¿Convivió este misterioso hombre-simio con nuestros antepasados?

Después de añadir al Homo Naledi al árbol genealógico humano, los investigadores han revelado que la especie sería más joven de lo que sugiere su cuerpo inusualmente primitivo.

Por Michael Greshko
Publicado 9 nov 2017, 4:16 CET
Este Homo naledi, elaborado con arcilla y moldeado con silicona por el paleoartista John Gurche, fue elaborado a partir de los restos de cráneo hallados en las cámaras del sistema de cuevas de Rising Star, la cámara Dinaledi y la cámara Lesedi. El esqueleto del H. naledi tenía características primitivas, pero la cara, el cráneo y los dientes muestran rasgos modernos, pruebas suficientes para justificar su colocación en el género Homo.
Fotografía de Mark Thiessen, Revista National Geographic

Un año y medio después de añadir un nuevo y desconcertante miembro al árbol genealógico humano, un equipo de investigadores que trabajaba en Sudáfrica nos ha proporcionado información adicional: la especie sería mucho más joven de lo que sugiere su extraña morfología primitiva y podría haber compartido su hábitat con los primeros Homo sapiens.

Este impresionante tesoro oculto de restos de homínidos, descubierto por primera vez en 2013 por dos espeleólogos que exploraban el sistema de cuevas de Rising Star, en Sudáfrica, es el único yacimiento fósil de este tipo jamás encontrado en África, así como el más abundante. Los restos pertenecían a una especie de cerebro pequeño, con hombros y torso parecidos a los de un simio, pero también con algunas características humanas inconfundibles. El nombre de este mosaico de huesos es Homo naledi, palabra que en el idioma sesotho significa «estrella».

Y ahora, la estrella de la especie brilla en todo su esplendor. En los trabajos publicados el martes en la publicación eLife, el equipo dirigido por el paleoantropólogo de la Universidad de Witwatersrand (Wits), Lee Berger, ha asignado un margen de edad a los restos de los que se informó por primera vez en 2015: entre 236.000 y 335.000 años de edad. El equipo también ha descrito una segunda cámara dentro de Rising Star que contiene los restos de un Homo naledi, todavía sin datar.

De confirmarse, estas fechas podrían implicar que, mientras nuestra propia especie estaba evolucionando a partir de otros antepasados ​​de cerebro grande, un linaje primitivo en la sombra, de cerebro pequeño, perduraba desde un período mucho más temprano, quizá desde hace dos millones de años o más. La franja de edad propuesta para los fósiles también se superpone con el principio de la Edad de Piedra intermedia, lo que supondría una posibilidad provocativa, aunque todavía por demostrar: el registro de herramientas de piedra en Sudáfrica desde ese momento no habría sido solamente la obra de los seres humanos anatómicamente modernos.

«¿Cómo sabemos que estos yacimientos a los que denominamos [ejemplos de] la aparición del comportamiento humano moderno no pertenecían a los Homo naledi?», afirma Berger, quien también es un explorador residente de National Geographic. «Puedes imaginarte lo perturbador que esto podría ser».

LA PIEZA PERDIDA DEL PUZZLE

Cuando el Homo naledi debutó públicamente en 2015, varios detalles clave de la especie todavía acechaban en las sombras. ¿De qué forma estaba emparentado el H. naledi con otras especies de homínidos? ¿Era este el "Homo raíz" en el árbol del linaje de nuestro género, como sugeriría su morfología?

Como informamos en su momento desde National Geographic, este anuncio inicial frustró a los científicos por todo lo que faltaba.

«Sin datar, estos fósiles son meras curiosidades antes que un punto de inflexión», declaró William Jungers, paleoantropólogo de la Universidad Estatal de Nueva York, Stony Brook, en una entrevista en 2015.«Su lugar en el árbol genealógico se verá influenciado por su edad: son una ramita en busca de un tronco».

Algunos estudios posteriores intentaron llenar el vacío estimando de forma estadística la edad del H. naledi, basándose en las comparaciones de su cráneo y sus dientes con los de otros homínidos. Uno de ellos situaba a la especie aproximadamente dos millones de años atrás, año arriba, año abajo. El otro, un estudio de la investigadora de la Universidad Simon Fraser, Mana Dembo, sugería que tenía unos 912.000 años de antigüedad... es decir, más o menos un millón de años.

Pero durante todo ese tiempo, el equipo de Berger tenía la corazonada de que el H. naledi era más joven. «Ver esto ha sido algo precioso, porque mientras todos estos estudios se publicaban, sabíamos que iba a tener menos de medio millón de años de edad», afirma Paul Dirks, geólogo en la Wits y James Cook University.

Dirks explicó que el equipo prefirió no sacar nada a la luz una propuesta de fecha para los especímenes, ya que si los datos iniciales eran incorrectos, los escépticos se habrían aprovechado de este fallo como prueba de la imprudencia del equipo. Pese a todo, se trata de una crítica que el equipo todavía recibe por su vertiginoso ritmo de publicación. La inusual falta de restos de fauna en la cueva también implicaba que la datación requeriría la realización de un muestreo destructivo de los inestimables fósiles.

Por ello, después de que se describieran los fósiles, Dirks y otros 19 científicos decidieron aplicarles los procesos metodológicos ordinarios, usando seis métodos diferentes de datación para acotar lo máximo posible la edad del H. naledi.

Para empezar, emplearon datación radiométrica sobre las coladas –capas de calcita depositadas por el flujo de agua– que habían cubierto parte de los restos del H. naledi. Dos laboratorios demostraron de forma independiente que la colada tenía unos 236.000 años, lo que significaría que los restos subyacentes del H. naledi tendrían que ser más antiguos.

Conseguir probar una edad máxima resultó más difícil, ya que no existía una capa inferior de colada bajo los fósiles. El equipo llegó a un límite superior de 335.000 añossometiendo los granos sedimentarios y tres dientes de H. naledi a una serie de métodos de datación, algunos de ellos basados ​​en la dosis de radiación que los materiales habían recibido tras haber estado expuestos a la radiactividad natural de la cueva.

«Cuando acabamos, teníamos una gran confianza en los resultados», afirma John Hawks, paleoantropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison que forma parte del equipo del H. naledi. Hawks y Berger hablan de la datación y la historia completa del descubrimiento del H. naledi en un libro recién publicado de National Geographic, Almost Human.

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    Portada del libro "Almost Human", de Lee Berger y John Hawks.
    Fotografía de NAtional Geographic

    Jungers, que actualmente trabaja como investigador asociado en la Asociación Vahatra de Madagascar, afirma que la nueva datación señala de nuevo el hecho de que atribuir una edad a los fósiles basándose ​​en su forma plantea riesgos. «El Homo naledi (al igual que el Homo floresiensis) coloca otro clavo en ese ataúd analítico», escribió por correo electrónico. El H. floresiensis, apodado «el Hobbit», era una especie diminuta y de cerebro pequeño que existió en la isla indonesia de Flores hasta hace unos 60.000 o 100.000 años.

    Warren Sharp, geocronólogo de la Universidad de California, Berkeley, que no participó en el estudio, aplaude al equipo por la meticulosidad de su esfuerzo. Sin embargo, insiste en que el límite de edad superior del equipo requiere necesariamente establecer un modelo de la radiactividad y del comportamiento de la cueva a través del tiempo, una tarea que entraña una gran dificultad.

    «Puede que hayan hecho el mejor trabajo posible con esas técnicas... [pero] las fechas de los dientes son en esencia menos convincentes», afirma Sharp. «No estoy diciendo que sea culpa de los autores. Sólo digo que es una noción con la que tenemos que vivir».

    UN RAYO DE LUZ EN LA OSCURIDAD

    Berger y sus colegas también anunciaron el martes que se ha encontrado una segunda cámara en el sistema Rising Star que contiene fósiles de H. naledi, descubiertos durante el trabajo de campo en noviembre de 2013 por Steven Tucker y Rick Hunter, los mismos espeleólogos que habían encontrado el primer tesoro escondido en una cueva llamada Dinaledi.

    La segunda cámara, llamada Lesedi –palabra que significa «luz» en idioma setsuana–, se encuentra a más de 90 metros de la cámara Dinaledi, que contenía más de 1.500 restos fósiles de H. naledi.

    Hasta la fecha se han recuperado cerca de 130 especímenes más en la cámara Lesedi, pertenecientes a dos adultos y a al menos un niño. Uno de los dos esqueletos adultos, probablemente un varón, se conserva sorprendentemente completo, e incluye un cráneo que conserva muchos huesos faciales, lo que aportaría la información crucial que faltaba en el hallazgo original. No es de extrañar que el equipo nombrase a este individuo Neo, palabra que en sesotho significa «regalo».

    «Realmente, [Neo] se puede comparar con el estado de conservación del esqueleto Lucy», dice Hawks, refiriéndose al famoso esqueleto de 3,2 millones de años de antigüedad de un Australopithecus afarensis encontrado en Etiopía. «Nos faltan algunas partes que Lucy sí tiene; y tenemos algunas partes que Lucy no tiene».

    Al igual que la cámara Dinaledi, cuya entrada es una ranura de poco más de 17 centímetros de ancho, la cámara Lesedi también plantea desafíos únicos para las excavaciones arqueológicas. Marina Elliott, científica de exploración de Wits que ha dirigido excavaciones en ambas cámaras, afirma que, aunque Lesedi no es tan difícil de alcanzar como Dinaledi, sí es más difícil de excavar. Encontraron a Neo en un estrecho hueco «ciego» de menos de 60 centímetros de ancho.

    «Básicamente excavé acostada sobre mi pecho o en posición fetal, con mis dos hombros inmovilizados por la roca a ambos lados», explica. «Es una tarea muy difícil físicamente; he intentado hacer mucho yoga para ser capaz de hacerlo».

    Ni siquiera Berger ha puesto los pies en Dinaledi, y sólo se ha aventurado en Lesedi en una ocasión. Durante su regreso a la superficie, se quedó atascado durante casi una hora y sus colegas tuvieron que sacarlo tirando de cuerdas atadas a sus muñecas. Ahora sus compañeros se refieren a eso como «squeeze the Berger Box», o algo así como «tocar el acordeón Berger» (squeezebox significa acordeón en inglés).

    Marina Elliott, científica de exploración de la Universidad de Witwatersrand, abajo, se prepara para excavar los restos del Homo naledi encontrados en la cámara Lesedi dentro del sistema de cuevas de Rising Star en 2014 en Sudáfrica. La ayudan los paleontólogos Ashley Kruger, en el centro, y Dirk van Rooyen. El ordenador permite al paleontólogo Lee Berger seguir su progreso desde la superficie.
    Fotografía de Elliot Ross, Revista National Geographic

    UN CUERPO LLENO DE PRUEBAS

    A la luz del descubrimiento en la cámara de Lesedi, el equipo de Berger ha reivindicado una de sus hipótesis más polémicas: que, de alguna forma, el H. naledi utilizó el sistema de cuevas de Rising Star como un lugar en el que deshacerse de sus muertos.

    Esa audaz teoría surgió por la simple rareza de la cámara Dinaledi, una rareza que comparte con la cámara Lesedi. Las cámaras contienen casi exclusivamente restos del H. naledi, algo muy inusual (aunque Lesedi contiene algunos restos de fauna). Es más, Berger y sus colegas todavía no han encontrado entradas alternativas a las cámaras.

    «¿Cuáles son las probabilidades de que el responsable de las acumulaciones de múltiples cuerpos, adultos y jóvenes, fuera un fenómeno natural que los hubiera depositado en dos partes separadas de la cueva, en circunstancias de deposición muy similares, y que además encontremos ambas cuevas?», explica Hawks. «Es muy difícil creer que se trate de una especie de coincidencia».

    Algunos expertos exigen más pruebas de siquiera sopesar esta idea. «Muchos expertos (yo entre ellos) consideramos que este comportamiento complejo es improbable en una criatura con un cerebro de un tamaño similar al de un gorila, particularmente porque sería necesario añadir un requisito para el uso controlado del fuego (para encenderlo)»,  declaró Chris Stringer, antropólogo del Museo de Historia Natural de Londres, quien revisó los artículos recién publicados.

    Además, los arqueólogos y los miembros del equipo advierten de que si el H. naledi realmente hubiera dispuesto allí a sus muertos, no significa necesariamente que le impulsara una razón o un ritual humano.

    «Lo que sí es seguro es que aquí pasó algo realmente extraño», afirma Aurore Val, estudiante postdoctoral de Wits que criticó la hipótesis de que estos homínidos se deshacían de sus muertos en un ensayo de 2016. «Hay que ser precavidos con las prácticas mortuorias... no cavaban agujeros ni hay presencia de herramientas. Este no es un ritual per se, como los que observamos en el Homo sapiens y en los neandertales».

    «Creemos que los seres humanos son muy inteligentes y tienen razones para todo», declaró Hawks. «No pienso en la razón, lo más simple que puedes hacer es asegurarte de que los depredadores no devoren estos cuerpos o que no queden a merced de los elementos».

    UN TIEMPO Y UN LUGAR

    Berger y su equipo todavía no han datado los restos de Lesedi, y las fechas que tienen de Dinaledi no demuestran la longevidad de H. naledi como especie. Pero la breve instantánea que ofrecen las fechas sí incluye el comienzo de la Edad de Piedra intermedia, época en la que el género Homo seguía siendo un arbusto diverso y enmarañado, no el linaje podado de una única especie que observamos hoy.

    Entre 230 a 330.000 años atrás, no sólo había precursores humanos anatómicamente modernos en este entorno: habrían existido neandertales en Europa y Asia, denisovanos en Asia, quizá algunos reductos eurasiáticos de nuestros antepasados Homo erectus, así como los precursores del H. floresiensis. En medio de este panteón, el H. naledi sería el primer homínido conocido que vivió en África en ese momento.

    Sin embargo, todavía no está claro cómo encaja el H. naledi en el árbol de la humanidad. La mayoría de los investigadores coinciden en que el antepasado inmediato del Homo sapiens fue el Homo erectus, que apareció por primera vez hace 1,8 millones de años. Pero un análisis realizado por Berger y sus colegas sugiere que, a pesar de la edad más reciente de los restos del H. naledi, su morfología sugiere que podría tratarse de un candidato mejor para nuestro progenitor, y que habría sobrevivido de forma paralela durante millones de años dando lugar posteriormente a la rama que se prolonga hasta los seres humanos modernos.

    Otros científicos creen que es más probable que los restos de Rising Star representen un linaje descendiente que sobrevivió en una especie de callejón sin salida continental, como hizo el H. floresiensis en su refugio isleño.

    «Quizá al final no se sitúe en la línea directa que lleva hasta los seres humanos», afirma William Kimbel, director del Instituto de Orígenes Humanos en la Universidad Estatal de Arizona. «Pero eso no significa que no sea importante. Resulta fascinante».

    Y puesto que el registro fósil en el África subsahariana es todavía escaso, resultaría probable que el H. naledi no hubiera estado solo.

    «No debemos sorprendernos de que existiesen otros experimentos evolutivos en el Pleistoceno que hubieran contribuido o no a la aparición del Homo sapiens», escribió Jungers por correo electrónico. «El Homo naledi sugiere que África probablemente alberga otras sorpresas paleoantropológicas».

    El equipo de Berger también sostiene que si el H. naledi y los seres humanos modernos hubieran convivido, las herramientas de piedra de ese periodo de tiempo encontradas por toda Sudáfrica podrían no haber sido obra de los humanos. «Hemos asumido que esta [fabricación de herramientas] representa un signo de la complejidad humana moderna, pero el hecho es que esta es una zona del mundo donde el naledi es el homínido mejor documentado», explicó Hawks.

    Reconstruyendo la cara de un nuevo antepasado: el Homo Naledi

    «La gente se precipita y asume que [los fabricantes de herramientas] eran humanos modernos», añade Berger. «Pero si vas a jugar conforme a las reglas científicas, alguien como yo podría recostarse en su cómoda silla mientras fuma en pipa y decir: '¿Ah sí? Pruébalo'».

    Con una valentía similar, el equipo de Rising Star también argumenta que el H. naledi podría indicar que el África subecuatorial fue la principal impulsora de la diversidad de los primeros homínidos. Esto contrasta con la afirmación de que el África oriental fue la incubadora de la evolución temprana de la humanidad, un relato que descansa impreso sobre yacimientos en los que abundan los fósiles de homínidos en Etiopía, Kenia y Tanzania.

    Berger reconoce que su argumento resulta polémico. Pero también le enfurece la sugerencia de que el H. naledi representa solo un intrigante espectáculo secundario de la evolución, mientras que el África oriental fue el escenario principal de este acontecimiento. «No es así como debemos leer los mapas, la evolución no ocurre de esa forma, ni tampoco era este el objetivo de la expansión de homínidos», afirma.

    Bernard Wood, paleoantropólogo de la Universidad George Washington, señala que, en cualquier caso, el debate sobre el origen del Homo podría estar intensificándose innecesariamente.

    «Debemos asegurarnos de no caer en la trampa de asumir que todos los acontecimientos importantes en la evolución de los homínidos tuvieron lugar allí donde hemos tenido la buena suerte de encontrar fósiles", dice Wood. «No tiene mucho sentido revocar una hipótesis equivocada del Jardín del Edén con otra hipótesis igualmente equivocada de otro Jardín del Edén. Debemos calmarnos, respirar profundamente [y] celebrar el hecho de que esta es una prueba interesante».

    Al menos parece que Rising Star será motivo de más celebraciones en los próximos años. Hawks estima que, hasta ahora, menos del cinco por ciento de la cámara Dinaledi ha sido excavada y que Lesedi probablemente contiene otros restos. El equipo también está explorando otros sistemas de cuevas cercanos, en busca de pruebas adicionales de nuestros primos lejanos.

    «También debe alentarnos para no abandonar la esperanza en la exploración», afirma Elliott. «La exploración no está muerta».

    Jamie Shreeve ha contribuido a este reportaje.

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