Descubren los restos de las víctimas de un tsunami más antiguas de África Oriental

Hace un milenio, una gran ola asoló un antiguo pueblo pesquero en la actual Tanzania. Los investigadores proponen que se reexamine el riesgo de tsunamis en la costa este africana.

Por Michael Greshko
Publicado 13 may 2020, 10:36 CEST
Cráneo humano

Un cráneo humano sobresale de la arena gris del río Pangani, en Tanzania, en el emplazamiento de un antiguo pueblo pesquero suajili. Hace casi un milenio, un tsunami destruyó el pueblo de repente y mató a muchos residentes.

Fotografía de Vittorio Maselli

Hace mil años, un próspero pueblo suajili bullía a orillas del río Pangani, en Tanzania, a pocos kilómetros tierra adentro del océano Índico. Los residentes habían construido sus casas con celosías de madera embadurnadas con tierra. Llenaban las redes de peces y fabricaban cuentas con las conchas y su cerámica era sencilla y funcional.

Y de repente, un día cualquiera, llegó un tsunami provocado por un terremoto al otro lado del océano Índico.

Una nueva investigación financiada por la National Geographic Society y publicada hoy en la revista Geology describe una rareza macabra en el registro geológico. Evidentemente, los habitantes del poblado no tuvieron oportunidad de huir del torrente que los alcanzó. Muchos se ahogaron en sus casas destruidas y quedaron sepultados bajo los escombros. Hasta donde saben los autores del estudio, el sitio tanzano es el primer (y más antiguo) depósito de tsunamita con restos humanos hallado en África Oriental. El depósito de este tipo con restos humanos más antiguo del mundo, descubierto en Nueva Guinea, tiene 7000 años de antigüedad.

Desde arriba, el sitio de campo parece un simple conjunto de estanques piscícolas sin llenar junto al río Pangani, en Tanzania. Al fondo puede verse el océano Índico.

Fotografía de Davide Oppo

El sitio tanzano añade un punto de datos crucial al estudio de los tsunamis en el océano Índico, que pueden ser devastadores. Aunque los grandes tsunamis son relativamente infrecuentes en la región (una vez cada 300 a 1000 años, aproximadamente), sí ocurren, y en África Oriental los riesgos son altos. El centro económico de Tanzania, Dar es-Salaam, que se encuentra en la costa, es una de las ciudades que están creciendo más rápido en el mundo. Según las proyecciones de Naciones Unidas, Dar es-Salaam se convertirá en una «megaciudad» con más de 10 millones de residentes para 2030 y podría superar los 70 millones a finales de siglo.

África Oriental tuvo suerte en 2004, cuando un tsunami provocado por un terremoto intenso en la costa de Indonesia mató a 227 000 personas. El grueso de los daños y las víctimas del tsunami se concentraron en Asia Meridional y el Sudeste Asiático. Las olas también llegaron hasta las orillas de África Oriental, pero la primera ola tocó tierra en el continente durante una marea extremadamente baja, lo que mitigó su impacto.

Sin embargo, el tsunami que se produjo hace mil años fue distinto. «No parece haber sido un tsunami tan grande, pero si hay gente que vive en tierras bajas que no tiene ni idea de que viene, es probablemente la peor de las situaciones. No hubo terremoto para advertirles porque estaban al otro lado del océano Índico», afirma Jody Bourgeois, sedimentóloga y especialista en tsunamis de la Universidad de Washington que revisó el nuevo estudio antes de su publicación.

Desvelar un desastre antiguo

Pese a la posibilidad de que los tsunamis del océano Índico lleguen a las orillas de África Oriental, apenas se ha estudiado el riesgo de tsunamis de la región. El yacimiento tanzano es uno de los pocos depósitos de tsunamita documentados en África Oriental que datan de los últimos 12 000 años. «Los gobiernos y la población deben conocer este tipo de información», afirma Vittorio Maselli, autor principal del estudio, explorador de National Geographic y geólogo en la Universidad Dalhousie de Canadá.

Maselli empezó a estudiar el tsunami de hace mil años en la primavera de 2017, cuando trabajaba en el departamento de geología de la Universidad de Dar es-Salaam. Por casualidad, descubrió el trabajo del arqueólogo Elinaa Mjema, que también estaba en la Universidad de Dar es-Salaam y que había trabajado en un sitio a 150 kilómetros al noroeste, cerca de la localidad de Pangani. En el pasado, la zona era un antiguo pueblo pesquero suajili que rebosaba de cuentas y cerámica y la universidad estaba usándola para enseñar técnicas arqueológicas de campo.

Pero cuando Mjema llevó a sus alumnos allí en 2010, encontraron huesos humanos en los pozos de exploración. «Todos los alumnos me llamaban diciendo: “¡Profe, hay un esqueleto!”», cuenta. «Fue una sorpresa».

Mjema regresó al sitio en 2012, 2016 y 2017 y en sus excavaciones halló cuerpos que estaban orientados aleatoriamente en la tierra, entre ellos uno con brazaletes de hierro intactos en los tobillos. La guerra y las enfermedades no parecían explicar el fin repentino de la aldea. No había marcas de cortes ni señales de enfermedades en ningún hueso. Según parece, los hombres, mujeres y niños de la aldea se habían ahogado y quedaron sepultados en los escombros de sus casas destrozadas.

Un equipo de investigadores en el que figuraban Maselli y el coautor Andrew Moore, sedimentólogo del Earlham College de Richmond, Indiana, visitaron el sitio en 2017 para tomar más muestras de sedimentos. Era una carrera a contrarreloj. La Universidad de Dar es-Salaam había empezado a excavar en la propiedad para crear estanques de peces donde enseñar acuicultura, lo que destruyó parte del yacimiento arqueológico en el proceso. Los investigadores excavaron sus trincheras en los márgenes de los estanques y recuperaron todo lo que pudieron. «En tres meses, quizá menos, iban a llenar los estanques de agua», afirma Moore. «Parte de nuestro trabajo era geología de rescate».

La arena que enterró la aldea contenía restos de peces, roedores, aves, anfibios e incluso conchas de pequeños moluscos marinos, una señal de que el agua había llegado del océano Índico, que se encuentra a varios kilómetros río abajo. Y allí donde excavaban, los investigadores encontraban huesos humanos. «A veces era emotivo en cierto modo. Teníamos que pensar en la ciencia, pero entre tanto trabajábamos con las personas que habían muerto allí», afirma Maselli.

La datación por radiocarbono del carbón vegetal y los huesos de los depósitos confirmó que la inundación se produjo hace unos mil años. Los depósitos de tsunamita del océano Índico también datan de esa época, lo que sugiere que hace un milenio ocurrió un fenómeno de escala e intensidad similares al tsunami de 2004.

Según las simulaciones por ordenador, un terremoto que se produjo en la placa de la Sonda (la falla de la costa de Indonesia que provocó el tsunami de 2004) podría haber generado olas lo bastante grandes para explicar los depósitos de Pangani. La bahía en forma de embudo del río Pangani habría ampliado las olas del tsunami conforme ascendían por el río, provocando una inundación más destructiva.

«Si vamos a otros lugares de África donde se produjeron fenómenos como el de 2004, ¿encontraremos este tipo de evento antiguo escrito en la historia de las rocas?», se pregunta Moore.

Una reevaluación del riesgo

El equipo de investigación espera que su estudio motive trabajos para evaluar los riesgos de tsunami en África Oriental. En particular, según Maselli, se necesita una cartografía más detallada del lecho oceánico de la región. Del mismo modo que las cordilleras montañosas canalizan el flujo de aire, la topografía del fondo del mar afecta al movimiento de las olas y las corrientes. Además, los tsunamis no solo se deben a los terremotos; también pueden provocarlos los deslizamientos de tierra submarinos.

«Estados Unidos tiene un gran programa para cartografiar toda la plataforma y el talud continentales de la costa atlántica para comprender los deslizamientos de tierra», señala Maselli. «No sabemos qué tienen en África Oriental».

Respecto a la comunidad antigua, el trabajo arqueológico de Mjema demuestra señales de una renovación tras el tsunami. De 50 a 100 años después, la gente ya construía sobre los depósitos de tsunamita. La construcción en la zona ha continuado hasta la actualidad. Aunque las autoridades locales han empezado a alejar la construcción de las tierras bajas, Mjema explica que los edificios recientes se han erigido en antiguos depósitos de tsunamita del río Pangani. ¿Estarán preparadas estas comunidades para la próxima posible catástrofe?

«Si queremos entender a qué nos enfrentamos, podemos aprender mucho del pasado», afirma Mjema.

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