El reino de las mujeres: una perspectiva íntima de la etnia mosuo

En lo alto del Himalaya, las últimas matriarcas de la etnia mosuo luchan por mantener con vida sus tradiciones ancestrales.

Por Alexandra Genova
fotografías de Karolin Klüppel
Publicado 9 nov 2017, 4:22 CET
Asa Nuja, de 69 años
Durante generaciones, mujeres como Asa Nuja, de 69 años, han sido las cabezas de familia en sus hogares, las responsables de transmitir la propiedad y los apellidos a las siguientes generaciones. Los niños están siempre con sus madres, que pueden cambiar de pareja cuando lo deseen. Los hombres pueden visitar a sus cónyuges actuales solo por la noche, una tradición que se conoce como «matrimonios ambulantes».
Fotografía de Karolin Klümppel

A la sombra de la cordillera del Himalaya, al borde del exuberante y extenso lago Luga, vive el pueblo mosuo. Se dice que su compleja estructura social es una de las últimas sociedades semimatriarcales en el mundo, que sigue un linaje materno y la práctica del «matrimonio ambulante». Las mujeres pueden elegir y cambiar de parejas tantas veces como quieran, una estructura que favorece el libre albedrío femenino por encima de la dependencia masculina.

Sin embargo, esta antigua tribu con valores sorprendentemente «modernos» está muy demandada. Cientos de turistas los visitan, los antropólogos acuden en bandada para estudiarles, mientras que el gobierno chino los ve como poco más que un producto lucrativo.

En medio de esta tormenta perfecta de intereses omnipresentes, se encuentran las propias mujeres. Sagaces y con fuerza física, su poder silencioso y dignificado ha sido su armadura contra la amenaza de la erosión cultural, que alcanzó un ritmo febril durante la revolución comunista. Pero en los últimos 20 años, su estabilidad se ha ido desmoronando.

Como ocurre con muchas comunidades indígenas de todo el planeta, la oportunidad de obtener dinero del turismo tiene un precio. Al haber abierto su cultura a los visitantes, esta se está erosionando paulatinamente. «Es un conflicto para muchas familias», contó la fotógrafa Karolin Klüppel, que ha documentado a los mosuo, a National Geographic. «La vida es más fácil cuando obtienen beneficios del turismo, pero también se sienten muy entristecidas por los cambios».

Los mosuo más jóvenes se han integrado más con los chinos han, y muchos se casan con personas ajenas a la tribu y se mudan a ciudades más grandes para encontrar trabajo. Además, con la escasa ayuda del gobierno, el peso de ser las custodias de la cultura ha recaído sobre las mujeres. «Ellas fueron la parte de la cultura que más me impresionó, porque eran muy fuertes y con una gran presencia, y estaban llenas de dignidad», afirma Klüppel.

En medio de los rumores de explotación, los conmovedores retratos de Klüppel buscan una verdad diferente y más profunda. En vez de simplificar o deconstruir su forma de vida, sus imágenes revelan la fuerza imperecedera de las mujeres, tan imperturbable como las montañas del Himalaya, su hogar. «Las mujeres mayores estaban muy presentes en la vida del pueblo, daban todas las órdenes a sus familiares», explica. «Una de las mujeres con las que estuve tenía una hija, dos hijos y dos nietos. Pero era ella la que estaba trabajando más duramente».

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    Objetos tradicionales en los hogares de la cultura mosuo.
    Fotografía de Karolin Klümppel
    Objetos tradicionales en los hogares de la cultura mosuo.
    Fotografía de Karolin Klümppel

    Las matriarcas a las que conoció Klüppel solían ser «muy divertidas y activas», algo muy diferente a la cultura alemana a la que está acostumbrada. «Vi a una mujer de 80 años cargando con cosas que ni yo misma era capaz de transportar», afirma. «Sus cuerpos están en tensión por la energía que tienen. Me di cuenta de que la fuerza física realmente depende de lo que hagas con tu cuerpo. ¡Las mujeres son más fuertes que los hombres!».

    Aunque la dominación femenina en el espacio de trabajo es algo inusual en otras partes del mundo, el sistema de «matrimonios ambulantes» de los mosuo es probablemente la parte más singular –y exótica– de su cultura. La tradición, progresivamente feminista o selectivamente misántropa dependiendo de cómo se mire, establece que las parejas de las mujeres mosuo solo las pueden visitar por la noche, y los hombres tienen muy poco que decir en la educación de sus hijos. Los niños mosuo se quedan en la familia de su madre de por vida, y como tal, la mujer es la cabeza de familia.

    «En la sociedad china han, el estatus depende del trabajo y las mujeres eligen a sus parejas de forma diferente. El amor está en el segundo o tercer puesto en su lista de prioridades», explica Klüppel. «Para los Mosuo, solo importa el corazón, el amor y la pasión que sienten, y si dejan de sentirlo pueden poner fin a la relación sin que ello sea un gran drama. Sentir mariposas en el estómago es más importante que permanecer juntos».

    Klüppel pasó un total de tres meses con las mosuo y visitó más de 250 hogares. Se acostumbró a sus ritmos diarios particulares y a su forma aprecio cercano por el respeto mutuo. En una época en la que el empoderamiento femenino es un tema de actualidad, parece dolorosamente irónico que una cultura donde las mujeres son realmente dominantes se encuentre en constante declive.

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    Objetos tradicionales en los hogares de la cultura mosuo.
    Fotografía de Karolin Klümppel
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