La vacuna anti-COVID-19 de Oxford entra en la fase final de los ensayos clínicos

«Es mi deber como ciudadana», dice una voluntaria sobre la experiencia mientras comienza el ensayo en fase tres en Brasil.

Por Kevin Damasio
Publicado 28 jul 2020, 14:13 CEST

Los sepultureros entierran a una persona fallecida por coronavirus en el Cementerio de Vila Formosa en São Paulo, Brasil, el 7 de julio de 2020.

Fotografía de Victor Moriyama, T​he New York Times, via Redux
Nota: Este es un extracto traducido de un artículo publicado en National Geographic Brasil. Puedes leer el reportaje completo aquí en portugués.

Andréa Barbosa se sentía entusiasmada por que le pusieran la inyección en el brazo. La oftalmóloga de 46 años figura entre los 5000 voluntarios del ensayo clínico de la candidata a vacuna anti-COVID-19, ChAdOx1, en Brasil. La Universidad de Oxford está desarrollando la vacuna en colaboración con la empresa biofarmacéutica AstraZeneca.

En mayo, Soumya Swaminathan, científica jefa de la Organización Mundial de la Salud, describió ChAdOx1 como la candidata a vacuna contra la COVID-19 más avanzada.

Las fases uno y dos del ensayo se realizaron de forma simultánea en abril en el sur de Inglaterra. Se comprobaron la seguridad y las respuestas inmunitarias de más de mil voluntarios sanos de entre 18 y 55 años. Ahora, la vacuna se encuentra en la tercera y última fase de desarrollo: la probarán en voluntarios en el Centro de Referencia para Inmunobiológicos Especiales de la Universidad Federal de São Paulo, así como en dos ubicaciones dirigidas por el Instituto D'Or de Investigación y Enseñanza.

Una caja con muestras de ChAdOx1, la candidata a vacuna de la Universidad de Oxford, en el Instituto D'Or de Investigación y Enseñanza en Río de Janeiro, Brasil.

Fotografía de Maurício Susin, National Geographic Brasil

Eso convierte a Brasil en un importante campo de pruebas, ya que esta candidata a vacuna sigue avanzando hacia la aprobación por parte de la Agencia Regulatoria de Medicamentos y Productos Sanitarios del Reino Unido (MHRA, por sus siglas en inglés). El ensayo clínico de la ChAdOx1 también tendrá lugar en el Reino Unido, Estados Unidos y Sudáfrica y se pretende que participen hasta 50 000 voluntarios. Los resultados preliminares de estos ensayos se recopilarán en noviembre y, si confirman que la vacuna es eficaz, el equipo de Oxford solicitará su registro inicial a la MHRA para finales de año.

En Estados Unidos, otra candidata a vacuna de la empresa biotecnológica Moderna ha comenzado sus ensayos en fase tres esta semana. Este ensayo contará con 30 000 voluntarios en 89 lugares del país para probar la eficacia de la vacuna de ARNm, que será la primera de su tipo si es aprobada por los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses.

Participar en un ensayo de vacunas es un proceso riguroso y prolongado. Los voluntarios deben ser investigados y supervisados durante meses y corren el riesgo de sufrir efectos secundarios potencialmente perjudiciales. Con todo, según Barbosa, no cabe duda de que el esfuerzo vale la pena. «Es mi deber como ciudadana. Es una causa humanitaria. Sin una vacuna, no sabemos cuándo terminará esta situación».

Desde 2007, Barbosa ha sido la directora del departamento de oftalmología de Rede D'Or São Luiz, una red de hospitales que opera por todo Brasil. La cantidad de pacientes que visitan sus clínicas cada día ha disminuido de cientos a decenas de personas entre finales de marzo y junio. La mayoría son personas que necesitan tratamientos continuos por enfermedades graves como el glaucoma y la retinopatía diabética.

Ante la emergencia de salud pública de la COVID-19, Barbosa quería unirse a la lucha contra el virus, así que solicitó permiso a la junta de Rede D'Or São Luiz para trabajar en primera línea con otros trabajadores sanitarios. Su petición fue denegada; le dijeron que no había trabajado el tiempo suficiente en una unidad de atención de urgencias. «Me sentí muy frustrada por no poder tratar a pacientes de COVID-19», cuenta Barbosa.

Así que cuando la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de Brasil aprobó el ensayo clínico de la ChAdOx1, se lanzó ante la oportunidad de participar. «Ahora formaré parte de esto de algún modo», dice.

El origen de la candidata a vacuna

La Universidad de Oxford ya estaba utilizando la denominada tecnología de los vectores virales para desarrollar una vacuna contra otro tipo de coronavirus, el MERS, cuando comenzó la pandemia. Desde su aparición en septiembre de 2012 en Arabia Saudí, el MERS se extendió a 27 países, con 2494 casos y 858 muertes hasta la fecha.

La investigación se encontraba en una fase avanzada cuando el SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus, apareció en diciembre de 2019, así que los científicos partieron de la tecnología y los conocimientos del MERS para crear una vacuna. Insertaron las proteínas espiculares del SARS-CoV-2 —que ayudan al virus que causa la COVID-19 a invadir las células— en un adenovirus que provoca el resfriado común. Debilitándolo con modificaciones genéticas e incapacitándolo para replicarse en células humanas, el adenovirus actúa como un vector viral.

Una vacuna con vector viral funciona «como un caballo de Troya», en palabra de la médica Sue Ann Costa Clemens, coordinadora del estudio en Brasil. «El adenovirus transporta una parte del SARS-CoV-2, la proteína espicular, oculta en su interior. La proteína desencadenará la respuesta inmunitaria cuando la inyecten en humanos».

Los resultados preliminares de las dos primeras fases de los ensayos clínicos se publicaron en The Lancet el 20 de julio. Los participantes tuvieron efectos secundarios leves, como fatiga y cefalea, y ninguno sufrió reacciones adversas graves. Los investigadores también identificaron que la vacuna de Oxford había desencadenado una respuesta inmunitaria potente en lo que respecta a las dos defensas principales responsables de detectar y atacar patógenos: anticuerpos y linfocitos T.

¿Por qué Brasil?

Clemens era la responsable de la selección para la tercera fase del ensayo de la ChAdOx1 en Brasil. La médica de 52 años de Río de Janeiro lleva casi dos décadas viviendo en Italia. Es profesora de enfermedades infecciosas pediátricas en la Universidad de Siena, donde fundó el primer curso de vacunología global, coordina el Instituto de Salud Global de la universidad y dirige el programa del máster en vacunología. Asimismo, es la directora del comité científico de la Fundación Bill y Melinda Gates.

El 5 de mayo, Andrew Pollard, coordinador del grupo de vacunas contra coronavirus de Oxford y que imparte algunas materias del curso de vacunología de Siena, invitó a Clemens a trabajar en el ensayo clínico de la ChAdOx1. Ella aceptó de inmediato. A lo largo de su carrera, Clemens ha dirigido ensayos clínicos similares que requieren la selección de una gran cantidad de participantes. En 2005, trabajó en un estudio de vacunas contra el rotavirus en Latinoamérica en el que seleccionaron a 60 000 voluntarios en un periodo de seis meses.

Esta vez, la meta inicial de Clemens consistía en seleccionar centros de investigación para que llevaran a cabo los ensayos clínicos. Buscaba lugares con buenos profesionales médicos y un entorno con una gran cantidad de personas expuestas a la COVID-19. La Universidad Federal de São Paulo, donde había obtenido su doctorado y donde también es investigadora, cumplía los requisitos y accedió a participar.

«En un ensayo en fase tres, la meta es demostrar que la vacuna protege de la enfermedad», explica Clemens. «¿Cómo podemos trabajar rápido para demostrarlo y ofrecer la vacuna a la población en un periodo breve?».

El ensayo de Brasil comenzó el 28 de junio en tres centros, coordinado por Clemens. En total, van a vacunar a 5000 voluntarios divididos en dos grupos. Un grupo recibirá la candidata a vacuna ChAdOx1; el otro, una vacuna de control. Se trata de un ensayo aleatorizado con enmascaramiento doble (o, según la traducción literal del inglés, doble ciego). Esto quiere decir que los voluntarios fueron divididos en grupos de forma aleatoria y que ni la persona vacunada ni los investigadores sabrán qué vacuna se ha administrado a cada persona hasta el fin del ensayo.

Los investigadores eligieron la vacuna meningocócica ACWY como control. La dosis es parecida a la de ChAdOx1, lo que significa que los voluntarios reciben cantidades similares de los ingredientes de la vacuna. Asimismo, los investigadores ya conocen sus efectos secundarios, como el eritema y el dolor en el lugar de la inyección y los síntomas gripales leves. El equipo decidió no administrar un placebo —una sustancia sin efecto activo— para que los voluntarios pudieran beneficiarse del estudio. (Clemens señala que, en general, esta vacuna meningocócica no se administra ampliamente en Brasil, ya que es más cara.)

Cómo convertirse en sujeto humano

Andréa Barbosa, la oftalmóloga, cumplía los requisitos básicos para participar en el ensayo de la vacuna: como profesional sanitaria, se había expuesto de forma significativa al coronavirus a diario y tiene entre 18 y 55 años.

El 4 de julio, visitó por primera vez la clínica Idor, en Botafogo. Un equipo de enfermería comprobó sus constantes vitales, altura y peso. A continuación, la entrevistaron para garantizar que cumplía todos los criterios. Aceptaron a personas con enfermedades manejables, como el asma, pero no a aquellas con enfermedades crónicas o una afección inmunodepresora.

«Mi caso era un poquito más complejo, porque tengo episodios de dermatitis de contacto, pero lo analizaron y mi tipo no era un criterio de exclusión», explica. Con dermatitis de contacto se refiere a que sufre reacciones alérgicas leves cuando su piel entra en contacto con determinadas sustancias.

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    “Es mi deber como ciudadana. Es una causa humanitaria.”

    por ANDRÉA BARBOSA

    Barbosa firmó un consentimiento informado donde confirmaba que accedía a no participar en otros ensayos de vacunas ni quedarse embarazada en los próximos 12 meses y a estar disponible para asistir a chequeos regulares. El documento de 15 páginas explica el estudio, la vacuna y el contexto de la epidemia y describe los riesgos que entraña la participación en el ensayo. También señala que, hasta que se haya demostrado la eficacia de la vacuna, los sujetos no pueden asumir que están protegidos contra la COVID-19. Los voluntarios pueden abandonar el estudio en cualquier momento.

    Justo después de su inclusión, volvió al ala de enfermería para que le realizaran un frotis nasal y determinar si tenía la COVID-19. Se hizo una prueba de embarazo y le tomaron una muestra de sangre para un análisis serológico con el fin de descubrir si tenía anticuerpos contra la COVID-19, que indicarían una infección previa. Los investigadores estiman que un 10 por ciento de los voluntarios dan positivo, por lo que no son aptos para participar.

    El 9 de junio, en la clínica, Barbosa recibió los resultados de las pruebas: todas negativas. Preguntó una vez más sobre su estado de salud y después se hizo una segunda prueba de embarazo y le sacaron otra muestra de sangre. Después, le administraron la vacuna.

    Estuvo unos 30 minutos en observación por si sufría reacciones adversas inmediatas. Antes de marcharse, le dieron analgésicos para ese día y le pidieron que rellenara un cuestionario virtual a diario.

    «Me preguntan si tengo fiebre o náuseas. Me tomo la temperatura con el termómetro que me dieron. Tengo que registrar todos los síntomas y signos que observe en el lugar de la inyección: si está rojo, rígido o inflamado. Me han dado una regla para medirlo», explica Barbosa.

    La próxima cita de Barbosa está programada para el 1 de agosto. Hasta entonces, sigue haciendo vida normal y trabajando en clínicas y hospitales, pero permanece alerta ante cualquier síntoma o reacción de los que debiera informar en el cuestionario. «Estoy atenta por si tengo síntomas, pero me encuentro bien. No me siento diferente. No tuve ninguna reacción en el lugar de la inyección. Nada de nada».

    La distribución de la vacuna

    Si los participantes del ensayo muestran síntomas probables de COVID-19, deben regresar a la clínica, donde se les hará un test. Las reacciones adversas se evalúan con regularidad y los investigadores también comprueban si los sujetos han producido anticuerpos.

    El cuerpo empieza a desarrollar una respuesta inmunitaria entre ocho y 10 días después de la administración de la vacuna, pero no se garantiza la protección total durante este periodo. Por consiguiente, los investigadores toman muestras de sangre unos 28 días después de la vacunación, un periodo lo bastante largo para permitir que el cuerpo produzca células defensivas reconocibles.

    Para «desenmascarar» el estudio habrá que determinar si las personas del grupo de control o las del grupo que ha recibido la vacuna del ensayo han sido diagnosticadas con COVID-19. Así se prueba la eficacia de una vacuna. Los voluntarios serán evaluados durante un año, pero el equipo utilizará los datos preliminares del ensayo en Brasil, así como los ensayos de Estados Unidos y el Reino Unido, para avanzar más rápido con el desarrollo.

    «Los resultados parciales de la combinación de estos tres estudios deberían estar listos en noviembre», señala Clemens. «La idea es combinar un expediente de registro para presentarlo en el Reino Unido y, si se demuestra la eficacia de la vacuna, podría autorizarse allí este año». La distribución de la vacuna empezaría justo después en el Reino Unido y otros países, entre ellos Brasil.

    En abril, la Universidad de Oxford y AstraZeneca anunciaron un acuerdo para producir mil millones de dosis de la vacuna. Han acordado vender la vacuna a precio de coste para que esté disponible tan ampliamente como sea posible.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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