Descubierto un ancestro nativo americano perdido gracias a ADN de hace 11.500 años

Los análisis de huesos de 11.500 años ofrecen indicios sobre los orígenes de la diversidad genética del Nuevo Mundo.

Por Michelle Z. Donahue
Publicado 4 ene 2018, 16:52 CET
Los restos de una niña
Los restos de una niña descubiertos en un campamento de 11.500 años en Alaska central revelan una población nativo americana genéticamente distinta hasta ahora desconocida para los científicos.
Fotografía de Ben Potter

Una niña que nació hace unos 11.500 años sobrevivió durante solo seis semanas en el durísimo clima de Alaska central, pero su breve vida ha aportado una sorprendente y compleja cantidad de información a los investigadores modernos.

Su genoma es el perfil genético completo más antiguo de un humano del Nuevo Mundo. Pero por si fuera poco, sus genes también revelan la existencia de una población anteriormente desconocida de personas que están emparentadas con —pero que son más antiguas y genéticamente diferentes que— los nativos americanos modernos.

Esta nueva información contribuye a elaborar un esquema más detallado de cómo, cuándo y dónde se convirtieron los ancestros de todos los nativos americanos en un grupo distinto, y cómo podrían haberse dispersado por el Nuevo Mundo.

El ADN del bebé demostró que pertenecía a una población que estaba separada genéticamente de otros grupos nativos presentes en otras partes del Nuevo Mundo a finales del Pleistoceno. Ben Potter, arqueólogo de la Universidad de Alaska Fairbanks que desenterró los restos en el yacimiento de Upward River Sun en 2013, bautizó a este nuevo grupo «antiguos beringios».

Un diagrama muestra la cronología genética de las poblaciones nativo americanas.
Diagram Courtesy Ben Potter, Eske Willerslev

El hallazgo de los huesos del bebé, llamada Xach'itee'aanenh T'eede Gaay, o «la pequeña del amanecer» en lengua local atabascana, fue totalmente inesperado, al igual que los resultados genéticos, según Potter.

El yacimiento de Upward River Sun, descubierto en 2006 y accesible solo en helicóptero, se encuentra en el denso bosque boreal del valle del río Tanana, en Alaska central. El campamento estaba enterrado bajo capas de arena y limo, un entorno ácido que hace que la supervivencia de artefactos orgánicos sea algo inusual. Potter había excavado anteriormente los restos incinerados de una niña de tres años en un hoyo, y fue bajo este primer enterramiento donde encontró al bebé de seis semanas y a un segundo bebé más joven.

Un equipo de genómica de Dinamarca, en el que participa el genetista de la Universidad de Copenhague Eske Willerslev, llevó a cabo la secuenciación de los restos, comparando el genoma de la niña con los genes de 167 poblaciones antiguas y contemporáneas de todo el mundo. Los resultados se han publicado en la revista Nature.

«Ni siquiera sabíamos que esta población existía», afirma Potter. «Ahora sabemos que estuvieron aquí durante miles de años y que lograron sobrevivir con éxito. ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo cambiaron? Ahora tenemos ejemplos de dos grupos genéticos de gente que se había adaptado a las durísimas condiciones del entorno».

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    Reconstrucción artística del antiguo campamento de Upward Sun River en Alaska.
    Fotografía de Eric S. Carlson en colaboración con Ben Potter

    El análisis genético apunta a una divergencia de todos los antiguos nativos americanos a partir de una única población asiática oriental entre hace 36.000 y 25.000 años, mucho antes de que los humanos cruzaran hacia Beringia, una zona que incluye el puente terrestre que conectó Siberia y Alaska a finales de la última glaciación. Esto significa que en algún punto del camino, ya fuera en Asia oriental o en la misma Beringia, un grupo de personas se quedó aislado de otros asiáticos orientales durante al menos 10.000 años, tiempo suficiente como para convertirse en una variedad única de la humanidad.

    El genoma de la niña también demuestra que los beringios se diferenciaron genéticamente de los otros nativos americanos hace unos 20.000 años. Sin embargo, como los humanos de Norteamérica no están documentados de forma fehaciente antes de hace 14.600 años, aún no está claro cómo y dónde se habrían separado estos dos grupos como para convertirse en grupos genéticamente distintos.

    El nuevo estudio postula dos nuevas posibilidades sobre cómo habría ocurrido esta separación.

    La primera, que los dos grupos se quedaron aislados mientras estaban en Asia oriental, y que cruzaron el puente terrestre por separado, quizá en ocasiones diferentes o empleando rutas diferentes.

    Una segunda teoría propone que un solo grupo salió de Asia y a continuación se dividió entre los beringios y los antiguos nativos americanos una vez en Beringia. Los beringios se quedaron en el oeste y el interior de Alaska, mientras que los ancestros de los nativos americanos modernos siguieron su viaje hacia el sur hace unos 15.700 años.

    «No es tanto un árbol que se ramifica como un delta de arroyos y ríos que se entrecruzan y se separan», afirma Miguel Vilar, director científico del Genographic Project de National Geographic. «Hace 20 años, pensábamos que el poblamiento de América parecía bastante simple, pero resultó ser más complicado de lo que pensábamos».

    John Hoffecker, que estudia la paleoecología de Beringia en la Universidad de Colorado-Boulder, señala que aún hay mucho margen para el debate sobre las ubicaciones geográficas de las divisiones ancestrales. Sin embargo, el nuevo estudio encaja con la corriente de pensamiento de la última década, según añade.

    «Creemos que había mucha más diversidad en las poblaciones nativo americanas originarias de la que se manifiesta hoy en día, por eso esta teoría coincide con muchas otras pruebas», afirma Hoffecker.

    Sin embargo, esa misma diversidad —revelada a través de investigaciones de la morfología craneal y la estructura dental de nativos americanos— da lugar a su propio dilema. ¿Cómo desarrolla un banco tan amplio de diferencias a partir de sus ancestros asiáticos orientales un grupo relativamente pequeño de migrantes del Nuevo Mundo, bloqueado por un clima arduo y sin acceso a material genético fresco? Sin duda, no sucede a lo largo de solo 15.000 años, insiste Hoffecker refiriéndose a la fecha estimada de divergencia de los antiguos nativos americanos de los beringios.

    «Hemos estado descubriendo estas señales de divergencia temprana durante décadas; los primeros análisis mitocondriales de nativos americanos en la década de 1990 daban como resultado estimaciones de 30, 35 e incluso 40.000 años», afirma Hoffecker. «Todo el mundo las desestimaba, yo incluido. Pero entonces, la gente empezó a sospechar que había dos fechas: una para la divergencia y otra para la dispersión, y este estudio respalda esta teoría».

    «Estudiar a los beringios aporta información sobre la complejidad del proceso de la migración y la adaptación humanas», añade Potter. «Hace que el científico que todos llevamos dentro haga mejores preguntas y se impresione con nuestra capacidad como especie para introducirnos en una zona tan dura y prosperar».

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