Reconstruyen los últimos pasos de Ötzi, el hombre de hielo

La famosa momia falleció de un flechazo en la espalda en lo alto de un paso de montaña alpino hace 5300 años. Un nuevo estudio ha trazado sus movimientos antes de ser asesinado.

Por Megan Gannon
Publicado 31 oct 2019, 12:59 CET

Ötzi, el hombre de hielo, un hombre herido —y posiblemente buscado—, pasó sus últimos días desplazándose en las partes altas de los Alpes hasta que fue derribado con una flecha en la espalda. Unos 5300 años después, los arqueólogos aún intentan desvelar el misterio de su muerte. Gracias a un nuevo análisis de restos de plantas hallados en el lugar donde asesinaron al hombre de hielo, conocemos los detalles de su desesperada escalada final.

Desde 1991, cuando los senderistas de los Alpes de Ötztal descubrieron su cuerpo congelado y momificado naturalmente cerca de la frontera entre Italia y Austria, los investigadores han contado más de 60 tatuajes en la piel de Ötzi y demostrado que llevaba un abrigo de cuero cosido con las pieles de varias cabras y ovejas. Hace poco descubrieron su estómago perdido y, a partir de los contenidos, determinaron que Ötzi había sido asesinado una hora antes de tomar su última comida, compuesta de carne seca de cabra montés y ciervo con cereales de escaña. Han demostrado que es probable que el hombre de unos 40 años sufriera dolor de estómago cuando falleció y que tenía una herida grave en la mano, un corte entre el pulgar y el índice que casi llegaba hasta el hueso.

Una reconstrucción del hombre de hielo, que tenía unos 40 años.
Fotografía de Robert Clark, Nat Geo Image Collection

Hasta la fecha, también se han documentado al menos 75 tipos de briófitas —una familia de plantas en la que figuran musgos y hepáticas— dentro y alrededor de los restos de Ötzi. Ahora, estas humildes plantas revelan los momentos finales del hombre de hielo con más detalle y reafirman la idea de que sus últimos días fueron frenéticos y violentos.

En un nuevo análisis publicado en la revista PLOS ONE, los investigadores demuestran que casi el 70 por ciento de las briófitas halladas en el lugar donde murió el hombre de hielo no eran locales y muchas de ellas procedían de altitudes inferiores de los Alpes de Ötzal. Desentrañando cómo acabaron estos restos botánicos depositados en torno a la escena del crimen en el paso Tisen —a una altitud de 3209 metros—, se ha reconstruido parcialmente la historia de su viaje final: una escalada caótica que cubrió cientos de metros de altitud en un periodo de dos días.

Un misterio musgoso

James Dickson, profesor jubilado de arqueobotánica de la Universidad de Glasgow y autor principal del nuevo trabajo, lleva estudiando a Ötzi desde 1994, cuando recibió muestras de restos orgánicos excavados del lugar donde se encontró a la momia. Dickson sostiene que enseguida se sintió intrigado cuando observó Neckera complanata, una especie de musgo empleada históricamente para sellar barcos y cabañas de madera.

Este musgo se halló en cantidades relativamente elevadas en el lugar, sobre todo pegado a la ropa de Ötzi. Es posible que formara parte del conjunto de herramientas de Ötzi, aunque su propósito aún se desconoce. ¿Lo utilizaba como aislamiento? ¿O quizá como papel higiénico? En cualquier caso, la especie solo crece a altitudes inferiores, por lo que su presencia ayudó a los investigadores a cartografiar los últimos pasos de Ötzi.

«Fue una situación bastante rara encontrar a una persona asesinada en los Alpes, a bastante altitud. Nadie podía explicarse por qué estaba ahí arriba», afirma Albert Zink, antropólogo que dirige las investigaciones de Ötzi en el Instituto de Estudios de Momias de Eurac Research en Bolzano, Italia, pero que no participó en este estudio.

El tracto digestivo preservado de Ötzi no solo contenía alimentos, sino restos del polen del entorno donde consumió su última comida, que proporcionaron un mapa impreciso de su trayecto final en investigaciones anteriores dirigidas por Klaus Oeggl, arqueobotánico de la Universidad de Innsbruck en Austria, que también es el coautor del nuevo estudio.

Las muestras del recto y de la parte inferior del colon de Ötzi, que representan la comida digerida más antigua en su sistema, presentaban muestras de polen de abeto y pino. Esto situaba a Ötzi en un bosque a gran altitud, cerca del límite superior del arbolado a unos 2500 metros, unas 33 horas antes de su muerte. Pero la parte media del colon del hombre de hielo contenía polen de carpes lupulinos y otros árboles que solo crecen a altitudes inferiores, lo que quiere decir que Ötzi debió de haber descendido a 1200 metros o menos —quizá hasta llegar al fondo del valle— de nueve a 12 horas antes de su muerte. Según las evidencias del polen, Ötzi ascendió de nuevo y tomó su última comida en un bosque de coníferas subalpino antes de escalar a más altitud hasta el paso Tisen, donde lo asesinaron.

Sin embargo, no está del todo claro si Ötzi hizo este descenso final por las laderas del sur, en la actual Italia, o del norte, en la actual Austria. Hay solo unos pocos caminos posibles que conducen hasta el lugar donde murió Ötzi en este paisaje escarpado.

«En realidad no sabemos a dónde fue exactamente», afirma Oeggl.

Plantas a baja altitud, lugares a gran altitud

En el nuevo estudio, el equipo internacional de Dickson recurrió a sus amplias investigaciones botánicas de la región y cartografió la distribución de todas las especies de musgos y hepáticas identificadas en el tracto digestivo de Ötzi y en los sedimentos alrededor del cuerpo. (La distribución de estas plantas en los Alpes hace 5000 años era bastante similar a la distribución actual.)

En torno al 70 por ciento de las especies de briófitas halladas dentro y alrededor de los restos de Ötzi no crecen en la zona nival, la región más alta de vegetación alpina que comienza a partir de los 3000 metros en esta parte de los Alpes. Algunos de los intrusos botánicos podrían haber sido transportados por el viento o por animales como ovejas y aves hasta el lugar donde murió Ötzi. Pero los investigadores sostienen que había varios musgos de baja altitud —no solo Neckera complanata— que solo podrían haber sido traídos hasta allí por el propio hombre de hielo. «Hay tanta distancia que no existe otra explicación», afirma Oeggl.

Algunos de los musgos hallados en el lugar de la muerte de Ötzi —incluido el Neckera complanata— prosperan en la Schalstal, una garganta situada al sur, en Italia, pero no en los valles cercanos del norte. Por consiguiente, el mapa de Dickson sugiere que, en su último viaje, Ötzi descendió a Schalstal antes de su ascenso final. El hombre de hielo se habría rozado contra los musgos de la garganta, guardado algunos en su kit de suministros o utilizado estas plantas para envolver la comida o taparse las heridas. Durante el descenso, Ötzi podría haber llegado hasta el fondo del valle Venosta, a unos 792 metros de altitud, donde podría haber recogido una especie de musgo de turba, Sphagnum affine. Dickson especula que Ötzi podría haber conocido las propiedades antisépticas del musgo y lo habría utilizado para vendar la profunda herida de la mano.

Los hallazgos encajan en el panorama general de que la mayoría de los vínculos de Ötzi se encontraban al sur. Las pruebas isotópicas, por ejemplo, sugieren que Ötzi creció en la parte meridional de los Alpes y pasó los últimos meses de vida en aquella zona, según Zink.

Igualmente, Ursula Wierer, arqueóloga del departamento provincial de arqueología de Florencia, Italia, sostiene que «hay muchas pruebas de que el hombre de hielo vivió en la parte sur de los Alpes y que ascendió desde aquel lado de los Alpes hasta el sitio donde falleció». El reciente análisis de las herramientas de Ötzi llevado a cabo por Wierer sugiere que lo pillaron desprevenido con armas sin reparar. Afirma que el nuevo estudio, en el que no participó, es una confirmación más de la naturaleza frenética del fin de Ötzi y «demuestra de nuevo la importancia de los estudios arqueobotánicos para la reconstrucción de los últimos días del hombre de hielo».

Las briófitas, como los musgos y las hepáticas, solo pueden estudiarse en situaciones de preservación excepcionales, como un pantano anaeróbico o, en el caso de Ötzi, en un paso de montaña congelado. Como tal, son «muy poco comunes en la arqueobotánica. No generan semillas ni polen que tienden a preservarse en yacimientos arqueológicos. Son bastante efímeras en el entorno», afirma Logan Kistler, conservador de arqueobotánica y arqueogenómica del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian. Kistler añade que este nuevo estudio es «un buen ejemplo de lo impresionante que es el sitio de Ötzi».

«Es uno de esos casos extraordinarios que vuelve real la vida en el pasado».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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