Un nuevo y polémico estudio señala el lugar donde surgió la humanidad

La investigación, que sitúa la cuna de la humanidad en Botsuana hace 200.000 años, reaviva un acalorado debate sobre cómo y dónde surgió nuestra especie.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 29 oct 2019, 12:34 CET
Río Zambeze
Un nuevo y polémico estudio sostiene que los antiguos humedales del río Zambeze fueron el oasis donde surgieron todos los humanos modernos. En la actualidad, la región es uno de los mayores salares del mundo y recibe el nombre de salares de Makgadikgadi.
Fotografía de Beverly Joubert, Nat Geo Image Collection

Una capa blanca y polvorienta recubre el paisaje desecado de Makgadikgadi de Botsuana, uno de los salares más grandes del mundo. Pero hace unos 200 000 años, este lienzo en blanco habría estado pintado con los tonos azules y verdes propios de un humedal próspero. El paisaje exuberante, ubicado en pleno desierto en el África meridional, habría sido un lugar atractivo como hogar de los humanos primitivos.

Un nuevo y polémico estudio publicado en la revista Nature sostiene que este oasis, denominado humedal Makgadikgadi-Okavango, no fue un hogar cualquiera, sino la «tierra natal» de todos los humanos modernos. Los investigadores estudiaron el ADN mitocondrial —el material genético almacenado en el motor de nuestras células que se transmite de madres a hijos— de los residentes actuales del África meridional. A continuación, superpusieron los datos genéticos con un análisis del clima pasado y la lingüística moderna, así como las distribuciones geográficas y culturales de las poblaciones locales.

Los resultados del estudio sugieren que los cambios del clima permitieron que las ramas de esta antigua población se expandieran desde el humedal a nuevas zonas verdes. Miles de años después, una pequeña población de parientes de estos trotamundos saldría de África y acabaría habitando todos los rincones del planeta.

«Todos procedemos de la misma tierra natal en el sur de África», afirma Vanessa Hayes, genetista del Instituto Garvan de Investigaciones Médicas en Sídney (Australia), que dirigió la nueva investigación.

El estudio reaviva un prolongado y acalorado debate sobre el lugar exacto de África donde surgieron los humanos modernos y ha suscitado duras críticas de varios científicos. Indican que, aunque los humanos vivos presentan ADN mitocondrial transmitido desde un ancestro común —la denominada Eva mitocondrial—, este representa una fracción ínfima de nuestro material genético. Aunque la población fundacional propuesta en el nuevo estudio es la fuente de nuestro ADN mitocondrial, es probable que muchas más contribuyeran a nuestro acervo génico actual.

«Las conclusiones de los datos del ADN mitocondrial presentan defectos fundamentales», escribe por email Mark Thomas, genetista evolutivo del University College London, que añade que, en su opinión, el estudio equivalía a una «narración».

Con todo, Rebecca Cann, genetista de la Universidad de Hawái en Manoa que revisó el estudio y ha llevado a cabo trabajos pioneros con el ADN mitocondrial, sostiene que la investigación es innovadora, ya que abarca varias disciplinas en busca de respuestas.

«Dará pie a muchas conversaciones y estimulará muchos estudios nuevos», afirma. Aunque el estudio no es perfecto, «nos ayudará a avanzar», añade.

El rompecabezas genético

El árbol familiar de los homínidos tiene raíces profundas en África. El fósil más antiguo descubierto hasta la fecha de nuestro género, Homo, es un fragmento de mandíbula de 2,8 millones de años hallado en el África oriental. Nuestra especie, Homo sapiens, apareció a una altura bastante elevada del árbol, en una rama de al menos 260 000 años de antigüedad. Sin embargo, el lugar exacto de África donde ocurrió sigue siendo un tema de debate.

Parece haber fósiles con una mezcla variada de rasgos de humanos modernos y homínidos más antiguos repartidos por toda África, como el cráneo de Florisbad de 260 000 años en Sudáfrica, los hombres de Kibish de 195 000 años en Etiopía y los restos de Jebel Irhoud de 315 000 años en Marruecos. Pero tras cocerse en el calor africano, el ADN de estos fósiles antiguos parece haberse degradado.

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    Aunque la búsqueda de ADN prehistórico continúa, muchos investigadores han recurrido a estudiar la genética diversa de las poblaciones de África. Uno de los linajes más arraigados de ADN mitocondrial se suele encontrar en las personas que viven en el África meridional, específicamente en los khoisan, poblaciones de cazadores, recolectores y pastores que hablan idiomas que incluyen chasquidos al pronunciar las consonantes. Muchos estudios pasados, entre ellos algunos trabajos de Hayes, desentrañan su ascendencia en busca de pistas del pasado de nuestra especie.

    Pero para este nuevo estudio, Hayes y sus colegas querían determinar el lugar exacto donde surgió su arraigado linaje genético. Para llenar algunos vacíos del registro genético, los investigadores secuenciaron el ADN mitocondrial de 198 personas de Namibia y Sudáfrica —algunos de ellos identificados como khoisan, otros no— y lo combinaron con los datos de 1217 individuos ya recopilados. A continuación, agruparon las poblaciones del África meridional por etnia y lingüística para trazar la geografía de las personas que hoy portan estos linajes arraigados de ADN mitocondrial. Crearon un árbol que trazaba sus relaciones genéticas mitoncodriales remontándose 200 000 años hasta los primeros días de nuestra especie.

    El análisis reveló que las poblaciones de humanos primitivos permanecieron estables durante unos 70 000 años. El análisis climático reveló que los enormes humedales que abarcaban Botsuana podrían haber proporcionado un hogar estable a los humanos primitivos. Pero entonces, de hace 130 000 a 110 000 millones de años, algo cambió: «Es una locura», afirma Hayes. «Empiezan a surgir nuevos linajes humanos».

    El estudio sugiere que es probable que se abrieran corredores verdes durante aquel periodo, primero en el nordeste y después al sudoeste, lo que podría haber instado a los grupos a expandirse a lugares donde aún viven hoy en día. Hayes, que ha trabajado durante muchos años con pueblos de todo el sur de África, habló de los resultados del estudio con los participantes poco después del análisis.

    «Fueron los primeros en enterarse, mucho antes que vosotros», afirma. «Y les encantan estas historias. Es su historia».

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    Un aspecto importante del nuevo estudio es que se centra en el análisis de las poblaciones africanas actuales, algo que han descuidado estudios genéticos pasados. «Todo el mundo admite que llevamos demasiado tiempo estudiando a los europeos», afirma Joshua Akey, genetista de la Universidad de Princeton. «Conforme los estudios muestreen más diversidad genómica humana, al final contaremos con una comprensión más profunda y clara de la historia humana».

    A grandes rasgos, los resultados del estudio pintan un panorama similar al de algunos trabajos anteriores: las poblaciones actuales del sur de África albergan un profundo linaje genético mitocondrial. Pero según John Hawks, paleoantropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, los detalles de lo que revelaron los últimos análisis siguen siendo poco claros.

    Sostiene que es difícil determinar si las poblaciones que viven hoy en dichas regiones son las mismas que las que había hace cientos de miles de años. Por consiguiente, es posible que los investigadores estén trazando migraciones en masa por el África meridional. Pero también resulta posible que hubiera algo beneficioso en la genética mitocondrial que aportase una ventaja selectiva que permitió que el ADN se propagara sin cambios demográficos masivos.

    «Cuenta una parte de la historia de la evolución en una resolución muy alta, que es fantástico», afirma Hawks. «Pero también queremos el resto de la historia».

    El ADN mitocondrial compone una fracción diminuta de nuestros genomas: aunque contiene unos 16 500 pares de base, el ADN nuclear tiene más de 3000 millones, como explica Carina Schlebusch, genetista evolutiva de la Universidad de Uppsala en Suecia. Desentrañar la información de nuestros genomas completos promete narrar un cuento más complejo. Los investigadores han elaborado árboles similares del ADN del cromosoma Y, que es el material genético presente en hombres. Aunque los detalles son vagos, apuntan a que un linaje genético se bifurcó de forma muy temprana en algunos humanos modernos que vivían en Camerún, en el África occidental.

    «En el resto de nuestros cromosomas tenemos millones de estos loci que se separan en poblaciones que probablemente también tuvieron sus propios ancestros en el pasado», añade.

    Rastrear a dichos ancestros es otro problema. La señal del ADN nuclear es extremadamente compleja. Según Brenna Henn, genetista de poblaciones de la Universidad de California, Davis, que ha estudiado ampliamente la historia de las poblaciones africanas, lo que sí sabemos a partir de los genomas completos de los africanos es que los resultados del estudio no contradicen por completo trabajos pasados que indicaban que los orígenes humanos se sitúan en el África meridional.

    Con todo, aún se están descubriendo formas nuevas de estudiar el ADN nuclear. No es posible ojear el código genético y leerlo como si fuera un libro. Se necesitan un procesamiento y un modelado intensivos para comprender qué significa y las suposiciones que se hacen durante el análisis pueden afectar a los resultados.

    También hay pistas que sugieren que queda mucho por aprender. Varios estudios apuntan a la presencia de una bifurcación anterior de poblaciones «fantasma» que se entremezclaron con nuestra especie y dejaron pequeños rastros de su ADN en algunos grupos africanos.

    «No sabemos dónde encajan ni quiénes eran, pero sabemos que algunos persistieron hasta hace relativamente poco», afirma Hawks.

    Talando el árbol

    La complejidad de nuestro panorama evolutivo ha instado a muchos investigadores a alejarse de la idea de que surgimos en un solo lugar y que nos ramificamos en un árbol familiar global. Sugieren que nuestra especie evolucionó en muchos lugares de todo África, como una red o un río anastomosado o trenzado con muchas aportaciones, divergencias y algunos arroyos que se reincorporaron, dando lugar a la potente mezcla que fluye por nuestras venas.

    «No veo motivo alguno para aferrarnos a un único lugar», afirma Thomas, coautor de un trabajo reciente que cuestionaba que nuestra especie tuviera un origen único.

    Los autores del nuevo estudio reconocen que nuestra especie podría haber tenido múltiples orígenes. Pero aún no hay datos suficientes para demostrar de forma definitiva que así fuera, según afirma la coautora del estudio Eva Chan, genetista estadística del Instituto Garvan de Investigaciones Médicas. Este último trabajo ha sido un intento transdisciplinar de rellenar los espacios en blanco del cuadro de nuestra historia evolutiva.

    «Eso no quiere decir que ahora mismo tengamos el cuadro», afirma. «Con más datos, ese cuadro seguirá cambiando».

    Esta labor también apunta a la definición cada vez más confusa de una especie. Schlebusch afirma que, aunque a los humanos nos gusta clasificarlo todo, la naturaleza no encaja en categorías exactas. No hay líneas divisorias claras entre una especie y la siguiente; todo funciona en una escala de grises.

    Lo que sí está claro es que la polémica sobre nuestros orígenes continuará. Akey añade que, a diferencia de otros campos de estudio, la evolución humana no es algo en lo que podamos diseñar experimentos que poner a prueba. Pero una vez más, es posible que los científicos necesiten replantearse el debate.

    «Quizá no nos estemos haciendo la pregunta correcta», añade. «Quizá necesitamos una pregunta más matizada».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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