies, creando mapas en 3D de la topografía submarina: cráteres, coladas de lava, marcas de deslizamientos de tierra, etcétera.

A continuación, emplearon el análisis magnético para confirmar que las estructuras eran volcanes y no solo montes submarinos. Las rocas ígneas, formadas por la cristalización de la lava o el magma, contienen una cantidad elevada de minerales magnéticos. Caplan-Auerbach explica que, conforme las rocas se enfrían, los minerales magnéticos actúan como las diminutas agujas de una brújula y codifican la orientación del campo magnético de la Tierra.

«En cierto modo se inclinan hacia el norte magnético y después se quedan petrificadas», afirma.

Esto significa que una capa o montículo de roca volcánica en los que se alinean todas estas brújulas diminutas contendría una potente anomalía magnética, y eso fue lo que observó el equipo al estudiar los montículos.

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    Este mapa en 3D revela las anomalías magnéticas del fondo del mar en el canal de Sicilia. Cada pico se corresponde con uno de los volcanes identificados recientemente.
    Fotografía de EMODnet bathymetry

    Los científicos también cartografiaron la capa más superficial con perfiles sísmicos de alta resolución, emitiendo señales de sonido en una frecuencia que puede penetrar el fondo del mar y rebotar, revelando las diferentes capas de sedimento y roca. Lodolo compara este sistema con hacer una radiografía de la Tierra, lo que les permite desentrañar las delicadas estructuras bajo la superficie.

    La anatomía de un volcán

    A partir de estos análisis, el equipo dedujo que cinco de los volcanes parecen haber entrado en erupción en algún momento del último máximo glacial, hace unos 20 000 años. Es probable que sean volcanes monogénicos, que suelen formarse en agrupaciones de conos que entran en erupción solo una vez antes de silenciarse. La actividad reciente en la región suele significar el nacimiento de un nuevo cono volcánico.

    «Una zona simplemente explota de vez en cuando y forma un volcán», explica Bill Chadwick, geólogo que se especializa en los procesos del fondo marino en el Laboratorio Marino Ambiental del Pacífico de la NOAA.

    Sin embargo, el Actea podría haber vuelto a entrar en erupción más adelante, como evidencia la colada de lava de cuatro kilómetros que halló el equipo solidificada en sus flancos. Se trata de la mayor colada hallada en el noroeste del canal de Sicilia, según Lodolo, quien compara su tamaño con las expulsadas por gigantes italianos como el Vesubio y el Etna.

    El Actea y otro de sus vecinos volcánicos, Climene, presentan otro rasgo fascinante: burbujas que salen de sus cráteres. Sin embargo, Caplan-Auerbach advierte que, sin un análisis químico de las burbujas, cuesta determinar su fuente. Es posible que sean el resultado de una actividad biogénica que libera gas metano, pero también podrían ser el producto de la actividad hidrotérmica.

    Si se confirma la segunda, «significa que [los volcanes] no están muertos», afirma Chadwick, aunque dicha actividad no es una prueba de una posible erupción, sino que indica la presencia de rocas calientes bajo las estructuras.

    Más adelante, Lodolo y su equipo esperan estudiar el gas que emiten estos sistemas para comprender mejor su fuente. También quieren estudiar la composición química de las rocas para comprender los momentos en los que se produjeron las erupciones pasadas y la evolución de los volcanes. Al fin y al cabo, el análisis de las estructuras podría aportar pruebas de cómo se produce el vulcanismo en Sicilia y en otras regiones del mundo.

    «Examinar las interacciones entre todos estos procesos coloca otra pieza en el puzle que es el planeta», afirma Caplan-Auerbach. «Y cuantas más piezas consigamos, mejor será la perspectiva que tengamos».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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