Un fotógrafo captura un París vacío y confinado

Con la llegada de la primavera, algunos de los monumentos más famosos de la Ciudad de la Luz se han quedado sin visitantes.

Por William Daniels
fotografías de William Daniels
Publicado 2 abr 2020, 13:06 CEST
Plaza del Trocadero

La policía patrulla por la plaza del Trocadero el 17 de marzo, primer día del confinamiento en París. Antes de salir de casa, los parisinos deben mostrar una nota a las autoridades en la que indiquen el propósito y la hora de salida. Quienes no tengan una se arriesgan a que los multen.

Fotografía de William Daniels, National Geographic

En las casi dos décadas que llevo viviendo y trabajando en París, nunca lo he visto tan silencioso. Es un silencio inquietante y vacío.

El Forum des Halles, en el centro de París, es uno de los centros comerciales más grandes de Europa y recibe más de 150 000 visitantes al día. Ahora está abandonado y solo se escuchan el traqueteo de las escaleras mecánicas y el canto de los pájaros.

Fotografía de William Daniels, National Geographic

Al principio, la gente tardó en entender qué estaba pasando, que este nuevo coronavirus era mucho más que una crisis asiática. El 12 de marzo cerraron los colegios, pero el fin de semana siguiente, con la primavera en el aire y un sol precioso, los parisinos no pudieron resistirse a salir a la calle.

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      Seis días después de la orden de confinamiento, La Défense, el distrito financiero de París, se quedó desierto.

      Fotografía de William Daniels, National Geographic

      Entonces, el 16 de marzo, la gravedad de la situación quedó clara cuando el presidente Emmanuel Macron ordenó al país entero que se quedara en casa durante 15 días a partir del mediodía del día siguiente. Aquella mañana, se formó una cola de unos 200 metros frente a mi supermercado. Mientras fotografiaba la cola, unos cuantos clientes objetaron, pero tras hablar con ellos entendí que simplemente tenían miedo y algunos estaban molestos con el gobierno por no haber previsto la crisis antes.

      Cuando comenzó este calvario en Francia, Londres y Nueva York aún estaban abarrotadas de gente. Creo que París fue una de las primeras grandes ciudades famosas que se vació. Para el 30 de marzo, 11 838 personas habían contraído la COVID-19 y 954 habían muerto en París y sus alrededores. En el resto del país se habían registrado 44 550 casos positivos y 3024 fallecidos. Aquí, muchos suponen que el número de casos debe ser mucho mayor, ya que solo se hacen pruebas a las personas con síntomas graves. Francia no dispone de test suficientes, a diferencia de Alemania, donde hacen el test a más de 100 000 personas cada semana. Y la cantidad de fallecidos registrada también debe ser artificialmente baja, ya que solo se contabilizan los fallecidos en los hospitales.

      Con la cancelación de vuelos en todo el mundo, el tren desde el centro de la ciudad al Aeropuerto Charles de Gaulle es como un barco fantasma.

      Fotografía de William Daniels, National Geographic

      Según las proyecciones de las autoridades sanitarias, esta semana podemos esperar la llegada de la gran ola de la COVID-19 a París, cuyo pico tendrá lugar el 5 de abril. Algunas autoridades afirman que el número de casos en la región parisina será similar al del norte de Italia, donde para el 29 de marzo habían fallecido 6818 personas.

      La estación de metro Châtelet-Les Halles, en el centro de París, es la mayor estación de metro de Europa. Hoy no había ajetreo.

      Fotografía de William Daniels, National Geographic

      Tres trenes regionales y cinco líneas de metro pasan por Châtelet-Les Halles y mueven un total de 750 000 pasajeros al día en circunstancias normales. Durante el confinamiento, solo los trabajadores esenciales pueden usar el transporte público.

      Fotografía de William Daniels, National Geographic

      Si sales de la ciudad, debes llevar una nota oficial que indique que necesitas salir y a qué hora has salido de casa, o la policía podría multarte. En los primeros días del confinamiento, visité un mercado en Barbès, un barrio pobre en el norte de París. Aquel día estaba abarrotado y mucha gente me confesó que no tenía nota, pero no vi a ningún agente de policía que decidiera poner multas.

      El 26 de marzo, París cerró unas 50 estaciones de metro y redujo drásticamente los servicios de trenes y autobuses para limitar la propagación de coronavirus.

      Fotografía de William Daniels, National Geographic

      En estos barrios pobres, donde la vida en un día normal puede ser difícil, se han producido peleas entre chicos jóvenes y todos los mercados locales han cerrado. Mi credencial de prensa me permite salir a la calle y visitar lugares públicos para sacar fotos. Me considero afortunado. Para las familias pobres aisladas en pisos pequeños, es mucho más difícil.

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        Con la mirada puesta en la crisis de la vecina Italia, Francia enseguida cerró sus zonas más ajetreadas, como el centro comercial Forum des Halles. A partir del 14 de marzo, solo se permitió que abrieran los servicios esenciales.

        Fotografía de William Daniels, National Geographic

        Aunque yo soy de Normandía y he vivido en París durante 18 años, no he hecho mucho fotoperiodismo en Francia. Me he concentrado en documentar los problemas sociales en África y las guerras en la República Centroafricana, Libia, Siria e Irak. Cuando cubres guerras, tienes que distanciarte del dolor y el sufrimiento. Necesitas esa separación para informar de forma objetiva y evitar que te embargue la emoción.

        Dos días después de que cerraran los bares, las cafeterías y otros negocios no esenciales de la ciudad, el fotógrafo William Daniels documentó este bar cerrado.

        Fotografía de William Daniels, National Geographic

        Dos días después de que cerraran los bares, las cafeterías y otros negocios no esenciales de la ciudad, el fotógrafo William Daniels documentó este bar cerrado.

        Fotografía de William Daniels, National Geographic

        La primera vez que cubrí un acontecimiento malo en mi país fue en 2015, cuando fotografié las secuelas de los ataques terroristas en una sala de conciertos, una cafetería y un estadio de fútbol en París. Comparado con esa situación, mi trabajo durante la crisis de la COVID es muy diferente. Se trata de todos: desconocidos, amigos, familiares, vecinos, yo mismo.

        En cierto modo, cuesta más fotografiar tu lugar y a tu gente. Algo que he querido hacer es transmitir el ambiente de las estructuras más emblemáticas de la ciudad bajo el confinamiento —el Louvre, la Torre Eiffel, La Défense— en momentos diferentes, con una luz diferente. Es muy difícil fotografiar el vacío. He pasado mucho tiempo —a veces tres horas o más— en cada lugar. En total, debo de haber sacado unos 4000 fotogramas.

        Los bares, restaurantes y discotecas de la famosa Rue de Lappe, uno de los centros de vida nocturna de la ciudad, se han quedado en silencio.

        Fotografía de William Daniels, National Geographic

        Los bares, restaurantes y discotecas de la famosa Rue de Lappe, uno de los centros de vida nocturna de la ciudad, se han quedado en silencio.

        Fotografía de William Daniels, National Geographic

        En entornos familiares, debo hallar belleza y significado en algo que veo a diario y estoy tan acostumbrado a lo que me rodea que a veces paso por alto escenas o momentos interesantes. Ahora, en el centro de la ciudad, veo a muchas personas sin hogar que no había visto antes, cuando la multitud las ocultaba. Su situación es terrible. No pueden pedir dinero a los transeúntes porque las calles están vacías. Todos los servicios públicos que suelen usar están cerrados. En el pasado, la gente sin hogar ha recibido ayuda de organizaciones humanitarias pequeñas, pero casi todos estos grupos han dejado de trabajar.

        Ante el confinamiento doméstico, la gente se está perdiendo la gloria de la primavera en el Jardín des Halles, en el centro de París.

        Fotografía de William Daniels, National Geographic

        Quiero mostrar cómo afecta la pandemia a las personas sin hogar, así como a los inmigrantes y los refugiados que viven en los campos a las afueras de París. Para ellos, el distanciamiento social es algo imposible. Carecen de acceso a guantes y mascarillas y mantener una higiene personal estricta es difícil. También quiero cubrir el trabajo de Médecins Sans Frontières (Médicos Sin Fronteras), que ayudan a las poblaciones vulnerables organizando clínicas móviles para hacer test y enseñarles a protegerse en la medida de lo posible.

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          Un coche de policía solitario hace que se respete el confinamiento en la plaza del Trocadero, al otro lado del río Sena respecto a la torre Eiffel. El confinamiento se ha extendido hasta el 15 de abril ante el aumento de las víctimas de la COVID-19.

          Fotografía de William Daniels, National Geographic

          Tengo pensado continuar este trabajo en las próximas semanas para proporcionar al mundo una perspectiva de cómo se vive la pandemia en mi ciudad. Mientras recorría París, me di cuenta de que el aire era mucho más fresco, de que había menos contaminación. Y un día, cuando fotografiaba en la entrada principal a Les Halles, uno de los centros comerciales más grandes de Europa, escuché el canto de los pájaros. Nunca me había dado cuenta de que había aves en Les Halles, nada menos. Fue algo que me dio esperanzas.

          William Daniels es un fotógrafo francés becado por la National Geographic Society. Documentó a los refugiados rohinyá en Bangladés para National Geographic en 2017. Síguelo en Instagram @williamodaniels.
          Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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