Un estudio de huellas dactilares refuta las ideas sobre el «trabajo de las mujeres» en el Chaco

Los arqueólogos habían asumido que las mujeres fabricaron la cerámica del cañón del Chaco hace mil años. Pero empezaron a pensar como policías y la cosa se puso interesante.

Por Michelle Z. Donahue
Publicado 4 jun 2019, 16:51 CEST
Pueblo Bonito
El extenso complejo de 650 habitaciones de Pueblo Bonito, en Nuevo México, estaba en el centro de la comunidad del cañón del Chaco entre los años 800 y 1200 d.C.
Fotografía de Phil Schermeister, Nat Geo Image Collection

La pregunta de un alumno con formación policial ha dado lugar a un nuevo análisis de la cerámica de uno de los centros antiguos más importantes de América, y los resultados han puesto patas arriba las suposiciones de los arqueólogos sobre «el trabajo de las mujeres».

Las comunidades del cañón del Chaco del noroeste de Nuevo México estuvieron en el centro de actividades culturales y religiosas significativas entre los años 800 y 1.200 d.C. Los anasazi que vivieron en la región produjeron un tipo de cerámica denominada «loza corrugada», elaborada enrollando gruesas cuerdas de arcilla las unas sobre las otras para formar grandes vasijas.

La suposición general había sido que las mujeres de la región del Chaco eran las responsables de la fabricación de la loza corrugada hace mil años, una suposición basada principalmente en observaciones mucho más modernas.

Los investigadores analizaron la anchura de las crestas de las huellas dactilares en la cerámica; las crestas de las huellas dactilares masculinas son, en general, más anchas que las de las femeninas.
Fotografía de John Kantner
Fotografía de John Kantner

«Históricamente, las mujeres pueblo modernas han fabricado cerámica y se lo han enseñado a sus hijas, así que el razonamiento es que quizá haya una inferencia razonable que podamos proyectar atrás en el tiempo», afirma John Kantner, de la Universidad del Norte de Florida y autor principal de un nuevo estudio sobre la loza corrugada publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences. «Pero esto no sentó bien a muchos arqueólogos, ya que no podemos observar directamente quién estaba fabricando la cerámica».

Como cada capa de cerámica corrugada se pegaba pellizcándola entre el pulgar y la yema del dedo, preservó las huellas dactilares de los alfareros que la fabricaron. ¿Podría el estudio de dichas huellas revelar el sexo de dichos alfareros?

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    A partir de una pregunta planteada por, David McKinney, su alumno y coautor del estudio que entonces trabajaba para un departamento de policía, Kantner se sumergió en estudios forenses sobre diferencias entre las crestas de las huellas dactilares de hombres y mujeres. Utilizando los resultados de un estudio que demostraba que las crestas de las huellas dactilares masculinas tienen un 9 por ciento más de anchura que las femeninas, Kantner analizó una colección de 985 fragmentos rotos de loza corrugada de un yacimiento del cañón del Chaco conocido como Blue J.

    El estudio reveló que el 47 por ciento de los fragmentos presentaban huellas cuyas crestas tenían una anchura media de 0,533 centímetros, por lo que se correspondían a huellas dactilares masculinas. Un 40 por ciento presentaba huellas con crestas de una anchura media de 0,406 centímetros, que se correspondían con huellas femeninas o jóvenes. El 12 por ciento restante tenía medias superpuestas y se clasificaron como «de sexo desconocido».

    Tras desglosarlos aún más agrupando los fragmentos cronológicamente, Kantner también descubrió que el 66 por ciento de los fragmentos más antiguos presentaban huellas dactilares «masculinas», mientras que los fragmentos más recientes estaban divididos de forma casi equitativa entre huellas dactilares masculinas y femeninas. Esto no solo demuestra que los hombres se involucraban, sino que la participación de hombres y mujeres en la alfarería cambió con el paso del tiempo.

    Este estudio es el primero que aporta pruebas directas de divisiones de género en la producción de cerámica del área del cañón del Chaco.

    «No cabe duda de que esto desafía la noción de que un sexo participaba en la alfarería y el otro claramente no lo hacía», afirma Kantner. «Quizá podamos empezar a preguntarnos si esto también se aplica a otras actividades que tenían lugar en esta comunidad y en esa época, y desafiar la idea de que el sexo es una de las primeras cosas que se dividen en el trabajo de una comunidad».

    Barbara Mills, experta en cerámica y arqueóloga de la Universidad de Arizona, sostiene que los hallazgos de este estudio son importantes, ya que respaldan lo observado en economías más especializadas debido al desarrollo: la implicación de los hombres en actividades en las que antes no participaban.

    «En estudios transculturales, cuando los hombres participan en la alfarería, significa que dedican más tiempo a eso que a otras actividades», afirma Mills. «Pero eso también suele ocurrir cuando hay un beneficio. Los hombres lo dominan, está muy bien documentado. Toda la familia se implica. Este estudio presenta buenas pruebas del incremento de especialización».

    La cerámica se descubrió durante excavaciones de antiguas casas del cañón del Chaco, como la de esta imagen.
    Fotografía de John Kantner

    Aunque los motivos de la mayor participación de los hombres en la producción de cerámica no pueden deducirse basándose solo en este estudio, Kantner especula que podrían estar vinculados al crecimiento explosivo del centro cultural del cañón del Chaco y el aumento de la demanda en sus comunidades secundarias.

    «El registro arqueológico muestra que entraba un gran volumen de artículos en el Chaco», afirma Kantner. «Independientemente de si son tributos procedentes de aldeas exteriores o de peregrinaciones, podría haber sido una situación en la que la gente quería participar más en la producción de la cerámica destinada al Chaco».

    Carrie Heitman, antropóloga del cañón del Chaco en la Universidad de Nebraska-Lincoln, afirma que le intrigan los resultados, pero que se necesitarán más estudios comparativos de otros yacimientos del Chaco con lozas corrugadas para corroborar los hallazgos de Kantner.

    «Una vez tengamos análisis análogos de [otra] cerámica hallada en el cañón, contaremos con más información sobre las divisiones exactas del trabajo», afirma Heitman. «Quizá esto sea solo una instantánea de un cambio que estaba ocurriendo entonces, pero este tipo de análisis de género nos ayudarán a expandir la imagen para intentar analizar qué hacían hombres y mujeres y conseguiríamos una perspectiva mucho más enriquecida y equitativa del pasado».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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