Como la aparición de las armas nucleares cambió la historia

Muchos científicos llegaron a lamentar su papel en la creación de un arma capaz de aniquilar en cuestión de segundos a cualquier persona o cosa que se encontrara cerca.

Por Erin Blakemore
Explosión atómica en el desierto de Las Vegas, 1951

En los 75 años transcurridos desde la primera prueba con éxito de una bomba de plutonio, las armas nucleares han cambiado la faz de la guerra. Aquí, tropas de la 11ª División Aerotransportada observan una explosión atómica a corta distancia en el desierto de Las Vegas el 1 de noviembre de 1951.

Fotografía de Bettmann, Getty

Este artículo se publicó originalmente el 8 de febrero de 2023 y ha sido actualizado el 10 de julio de 2023.

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A las 5:30 a.m. del 16 de julio de 1945, una luz más brillante que el sol irradió sobre Nuevo México. La bola de fuego aniquiló todo lo que había en las inmediaciones y produjo una nube en forma de hongo que se elevó a más de 11 kilómetros de altura.

Tras la explosión, los científicos que la habían provocado se rieron, se dieron la mano y repartieron bebidas para celebrar el acontecimiento. Luego se sumieron en una sombría reflexión sobre el potencial mortífero del arma que habían creado. Acababan de producir la primera explosión nuclear del mundo.

La prueba, bautizada con el nombre en clave de "Trinity", fue un triunfo: demostró que los científicos podían aprovechar el poder de la fisión del plutonio. Introdujo al mundo en la era atómica, cambiando para siempre las relaciones bélicas y geopolíticas. Menos de un mes después, Estados Unidos lanzó dos armas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki (Japón), demostrando que ya era posible destruir grandes extensiones de tierra y matar a masas de personas en cuestión de segundos.

 

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    Testigos observan la bola de fuego en el Sitio de Pruebas de Nevada de la prueba nuclear estadounidense de 1953 Grable. La bomba de 15 kilotones tenía aproximadamente la misma potencia explosiva que el artefacto que diezmó Hiroshima en 1945.

    Fotografía de Photograph via PhotoQuest, Getty

    La comunidad científica llevaba intentando averiguar cómo producir la fisión nuclear (una reacción que se produce cuando los núcleos atómicos se dividen, produciendo una enorme cantidad de energía) desde que se descubrió el fenómeno en la década de 1930. La Alemania nazi fue la primera en intentar convertir esa energía en un arma, y la noticia de sus esfuerzos se filtró fuera del país junto con disidentes políticos y científicos exiliados, muchos de ellos judíos alemanes.

    (Relacionado: Cronología del devastador legado de pruebas nucleares de Estados Unidos)

    El Proyecto Manhattan y los secretos del nacimiento de las primeras bombas nucleares

    En 1941, después de que el físico emigrado Albert Einstein advirtiera al Presidente Franklin Delano Roosevelt de que Alemania podría estar intentando desarrollar una bomba de fisión, Estados Unidos se sumó a la primera carrera armamentística nuclear. Puso en marcha un proyecto secreto de investigación atómica, bautizado con el nombre en clave de Proyecto Manhattan, que reunía a los físicos más eminentes del país con científicos exiliados de Alemania y otros países ocupados por los nazis.

    El proyecto se llevó a cabo en docenas de lugares, desde Los Álamos (Nuevo México) hasta Oak Ridge (Tennessee). Aunque se calcula que empleó a unas 600 000 personas a lo largo del desarrollo, su propósito era tan secreto que muchas de las personas que contribuyeron a él no tenían idea de cómo sus esfuerzos contribuían al objetivo más amplio y coordinado. Los investigadores siguieron dos caminos hacia la consecución del arma nuclear: uno basado en el uranio y otro, más complejo, basado en el plutonio.

    Tras años de investigación, el Proyecto Manhattan hizo historia en 1945 cuando tuvo éxito la prueba del "artilugio", una de las tres bombas de plutonio producidas antes del final de la guerra. Estados Unidos también había desarrollado una bomba de uranio que aún no había sido probada. A pesar del evidente potencial de estas armas para poner fin o alterar el curso de la Segunda Guerra Mundial, muchos de los científicos que ayudaron a desarrollar la tecnología nuclear se opusieron a su uso en la guerra. Leo Szilard, físico que descubrió la reacción nuclear en cadena, pidió a la Administración de Harry S. Truman (que había sucedido a Roosevelt en la presidencia) que no la utilizara en la guerra. Pero sus peticiones, acompañadas de las firmas de decenas de científicos del Proyecto Manhattan, no fueron escuchadas.

    (Relacionado: La humanidad sigue estando a 100 segundos del apocalipsis)

    De Hiroshima a la guerra de disuasión

    El 6 de agosto de 1945, un "superbomber" B-29 lanzó una bomba de uranio sobre Hiroshima en un intento de forzar la rendición incondicional de Japón. Tres días después, Estados Unidos lanzó una bomba de plutonio, idéntica a la bomba de prueba Trinity, sobre Nagasaki. Los ataques diezmaron ambas ciudades y mataron o hirieron al menos a 200 000 civiles. Para los que sobrevivieron, los recuerdos de la bomba son imposibles de olvidar.

    Japón se rindió el 15 de agosto. Algunos historiadores sostienen que las explosiones nucleares tenían un propósito adicional: intimidar a la Unión Soviética. Sin duda, las explosiones dieron el pistoletazo de salida a la Guerra Fría.

    El líder soviético Joseph Stalin ya había dado luz verde a un programa nuclear en 1943, y un año y medio después de los bombardeos en Japón, la Unión Soviética logró su primera reacción nuclear en cadena. En 1949, la U.R.S.S. probó el "First Lightening", su primer dispositivo nuclear.

    Irónicamente, los dirigentes estadounidenses creían que la construcción de un sólido arsenal nuclear actuaría como elemento disuasorio, ayudando a evitar una Tercera Guerra Mundial al demostrar que Estados Unidos podría aplastar a la URSS, en caso de que invadiera Europa Occidental. Pero cuando Estados Unidos empezó a invertir en armas termonucleares con una potencia de fuego cientos de veces superior a la de las bombas que utilizó para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos comenzaron a pisarle los talones. En 1961, la Unión Soviética probó la "Bomba del Zar", una poderosa arma con una potencia equivalente a 50 megatones de TNT que producía una nube en forma de hongo tan alta como el monte Everest.

    Se iniciaba así lo que ha pasado a los libros de historia como la guerra de disuasión nuclear. En un artículo publicado en 1959 titulado The Anatomy of Deterrence [Anatomía de la disuasión] el estratega estadounidense Bernard Brodie, considerado uno de los padres de esta estrategia, afirma que: "las armas nucleares deben estar siempre listas, pero nunca se deben utilizar".

    "Por muchas bombas que tuvieran o por grandes que fueran sus explosiones, necesitaban más y más grandes", escribe el historiador Craig Nelson. "Nunca era suficiente".

    (Relacionado: El horror de Hiroshima tras 75 años de la tragedia)

    Miedo y oposición a las armas nucleares

    A medida que otros países adquirían capacidad nuclear y la Guerra Fría alcanzaba su punto álgido a finales de los años 50 y principios de los 60, creció un movimiento antinuclear en respuesta a una serie de accidentes nucleares y pruebas de armamento con peaje medioambiental y humano.

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        En agosto de 1945, Estados Unidos decidió lanzar sus recién desarrolladas armas nucleares sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en un intento de poner fin a la Segunda Guerra Mundial. En esta fotografía, un hombre no identificado junto a una chimenea de azulejos donde una vez hubo una casa en Hiroshima el 7 de septiembre de 1945.

        Fotografía de Stanley Troutman, AP

        Los científicos y la opinión pública empezaron a presionar primero para que se prohibieran las pruebas nucleares y luego para que se procediera al desarme. Einstein (cuya advertencia inicial a Roosevelt tenía por objeto evitar la guerra nuclear, en lugar de ponerla en marcha) estaba entre ellos. En un manifiesto de 1955, el físico y un grupo de intelectuales abogaron por que el mundo abandonara sus armas nucleares. "He aquí, pues, el problema que os planteamos, crudo, terrible e ineludible", escribieron. "¿Pondremos fin a la raza humana; o renunciará la humanidad a la guerra?".

        La urgente cuestión quedó sin resolver. En 1962, los informes sobre el armamentismo soviético en Cuba provocaron la crisis de los misiles cubanos, un tenso enfrentamiento entre Estados Unidos y la URSS que muchos temían acabara en catástrofe nuclear.

        Para pedir el fin de las pruebas nucleares, los manifestantes marchan frente a la Casa Blanca en 1958, siete años después de que Estados Unidos iniciara las detonaciones atmosféricas en Nevada y 12 años después de la primera prueba en el Pacífico, en las Islas Marshall.

        Fotografía de Photograph via Keystone-France, Gamma-Keystone, Getty

        En respuesta a las preocupaciones de los activistas, Estados Unidos y la URSS (y más tarde Rusia) firmaron un tratado de prohibición parcial de ensayos en 1963, seguido de un tratado de no proliferación nuclear en 1968, y una serie de acuerdos adicionales destinados a limitar el número de armas nucleares.

        No obstante, según la Federación de Científicos Estadounidenses, a principios de 2020 todavía existían unas 13 410 armas nucleares en el mundo, frente a un máximo de unas 70 300 en 1986. La FAS informa de que el 91% de todas las cabezas nucleares pertenecen a Rusia y Estados Unidos. Las otras naciones nucleares son Francia, China, Reino Unido, Israel, Pakistán, India y Corea del Norte. Se sospecha que Irán está intentando construir su propia arma nuclear.

        A pesar de los peligros de la proliferación nuclear, sólo dos armas nucleares (las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki) han sido desplegadas en una guerra. Aun así, escribe la Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas, "los peligros de tales armas surgen de su propia existencia".

        Han pasado 75 años desde la prueba Trinity y la humanidad ha sobrevivido hasta ahora a la era nuclear. Pero en un mundo con miles de armas nucleares, alianzas políticas en constante cambio y continuos conflictos geopolíticos, persisten las preocupaciones planteadas por los científicos que dieron vida a la tecnología que hace posible la guerra nuclear.

        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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