La distribución equitativa de una vacuna anti-COVID-19 podría evitar cientos de miles de muertes

Según el cuarto Informe Anual de Goalkeepers de la Fundación Gates, la pandemia ha paralizado dos décadas de progreso global. La cooperación será fundamental para volver a avanzar.

Por Oliver Whang
Publicado 16 sept 2020, 13:12 CEST

Un cooperante le pone una mascarilla a un niño mientras reparte comida a familias vulnerables de Nairobi, Kenia. Conforme se afianzaban las repercusiones de la COVID-19, la pandemia ha desencadenado una crisis económica que ha afectado de forma desproporcionada a comunidades de bajos ingresos de todo el mundo.

Fotografía de Fredrik Lerneryd, AFP, Getty

Los países ricos se han apresurado a la hora de reclamar miles de millones de dosis de las posibles vacunas anti-COVID-19. Esto podría provocar cientos de miles de muertes más que si las vacunas se distribuyeran de forma equitativa, según un informe publicado por la Fundación Bill y Melinda Gates.

Ese es solo uno de los hallazgos del cuarto Informe Anual de Goalkeepers, preparado por la Fundación Gates en colaboración con el Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés). En años anteriores, el informe ha documentado el progreso constante del mundo para cumplir los objetivos de desarrollo sostenible establecidos por Naciones Unidas en áreas como el acceso a la educación, el hambre o la igualdad de género.

Sin embargo, este año casi todos los parámetros desvelan un descenso de la calidad de vida en todo el mundo, sobre todo para aquellas personas que ya vivían en situaciones difíciles. Lo más impactante es que el IHME desveló que la pandemia ha paralizado 20 años de avances para sacar a la gente de la pobreza y ha sumido a 37 millones de personas en la pobreza extrema desde que su comienzo a principios de este año.

«La pandemia ha agravado las desigualdades en casi todos los aspectos», declaró Gates durante una conferencia de prensa el jueves. El nuevo informe sostiene que, para salvar más vidas y poner fin a la pandemia lo antes posible, los países deberían colaborar para desarrollar, producir y distribuir las vacunas y tratamientos de forma equitativa por todo el mundo.

Actualmente están desarrollándose más de 150 vacunas en todo el mundo y ocho de ellas están en las últimas fases de los ensayos clínicos. El informe indica que distribuir una vacuna entre los países de forma proporcional a sus poblaciones impediría un 61 por ciento de las muertes globales por COVID-19 que ocurrirían sin una vacuna, citando dos supuestos del Laboratorio para la Modelización de Sistemas Biológicos y Sociotécnicos de la Universidad Northeastern. En cambio, el informe señala que distribuir las primeras 2000 millones de dosis de la vacuna entre los mejores postores solo impediría el 33 por ciento de esas muertes.

«No se puede designar al más rico para que haga el reparto», declaró Gates en una entrevista con la editora jefe de National Geographic Susan Goldberg. «Hay que averiguar cuál es el objetivo final y decirles a todos: “Por el bien del mundo, cooperemos de una forma que no tiene precedentes”».

Crisis globales sucesivas

En la conferencia de prensa, Gates describió un efecto dominó de catástrofes creadas por la pandemia —una crisis sanitaria que provocó una crisis económica que provocó una crisis educativa, etcétera— que ha exacerbado las desigualdades existentes entre países, géneros y razas.

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    Según el informe, la recesión económica global es la más perniciosa de estas crisis y afecta a todos los países independientemente de su éxito a la hora de limitar la propagación del virus. El Fondo Monetario Internacional ha estimado que la economía global pierde aproximadamente 500 000 millones de dólares al mes y que habrá perdido al menos 12 billones de dólares para finales de 2021. El informe explica que las consecuencias de esta recesión perjudican de forma desproporcionada a los países en vías de desarrollo. Los 18 billones de dólares en fondos de estímulo que se han invertido desde marzo se concentran principalmente en países ricos, mientras que los países de bajos ingresos como los del África subsahariana han tenido que luchar a duras penas para prevenir la ruina financiera.

    Esta recesión afecta desproporcionadamente a las comunidades de color. En una encuesta reciente, el 46 por ciento de los estadounidenses negros y latinos respondieron que no estaban seguros de si podrían pagar el alquiler en agosto, frente a un 23 por ciento de los estadounidenses blancos en circunstancias similares.

    Las mujeres y las niñas también se han visto particularmente afectadas por la pandemia. Una proporción desmesurada de los 37 millones de personas que han quedado sumidas en la pobreza extrema son mujeres de países de ingresos bajos y medios, según la Organización Internacional del Trabajo.

    Las mujeres y las niñas son más propensas a trabajar en el sector informal, que incluye a trabajadores domésticos y vendedores callejeros. Estos trabajos se han visto muy afectados por la pandemia y, al mismo tiempo, han aumentado las tareas domésticas no remuneradas que suelen delegarse en las mujeres, como el cuidado de los hijos o de los enfermos. También es probable que la pandemia afecte a las generaciones futuras, ya que los estudios de la epidemia de ébola de 2014 en África occidental sugieren que las niñas de países de bajos ingresos tienen menos probabilidades que los niños de volver al colegio cuando reabre tras un brote.

    Los sistemas sanitarios también se han visto afectados, lo que dificulta aún más que las mujeres accedan a la atención médica que mejora la calidad de vida durante el embarazo y el parto. Los datos más recientes desvelan que casi un 95 por ciento de las muertes maternas en todo el mundo ocurren en entornos con pocos recursos y la mayoría serían evitables si se dispusiera de atención sanitaria y conocimientos especializados adecuados.

    Las vacunaciones contra otras enfermedades —como el sarampión, la difteria, el tétanos y la tosferina— han aumentado de forma constante durante décadas, pero desde el comienzo de la pandemia la proporción de personas vacunadas para estas enfermedades ha caído de forma abrupta hasta niveles que no se veían desde los años noventa.

    Deshacer el daño

    Además de los últimos seis meses de retroceso drástico, el informe también proyecta que la pandemia seguirá afectando a sectores fundamentales en los próximos años. Con todo, los investigadores reconocen que la recopilación de datos se ha visto limitada por la pandemia y las dificultades logísticas que presenta. Así que, para compensar esos efectos, el informe ofrece dos supuestos posibles para el futuro.

    El supuesto más optimista asume que la COVID-19 puede erradicarse rápidamente. En ese caso, los modelos de datos prevén que el mundo podría volver a avanzar hacia sus objetivos de desarrollo sostenible en solo un par de años. En el supuesto más pesimista —si no podemos vencer la COVID-19 rápidamente—, el mundo podría no retomar el progreso hacia esos objetivos durante más de 10 años. Cuál de estos dos futuros se hará realidad vendrá determinado principalmente por lo que hagan las empresas y los países en los próximos meses, señala Gates. Explica que, para resolver problemas conectados tan complejos, habrá que tomar medidas colaborativas.

    La producción de vacunas es un área donde hay posibilidades de colaboración. Gates es optimista y cree que se desarrollará una vacuna para principios de 2021, pero cuestiona si las instalaciones serán capaces de producir las dosis necesarias para combatir la pandemia a escala global. Gates sugiere que este dilema podría mitigarse si las empresas que desarrollan vacunas anti-COVID-19 —la mayoría de las cuales tienen su sede en países ricos— se asociaran con fabricantes en otras partes del mundo con más capacidades de producción.

    También está la cuestión de cómo los países podrían aunar esfuerzos para distribuir la vacuna de forma que salve vidas y no agrave las desigualdades. Por ejemplo, aunque Gates dice que Estados Unidos ha sido ejemplar a la hora de financiar la investigación y el desarrollo de seis de las candidatas a vacunas, también señaló que el país no ha estado presente en las conversaciones sobre las ayudas para que otros países compren esas vacunas. A principios de este mes, el gobierno de Trump declaró que no participaría en una iniciativa codirigida por la Organización Mundial de la Salud para globalizar el acceso a las posibles vacunas.

    Gates reconoció que la distribución se inclinará hacia los países que financian el desarrollo de vacunas. Pero alega que los países ricos deberían estar comprometidos con la distribución equitativa de las vacunas, porque la existencia de la COVID-19 en cualquier parte del mundo prolongará los efectos de la pandemia en todas partes.

    «No solo hay motivos humanitarios y estratégicos para ayudar a los países en vías de desarrollo, sino también un motivo egoísta, porque esto es lo que nos permitirá volver a la normalidad», afirmó.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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