Pinturas rupestres de 40.000 años podrían ser los dibujos de animales más antiguos del mundo

La isla de Borneo, en el Sudeste Asiático, se une a un conjunto creciente de lugares con arte rupestre innovadora primitiva.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 8 nov 2018, 13:56 CET
Kalimantan Oriental
La galería de arte rupestre primitiva se encuentra resguardada en las cuevas de piedra caliza de Kalimantan Oriental, Indonesia, en la isla de Borneo.
Fotografía de Pindi Setiawan

Un sinnúmero de cuevas se distribuye entre las empinadas montañas de Kalimantan Oriental, en la isla indonesia de Borneo. Envueltas en capas y balaústres de piedras, estas catedrales naturales de piedra caliza muestran la geología en todo su esplendor. Pero dentro de los afloramientos rocosos hay algo aún más espectacular: una vasta y antigua galería de arte rupestre.

Cientos de manos saludan a grandes rasgos desde los techos, dedos extendidos con descargas de pintura roja anaranjada. Un análisis actualizado de las paredes de las cuevas sugiere que estas imágenes son unos de los restos más tempranos de la creatividad humana, con una antigüedad de 52.000 a 40.000 años. Así, este arte rupestre es decenas de miles de años más antiguo de lo que se creía.

Pero no es el único secreto que oculta el vasto sistema laberíntico.

En una cueva llamada Lubang Jeriji Saléh, hay un dibujo de tres criaturas rechonchas con aspecto de vacas, la más grande de las cuales mide más de dos metros de diámetro. El nuevo análisis de datación sugiere que estas imágenes tienen, como mínimo, 40.000 años de antigüedad, lo que las convierte en las pinturas rupestres figurativas más antiguas descubiertas hasta la fecha. Estas obras supera al anterior campeón —un babirusa regordete de Célebes, Indonesia— por solo unos pocos miles de años.

Con una antigüedad mínima de 40.000 años, tres criaturas similares a vacas (a las que vemos aquí en una imagen compuesta) se consideran la obra de arte figurativa más antigua hallada hasta la fecha.
Fotografía de Luc-Henri Fage

 «En la entrada hay una pequeña cámara a la derecha, y ahí ¡bum!», afirma el arqueólogo Maxime Aubert, de la Universidad Griffith. No son las pinturas rupestres más antiguas que se han descubierto, pero, a diferencia de garabatos y trazados más antiguos, estas pinturas son representaciones inequívocas de animales antiguos, según informa su equipo en la revista Nature.

Los bóvidos y las huellas de manos se suman a una serie creciente de obras de arte de antigüedad similar que adornan las paredes de cuevas de todo el mundo. Según la arqueóloga del Paleolítico April Nowell, de la Universidad de Victoria, estas pinturas marcan un giro en lo temprano que los humanos pensaron e interactuaron con su entorno: de centrarse en la supervivencia y las necesidades cotidianas mundanas a tejer los que se convertirían en los primeros hilos de la cultura humana.

«Creo que, para muchos de nosotros, se trata de una verdadera expresión de humanidad en el sentido más amplio del término», explica.

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    Este conjunto de patrones de manos de color violeta se hizo en la época en que el último máximo glacial arrasó la región.
    Fotografía de Kinez Riza

    Rocas y radiactividad

    Los isleños ya conocían la existencia de estas pinturas, que encontraron mientras cazaban nidos de aves. Este arte fue documentado en los 90 y, más adelante, lo dataron. Pero muchas muestras eran porosas, según Aubert, lo que les otorga más antigüedad. En aquella época, el equipo se decidió por una antigüedad mínima moderada de 10.000 años.

    Aubert y sus colegas volvieron a las cuevas en 2016 y 2017 para recopilar nuevas muestras no porosas y reanalizar su antigüedad empleando el mismo método, que depende del omnipresente goteo de agua. A medida que el líquido se filtra por la roca y los sedimentos superiores, el agua disuelve lentamente la piedra caliza y el uranio radiactivo naturalmente presente. A continuación, deposita las sustancias en capas de carbonato de calcio en las paredes de la cueva.

    El uranio se degrada de forma predecible en torio y, como el agua deja tras de sí este elemento en su camino sinuoso, los científicos pueden medir la proporción de uranio y torio para determinar las antigüedades de varias pinturas. En total, el equipo analizó 15 muestras de carbonato de calcio de seis cuevas, partiendo de los depósitos superiores e inferiores a las pinturas entre los que se intercala el arte.

    Las nuevas fechas parecen definir tres etapas de arte paleolítica en la región y muestran una transición: pasan de representar animales a mostrar el mundo humano.

    «No nos lo esperábamos», cuenta Aubert.

    La fase más antigua está compuesta por imágenes rojas anaranjadas que comienzan entre hace 40.000 y 52.000 años, incluyendo las franjas de color que delinean las manos y los animales similares a bóvidos. Las imágenes de color violeta oscuro marcan un segundo periodo de hace unos 20.000 años. Esta fase está compuesta por muchas manos, pero estas están adornadas con puntos, rayas y líneas, como si fueran tatuajes. Las manos están conectadas por tentáculos con forma de enredaderas. Los pigmentos rojos y violetas parecen estar elaborados con el mismo material, solo que uno podría estar más disuelto que el otro, según Aubert.

    Una figura humana delgada y de color violeta que data de hace unos 13.600 años introduce la tercera fase del arte. En este periodo predominan las formas geométricas con pigmentos negros y monigotes realizando actividades, como bailar, navegar y cazar. Se cree que estas pinturas con pigmentos negros, que se encuentran en otras partes de Borneo, tienen solo unos pocos miles de años.

    Entre los más grandes

    El arqueólogo Nicholas Conard, de la Universidad de Tubinga, explica que esta nueva datación resulta emocionante, pero no sorprendente. Conard, que no participó en el último estudio, dirigió las investigaciones de la cueva Hohle Fels en el sur de Alemania donde descubrió, entre otras cosas, una estatuilla femenina sin cabeza que data de hace unos 35.000 años. En 2009, cuando se anunció el hallazgo, era sin duda la representación más temprana de la forma humana.

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    Pero Conard ya había previsto el descubrimiento de otros antiguos centros culturales: «¿Por qué tendría que proceder todo esto de un solo lugar del planeta Tierra?».

    Y efectivamente, en los últimos años han aumentado los hallazgos de comienzos del arte por todo el mundo. Entre las primeras pinceladas antiguas se incluye un garabato de 73.000 años con forma de almohadilla hallado en Sudáfrica, así como formas geométricas y formas de manos de 65.000 años en España que podrían haber sido obra de neandertales.

    Con la nueva datación, las representaciones de Borneo se suman a un periodo abundante que parece marcar el inicio de las verdaderas pinturas rupestres en el mundo. El impresionante zoológico de carboncillo de la cueva Chauvet-Pont-d'Arc en el sur de Francia data de hace unos 36.000 años; los perfiles de manos y discos rojos simples de la cueva del Castillo, en España, datan de hace más de 40.800 años. Y a un breve viaje en barco de Borneo se encuentran las huellas rojas y el babirusa regordete de Célebes, que tienen unos 39.900 años de antigüedad. También existe una amplia variedad de arte australiana que podría datar de este periodo, pero su datación ha sido más compleja que la del arte en piedra caliza.

    A medida que estas diversas regiones reciben más atención por su arte rupestre, Nowell cree que «el panorama va a cambiar mucho».

    Orígenes misteriosos

    Todavía se desconoce el motivo que dio pie a este aparente movimiento artístico mundial. En Europa, el arte pareció aparecer poco después de la llegada de los humanos modernos, pero las pruebas de humanos en el Sudeste Asiático son anteriores a los artistas primitivos en dos o tres décadas. Según señala Aubert, los movimientos parecen acelerarse durante el último máximo glacial, y especula que este cambio del clima habría obligado a la gente a formar grupos más cercanos, acelerando la innovación cultural.

    Pero Conard no está convencido. «La forma en que sucedieron las variaciones climáticas es muy diferente en partes distintas del mundo», afirma. «En el mundo de cazadores-recolectores del Pleistoceno, había muchos bienes inmuebles», añade, así que cuando el clima cambiaba, todavía había muchos lugares a los que la gente podía ir. Según él, el contexto es fundamental para interpretar estos cambios.

    Nowell sugiere que quizá el arte rupestre más antiguo no sobreviviese al paso del tiempo, sobre todo si las obras se garabatearon en superficies más expuestas a los elementos. Añade que es posible que los humanos primitivos no se sintieran inspirados por el lienzo negro de las cuevas. Las «ceras» de ocre se remontan a hace casi 200.000 años y los científicos han atribuido muchos objetivos mundanos a los pigmentos de colores, desde crema solar a adhesivos.

    Por ahora, los investigadores tirando de estos hilos culturales por todo el mundo y, con cada nuevo hallazgo, consiguen conectarse más con el pasado.

    «Cuando empezamos a encontrar estos comportamientos y este tipo de imágenes, hay algo que nos vincula a estas personas y a su visión del mundo que les rodeaba», afirma Nowell.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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