El duro invierno en el Ártico: un tributo fotográfico a la adaptabilidad y la resistencia de los inuit

El viaje de un fotógrafo al Ártico canadiense revela el dinamismo de la vida en una de las regiones más frías del planeta

Por Gulnaz Khan
fotografías de Acacia Johnson
Publicado 9 nov 2017, 4:15 CET
Bajo las mismas estrellas
Joy y Amelia, de 10 años, llevan gafas en forma de corazón para el baile de viernes noche que se celebra cada semana.
Fotografía de Acacia Johnson

A principios de noviembre, el sol se pone en el horizonte de Artic Bay y el cielo se mancha de violeta y azul. El sol no vuelve a salir en este lugar durante tres meses, sumergiendo a estos paisajes en un crepúsculo infinito.

Entre la tunda y el mar, Nunavut («nuestra tierra» en inuktitut) es el territorio más grande y más al norte de Canadá, donde la mayoría de la población inuit del país se agrupa en remotas comunidades costeras. La fotógrafa y beneficiaria de la beca Fulbright, Acacia Johnson, se adentró en uno de los inviernos más fríos y oscuros del planeta para documentar la evolución de la relación de los inuit con su entorno en su serie onírica llamada Under the Same Stars (Bajo las mismas estrellas).

«La única constante en el paisaje del Ártico es su cambio continuo», afirma Johnson. «Mi idea [original] era hacer un proyecto de paisaje… Pero resultó que la realidad es muy diferente de lo que te imaginas. En su lugar, me pareció más importante centrarme en la transición cultural que está teniendo lugar».

La comunidad de la bahía del Ártico brilla sobre el paisaje color marfil. La ciudad se llama Ikpiarjuk en el idioma inuktitut, y se traduce como "el bolsillo".
Fotografía de Acacia Johnson

Durante los últimos 50 años, los inuit han experimentado rápidas transformaciones políticas, económicas y culturales asociadas a la globalización y a las políticas de asimilación puestas en marcha durante todo el siglo XIX: una nueva forma para una antigua violencia experimentada en todo el mundo por los pueblos indígenas.

En la historia reciente, los inuit han sido obligados a realizar una transición desde un pueblo autogobernado y seminómada a asentamientos gubernamentales donde se les despojó de sus identidades a favor de la aculturación occidental. Estas son acciones que se han reconocido como violaciones de sus derechos, su autonomía y su dignidad por parte del gobierno canadiense.

En la actualidad, los inuit siguen explorando la compleja relación entre un antiguo estilo de vida y otro que se les ha impuesto. Durante un periodo de cuatro meses en la comunidad de Artic Bay, en la isla de North Baffin, Johnson buscó celebrar y no tratar como una patología esta forma de vida emergente a través de un enfoque visual único.

Hilary, de 8 años, se tumba sobre el hielo marino junto a la piel de una cría de oso polar en la pálida luz de diciembre. El hielo marino que se derrite hace cada vez más difícil que los osos polares alcancen a sus presas, y por ello se aventuran en comunidades costeras pobladas en busca de alimento.
Fotografía de Acacia Johnson

«Me encanta desafiar los estereotipos sobre el Ártico. Creo que muchas personas simplemente se lo imaginan como un lugar llano y vacío», afirma la fotógrafa. Under the Same Stars, en contraste, revela un paisaje que rebosa vida y color en el invierno más profundo: adolescentes pintadas por el brillo artificial de sus smartphones, cazadores que vagan bajo cielos de color de algodón de azúcar y nieve en la que se refleja la luz de las estrellas.

«Cuando pasas mucho tiempo sin ver el sol, tus ojos se vuelven más sensibles a la luz», explica Johnson. La oscuridad, que tradicionalmente se considera hostil para la vida, en realidad la amplifica. «Mi percepción de la luna y las estrellas fue mucho mayor de a lo que estaba acostumbrada, su luz era asombrosa».

Sin embargo, la experiencia más significativa de Johnson fue acompañar a los inuit sobre el hielo marino durante su tradicional caza de focas. «Cazar sobre todo mamíferos marinos es el núcleo de su cultura», explica. «Pero en esta región, ningún animal tiene tanta importancia como la foca anillada».

Darcy Enoogoo busca respiraderos de focas cerca de Arctic Bay. Los inuit dependen en gran medida de la caza tradicional, pero las temperaturas cada vez más cálidas están contribuyendo a que el hielo sea más peligroso y a que la estación de caza tenga una duración menor.
Fotografía de Acacia Johnson

La caza de subsistencia de los inuit es diferente de la ampliamente criticada industria comercial de caza de focas de Canadá. Las comunidades indígenas han dependido de la caza de focas durante miles de años como fuente de nutrientes y vestimenta. En la actualidad, a la luz de la inseguridad alimenticia persistente y la hiperinflación de los bienes importados, la caza de focas tradicional sigue siendo un sustento para la vida en medio de la incertidumbre económica.

«Es importante que reconozcamos que todo esto —el paisaje, la riqueza del mar, la relación con el hielo marino— está muy vivo y no deberíamos pensar que es algo primitivo o anclado al pasado», afirma Johnson. «Se mueve hacia delante. Me fascina».

Aunque la colonización ha erosionado de forma significativa estas destrezas y ha interrumpido la transferencia de conocimiento intergeneracional, las formas de vida indígenas también se encuentran amenazadas por el cambio climático. Los científicos han confirmado algo de lo que los cazadores tradicionales han sido testigos durante décadas de interacción con la Tierra: el hielo del Ártico se está derritiendo a un ritmo sin precedentes. Las temperaturas elevadas y los fenómenos climáticos extremos están acelerando la degradación costera y el deshielo del permafrost. Estas condiciones afectarán de manera desproporcionada a la vida y la salud de las comunidades indígenas que dependen de los recursos naturales.

«Todo gira en torno a la estabilidad del hielo marino. Esencialmente, forma una superautopista entre regiones que de otra forma serían muy distantes, es un factor que facilita la vida», explica Johnson. «Creo que el calentamiento del clima y la inestabilidad del hielo marino va a perjudicar drásticamente a las personas que viven aquí».

Johnson afirma que sus fotografías son sobre todo un tributo a la adaptabilidad y la resistencia de los inuit, cualidades que en su opinión unen más a la gente y guían a Nunavut hacia un futuro impredecible, pero compartido.

«Aunque parecen los últimos recovecos de la Tierra, el hecho es que vivimos en el mismo planeta, bajo las mismas estrellas», dice Johnson. «Todos estamos conectados».

Este proyecto ha sido financiado por Fulbright Canada en asociación con la Ontario College of Art and Design University.

El Carro, formado por las siete estrellas más brillantes de la Osa Mayor, brilla sobre Arctic Bay. Como faro que recuerda que compartimos un planeta, la misma constelación puede observarse en toda Norteamérica, Asia y Europa.
Fotografía de Acacia Johnson
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