La verdades historia del papel de Einstein en el desarrollo de la bomba atómica

El gran físico era un pacifista declarado, así que ¿por qué instó a Estados Unidos a financiar un arma tan devastadora?

Por Erin Blakemore
Un hongo nuclear se eleva sobre Nagasaki

Un hongo nuclear se eleva sobre Nagasaki tras la detonación de una bomba atómica en 1945.

Fotografía de U.S Army Air Force via Library of Congress

Este artículo se publicó el 30 de mayo de 2023 y ha sido modificado el 22 de febrero de 2024.

Albert Einstein es quizás más famoso por haber introducido en el mundo la ecuación E=mc2. En esencia, descubrió que la energía y la masa son intercambiables, preparando el terreno para la energía nuclear y las armas atómicas.

Su participación en el drama de la guerra nuclear podría haber terminado ahí de no ser por un simple frigorífico.

En la década de 1920, mientras vivía en Berlín (Alemania), el físico colaboró con el asistente húngaro Leo Szilárd para desarrollar y patentar un frigorífico de bajo consumo. Aunque su diseño nunca llegó a comercializarse, el trabajo del dúo acabó involucrando a Einstein (un pacifista declarado) en la carrera por crear una bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial.

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    Einstein defendió con vehemencia la prohibición de las armas nucleares en sus últimos años de vida, mientras luchaba contra las consecuencias mortales de su creación científica.

    "Su brillantez fue también su perdición", afirma Ari Beser, National Geographic Explorer; "la revolución que supuso la división del átomo requiere también una revolución moral".

    (Relacionado: Así han cambiado la historia las armas nucleares)

    La carta de Einstein a Roosvelt

    Incluso después de que Szilárd y Einstein pusieran fin a su asociación por culpa de los aparatos, los dos científicos siguieron en contacto.

    En 1933, el mismo año en que Adolf Hitler se convirtió en canciller de Alemania, Szilárd descubrió la reacción nuclear en cadena, el proceso que libera la energía encerrada en los átomos para crear enormes explosiones. En 1939 estaba convencido de que los científicos alemanes podían estar utilizando los avances científicos para desarrollar un arma atómica.

    Así que se dirigió a su antiguo colega (entonces el científico más famoso del mundo y que vivía en Estados Unidos desde 1932) y le pidió que advirtiera al presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt.

    Szilárd visitó a Einstein en Nueva York con dos compañeros refugiados, los físicos húngaros Edward Teller y Eugene Wigner. Cuando le hablaron de la posibilidad de una reacción nuclear en cadena, Einstein se escandalizó por el peligro que entrañaba su teoría especial de la relatividad de 1905.

    "Desde luego, no pensaba en esta teoría como un arma", dice Cynthia Kelly, presidenta de la Atomic Heritage Foundation, una organización sin ánimo de lucro que fundó para preservar e interpretar el Proyecto Manhattan y su legado más amplio. Pero "enseguida captó el concepto".

    Junto con otros científicos, Einstein redactó una carta a Roosevelt en la que advertía de lo que podría ocurrir si los científicos nazis conseguían antes que Estados Unidos una bomba atómica.

    "Parece casi seguro que [una reacción nuclear en cadena] podría lograrse en un futuro inmediato", escribió, dando la voz de alarma sobre "bombas extremadamente potentes de un nuevo tipo", y aconsejando que Roosevelt financiara una iniciativa para investigar la energía atómica.

    Roosevelt se tomó en serio la advertencia. El 21 de octubre de 1939, dos meses después de recibir la carta y pocos días después de la invasión alemana de Polonia, se reunió por primera vez el Comité Asesor sobre el Uranio nombrado por Roosevelt. Fue el precursor del Proyecto Manhattan, el proyecto secreto del Gobierno que acabó inventando una bomba atómica funcional.

    (Relacionado: ¿Quién fue Oppenheimer, el padre de la bomba atómica?)

    Un legado problemático

    El comité sólo recibió 6000 dólares de financiación, por lo que Einstein continuó escribiendo al presidente, ayudado por Szilárd, que redactaba gran parte de las cartas. En una de ellas incluso advertía de que Szilárd publicaría hallazgos nucleares clave en una revista científica si no se financiaba mejor la iniciativa.

    De este modo, Einstein ayudó a desencadenar el Proyecto Manhattan, dice Kelley, pero "su participación real fue muy marginal". El expediente del FBI sobre el científico (que criticaba abiertamente el racismo, el capitalismo y la guerra) llegaría a tener más de 1800 páginas.

    "En vista de sus antecedentes radicales", escribió el FBI, "esta oficina no recomendaría el empleo del Dr. Einstein en asuntos de naturaleza secreta". Al final, Einstein nunca recibió autorización de seguridad para trabajar en el Proyecto Manhattan.

    Sin embargo, su nombre está ligado para siempre al arma nacida de su mayor descubrimiento. La noticia del bombardeo de Hiroshima le dejó devastado, y una portada de TIME de 1946 le humilló tras mostrarle frente a un hongo nuclear con su famosa ecuación.

    Aunque Einstein trabajó para advertir al mundo de los peligros de la proliferación nuclear durante el resto de su vida, le costó encontrar sentido a su responsabilidad.

    "Es el padre" de la bomba atómica, dice Beser, que es nieto del único militar estadounidense a bordo de los dos aviones que transportaron las bombas atómicas a Japón.

    En la actualidad, Beser utiliza sus relatos para ilustrar las consecuencias de las armas nucleares. Por ejemplo, visitó Auschwitz con un superviviente de Nagasaki, que quedó asombrado por las conexiones entre la bomba, que mató o hirió a cientos de miles de civiles, y otro de los horrores de la historia: el Holocausto.

    "Era muy consciente del terrible peligro que corría toda la humanidad si estos experimentos tenían éxito", escribió Einstein sobre el desarrollo de la bomba en una revista japonesa en 1952. "No veía otra salida".

    Para Beser, el dilema de Einstein ilustra las contradicciones de la condición humana. "La división del átomo lo cambió todo, excepto nuestra forma de pensar", se lamenta.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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