Los diez naufragios más relevantes a lo largo de la historia

Ya sean provocados por la meteorología o por las guerras entre humanos, los naufragios han convertido el océano en un gran cementerio. Aquí te ofrecemos algunas curiosidades sobre 10 de ellos.

Por Redacción National Geographic
Publicado 9 nov 2017, 4:17 CET

Los seres humanos hemos utilizado el océano como vía de transporte desde hace milenios. La navegación ha permitido el intercambio de bienes y el movimiento de personas, con la consiguiente conexión entre culturas y tradiciones. Gran parte de los grandes movimientos migratorios se han realizado a través del mar. Sin embargo, el Gran Azul también es un gigantesco cementerio. Los naufragios se han sucedido durante la historia, ya fueran provocados por la inclemencia del clima o por las guerras.

En National Geographic hemos recopilado información sobre algunos de los naufragios más relevantes a lo largo de la historia, ya fuera por su trágica fama debido a la pérdida de vidas humanas o por su vital importancia gracias a las pruebas arqueológicas que nos ofrecen.

Un mosaico de fotos muestra los restos de la Encarnación.
Fotografía de Jonathan Kingston, National Geographic Creative

1681: El Encarnación

Este buque mercante perteneciente a la Compañía de las Indias formó parte de la flota española comercial «Tierra Firme», que operaba durante el siglo XVII. Se encargaba del transporte de recursos, tropas y bienes entre las posesiones de la corona española en el Caribe y las colonias del norte de Latinoamérica, y también llevaba a cabo viajes al puerto de Cádiz en las costas de España.

Esta nao se hundió durante una tormenta cerca del territorio panameño del Caribe en 1681. Pese a su tumba a una profundidad inferior a los 12 metros, la nave sobrevivió a los saqueos enterrada bajo la arena hasta su descubrimiento en el año 2011.

Fritz Hanselmann, científico encargado del hallazgo, explicó la importancia crucial del estado en que se encontró este barco, ya que la mayoría de naufragios examinados habían sido sometidos a saqueos o se encontraban en pésimas condiciones. El Encarnación permitirá conocer muchos más datos acerca de los barcos de la flota española del siglo XVII.

Un cañón de hierro fundido del barco de Barbanegra, la Venganza de la Reina Ana.
Fotografía de Robert R. Clark, National Geographic

1714: La Venganza de la Reina Ana

Este es el infame navío que perteneció a Barbanegra, que se ganó su fama inmortal en las costas del mar Caribe. Este barco había sido anteriormente una nave francesa conocida como Le Concorde, pero el propio pirata la capturó en 1717, obligando además al médico del barco francés a unirse a su tripulación. Barbanegra lo abandonó junto a su tripulación en un banco de arena en 1718 cerca de la ciudad de Beaufort, en las costas de Carolina del Norte.

En el barco se encontró una pequeña cantidad de oro entre munición de plomo. Los arqueólogos creen que un marinero francés podría haber escondido el oro en un barril de munición para que los piratas de la tripulación de Barbanegra no lo encontrasen. 

Sus restos se descubrieron en 1995, pero solo en 2011, tras un estudio exhaustivo de las pruebas, se ha podido confirmar que perteneció a uno de los bucaneros más famosos de la historia.

1820: El ballenero Essex

Este buque ballenero capitaneado por George Pollard Jr. tenía 27 metros de eslora y pesaba 238 toneladas. Un año después de partir de las costas de Nantucket, Massachusetts, hacia el Pacífico Sur, el barco fue embestido por un cachalote de gran envergadura. El incidente fue la fuente de inspiración de  Herman Melville para escribir Moby Dick.

Naufragó a unos 3.700 kilómetros de las costas de Sudamérica, pero sus tripulantes lograron salvarse al usar los botes salvavidas, con los que lograron llegar a la isla Henderson (que en los últimos días ha sido protagonista de las últimas noticias medioambientales). Por desgracia para los marineros, la escasez de recursos de la isla les condujo poco a poco a la muerte y a la antropofagia, siendo los únicos supervivientes el propio Pollard y otro miembro de la tripulación.

Imágenes de sónar que muestran los restos de uno de los barcos de la expedición de Franklin, que quedó sumergida bajo el hielo en 1846.
Fotografía de Parks Canada, via Epa

1846: El HMS Erebus y el HMS Terror

El H.M.S. Erebus y el H.M.S. Terror son dos de los barcos más famosos y misteriosos del siglo XIX. Formaban parte de una expedición liderada por Sir John Franklin, que pretendía encontrar y cartografiar el paso del Noroeste, nombre de la ruta marítima que bordea el continente Americano por el norte y que conecta el océano Atlántico con el océano Pacífico.

La desaparición de los barcos se produjo en 1846 y ninguno de los 128 hombres que formaban parte de la tripulación logró sobrevivir. Una de las teorías consideraba que los navíos se habían quedado atrapados en el hielo y que finalmente se habían hundido. Se llevaron a cabo diversas expediciones para encontrarlos, todas ellas infructuosas. Finalmente, en septiembre de 2016 y tras haber transcurrido 170 años desde la tragedia, un equipo de investigadores canadienses confirmó el hallazgo de los restos de un barco era «sin duda el Erebus o el Terror», según el historiador marítimo James Delgado, que participó en la expedición.

El Titanic sale de Southampton el 10 de abril 1912.
Fotografía de F.G.O. Stuart.

1912: El RMS Titanic

El legendario RMS Titanic ha tenido una gran relevancia histórica, siendo motivo de diversos documentales e inspirando la emblemática película de James Cameron, Titanic.

En su momento, el Titanic fue el objeto móvil más grande jamás fabricado. Medía 269 metros de largo y 22 metros de alto, y estaba dividido en 11 cubiertas. La tragedia se produjo en abril de 1912 durante el que sería su primer y último viaje desde las costas inglesas de Southampton hasta Nueva York, a donde jamás llegó. En el naufragio, provocado por el choque con un iceberg, murieron un total de 1514 personas. Durante más de dos horas, el barco se partió en dos hasta finalmente hundirse en las aguas heladas del Atlántico norte.

Los restos del Titanic no se encontrarían hasta 1985, cuando una expedición secreta de la marina de Estados Unidos que buscaba submarinos nucleares hundidos encontró el pecio del desafortunado transatlántico. Esta expedición estaba liderada por Robert Ballard, explorador residente de National Geographic, que publicó un artículo en la revista describiendo su hallazgo y  que posteriormente protagonizaría el documental «Salvar el Titanic», emitido en NatGeo Channel.

El hundimiento del Lusitania

1915: El RMS Lusitania

Siguiendo con la historia trágica de los transatlánticos de pasajeros, encontramos al RMS Lusitania, barco más grande del mundo hasta la construcción del Titanic. En mayo de 1915, el Lusitania emprendió su viaje por el Atlántico, pero al entrar en aguas irlandesas este fue torpedeado por un submarino alemán, el U- 20, que creía que la nave transportaba armamento.

En el naufragio, que se produjo en solo 18 minutos, fallecieron 1.198 personas de los 1.959 tripulantes del barco. La tragedia supuso una conmoción a nivel mundial y fue uno motivos de que Estados Unidos participara en la Primera Guerra Mundial.

En 1990, el propio descubridor del Titanic, Robert Ballard, realizó un informe sobre la tumba submarina del transatlántico.

1916: HMHS Britannic

Casualmente, este transatlántico era «hermano» del RMS Titanic. Su fin era en un principio el transporte de pasajeros, pero tras el inicio de la Primera Guerra Mundial se convirtió en un buque enfermería y de transporte de tropas. En su viaje final, zarpó del mismo punto de partida que el Titanic, Southampton. Durante noviembre de 1916, cuando cruzaba el mar Egeo, la explosión de una mina provocó daños en uno de los lados y en la estructura del barco, que comenzó a escorarse. Gracias a los botes salvavidas, pudieron salvarse 1.096 personas de las 1.125 que iban en el buque.

En 1975, fue descubierto por el célebre explorador y oceanógrafo francés Jacques-Yves Cousteau, pionero del equipamiento de submarinismo, director de documentales sobre sus expediciones subacuáticas y ávido conservador que colaboró en varias ocasiones con la National Geographic Society.

Más artículos sobre naufragios: José Salvador Alvarenga y otros náufragos famosos

Cuando encontramos el Titanic no nos habría resultado muy difícil regresar y coger cualquier cosa. Pero tras meditarlo opinamos que no era correcto molestarlo -Bob Ballard.
Fotografía de National Geographic Channel

1941: El acorazado Bismarck

Este buque alemán fue uno de los primeros acorazados que se construyeron para la Kriegsmarine («Marina de Guerra») alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, no permaneció mucho tiempo sobre las aguas: solo ocho meses.

Su misión consistía en entrar en el océano Atlántico para atacar a los aliados (Estados Unidos y Gran Bretaña). Sin embargo, cuando se encontraba frente a las costas escandinavas, las naves enemigas británicas les interceptaron y entablaron batalla en el estrecho de Dinamarca. Tras varios impactos de proyectiles británicos, el acorazado Bismarck fue neutralizado, lo que supuso una gran pérdida de vidas humanas: de una tripulación de unos 2200 hombres, solo 114 sobrevivieron.

Su pecio fue descubierto en 1989 por el oceanógrafo Robert Ballard.

1945: El Wilhelm Gustloff

Este transatlántico alemán sirvió como buque hospital durante la Segunda Guerra Mundial y como medio de evacuación hacia el final del conflicto. A esta nave se le encargó la tarea de rescatar a los militares y civiles alemanes en Danzig –la llamada Operación Aníbal–, en 1945.

Pocas horas después de zarpar con más de 10.600 tripulantes –1.656 militares y a 8.956 civiles – el Wilhelm Gustloff fue interceptado por un submarino soviético que lo atacó, matando a 9.343 personas. Se considera una de las mayores tragedias navales de la historia.

Hundimiento del Costa Concordia en las costas de la isla italiana de Giglio.
Fotografía de National Geographic Channel

2012: El Costa Concordia

Este crucero era uno de los más grandes del mundo: con 290 metros de largo, 61 de alto y 114.500 toneladas de peso, albergaba 1.500 camarotes y llevaba a más de 4.200 pasajeros en el momento de su naufragio.

El 13 de enero de 2012, el crucero naufragó en las costas italianas tras una arriesgada maniobra en la que el barco se acercó demasiado a la isla de Giglio, colisionando con las rocas y abriendo una enorme brecha de 70 metros de longitud en el casco de la nave.

En este accidente murieron 32 personas y muchas otras resultaron heridas. Tras la evacuación, el capitán del Costa Concordia, Francesco Schettino, fue detenido y juzgado, junto con otros oficiales del barco.

Un hecho llamativo es que esta tragedia coincidió con el centenario del hundimiento del Titanic.

Galería relacionada: El hundimiento del Costa Concordia

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