Por qué este famoso barco funerario anglosajón podría haber sido el último de su tipo

El descubrimiento arqueológico de Sutton Hoo —que aparece en la película «The Dig»— fue quizá el último aliento de una lujosa tradición funeraria medieval inglesa.

Una fotografía de la excavación original de Sutton Hoo muestra los restos del barco de madera enterrado en la tierra del sudeste de Inglaterra hace unos 1400 años.

Fotografía de Museo Británico
Por Erin Blakemore
Publicado 1 feb 2021, 15:36 CET, Actualizado 12 may 2023, 14:24 CEST

Los arqueólogos suelen ser minuciosos. Evaden las suposiciones, cuestionan los datos a cada paso y suelen despreciar el sensacionalismo. Pero si hablamos de los antiguos túmulos funerarios de Sutton Hoo, en el sudeste de Inglaterra, incluso los académicos más circunspectos se expresarían con superlativos. ¡Magnífico! ¡Colosal! ¡Único!

En 1939, los arqueólogos descubrieron una tumba anglosajona de 1400 años de antigüedad en este lugar que incluía un barco entero, así como un ostentoso ajuar fúnebre. Este hallazgo espectacular cambió la comprensión de los historiadores de la Gran Bretaña medieval, dice Sue Brunning, comisaria que cuida de los artefactos legendarios en el Museo Británico. «Lo transformó todo de golpe».

Este extraordinario yelmo se enterró con su dueño anglosajón, un guerrero de élite o posiblemente un rey, en Sutton Hoo a principios del año 600 d.C.

Fotografía de Museo Británico

Tras 82 años, el barco funerario de Sutton Hoo ha vuelto al punto de mira gracias a La excavación, una nueva película de Netflix protagonizada por Carey Mulligan, Ralph Fiennes y Lily James. Pero a principios del siglo VII d.C., cuando se echó la última palada de tierra sobre el guerrero anglosajón y sus tesoros, la práctica de enterrar a los muertos con pilas de joyas estaba pasando de moda. Un siglo después de Sutton Hoo, la mayoría de las tumbas inglesas contenían poco más que cuerpos en descomposición. ¿Qué provocó este cambio?

«Los humanos han enterrado a personas en barcos durante siglos y milenios», afirma Brunning. Lo mismo se aplica a los ajuares funerarios. A principios del medievo en Europa, las personas rara vez eran enterradas sin al menos algunas de sus posesiones más preciadas, como cuentas, monedas, arneses de caballos y otros objetos.

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      La película La excavación narra la historia de la excavación de Sutton Hoo desde las perspectivas de la terrateniente Edith Pretty (interpretada por Carey Mulligan) y el arqueólogo Basil Brown (Ralph Fiennes).

      Fotografía de Netflix, Entertainment Pictures, Alamy

      El tesoro de Sutton Hoo fue desenterrado por Basil Brown, un excavador sin formación contratado por la terrateniente Edith Pretty, que sentía curiosidad por ver qué yacía bajo los montículos de su propiedad de Suffolk, cerca del río Deben. En una serie de excavaciones, Brown desenterró poco a poco 263 objetos preciados sepultados en el barco anglosajón de 24 metros de largo. Los opulentos hallazgos, elaborados con materiales como hierro, oro, hueso, granate y plumas, incluían un yelmo, broches de hombro labrados, enseres domésticos y armas, muchas de ellas vinculadas a lugares lejanos como Siria y Sri Lanka.

      Cuando se descubrieron los artefactos de Sutton Hoo, cambiaron en un instante la imagen que tenían los historiadores de una era que antes denominaban los Años Oscuros. Los bienes funerarios estaban elaborados con materiales de todo el mundo y sugerían que la sociedad de la Alta Edad Media representada en poemas épicos como Beowulf podría ser más realidad que mito. «Antes se creía que este tipo de cosas eran fantasía en gran medida», afirma Brunning.

      Pero la práctica de incluir un ajuar fúnebre ya había empezado a desaparecer para cuando el miembro desconocido de la élite anglosajona de Sutton Hoo expiró. Entre los siglos VI y VIII d.C., las tumbas de Inglaterra se volvieron más simples y dispersas.

      En un intento de comprender cómo y por qué se extinguió la práctica, la arqueóloga Emma Brownlee, investigadora del Girton College de la Universidad de Cambridge que se especializa en prácticas de enterramiento altomedievales, se sumergió en los registros arqueológicos que documentan más de 33 000 tumbas de principios de la Edad Media. Su análisis, publicado recientemente en la revista Antiquity, abarcó 237 cementerios en el noroeste de Europa, la mayoría en Inglaterra.

      Utilizando descripciones y dibujos de decenas de miles de tumbas excavadas a lo largo de los últimos 60 años, Brownlee calculó meticulosamente el número medio de objetos por tumba, hasta la última cuenta. También recopiló otra información importante, como cuánto tiempo se utilizaron los cementerios y qué sugerían las técnicas de datación más fiables sobre su antigüedad.

      A continuación, empezó a hacer números. Su mapa demuestra que Inglaterra ya estaba abandonando los ajuares fúnebres a mediados del siglo VI. Para cuando enterraron al guerrero anglosajón, en torno al año 625, las tumbas con ajuares se encontraban en vías de desaparición.

      «Tras el siglo VII, nadie es enterrado con objetos en sus tumbas», afirma Brownlee.

      Como sus datos están sesgados hacia Inglaterra, Brownlee advierte que el pueblo inglés no lideró este cambio necesariamente. Sin embargo, sus datos demuestran que Inglaterra terminó su conversión a enterramientos más sencillos para la década de 720, mientras que el resto del noroeste de Europa tardó otro medio siglo en seguir sus pasos.

      (Relacionado: ¿Cómo acabó el "rey perdido" de Inglaterra bajo un aparcamiento?)

      El nacimiento de Inglaterra y la muerte de los entierros con ajuares fúnebres

      La evolución de las prácticas funerarias coincidió con una época de grandes cambios en Inglaterra. Inglaterra, que antes estaba gobernada por los romanos, se independizó en torno al 410 y afrontó varias olas de conquistadores, entre ellos los anglos y los sajones germánicos.

      Entre los años 400 y 600, estos poderes paganos se fusionaron en reinos que se convirtieron al cristianismo en el siglo VII. Los reinos anglosajones más poderosos sobrevivieron a la invasión vikinga que comenzó en el siglo IX. Pasarían a unirse en el Reino de Inglaterra en el 927 y formarían la base de la monarquía británica.

      Se cree que el guerrero enterrado con el barco habría sido un rey anglosajón, quizá Redvaldo de Estanglia, que gobernó un reino que incluía Suffolk entre el 599 y el 624. Las fechas de las monedas enterradas en el lugar coinciden con su reinado y la calidad y el valor del ajuar fúnebre sugieren que era una persona de gran influencia.

      Lo mismo dice la existencia de la propia tumba. «El acto de arrastrar un barco desde el río, excavar un agujero lo bastante grande para contenerlo y construir la cámara funeraria es casi como una obra teatral», afirma Brunning. «Podemos imaginar que participaron grupos grandes de personas. El propio funeral habría sido una gran ocasión y el [túmulo] era tan enorme que probablemente se habría visto desde el río cuando la gente pasaba navegando por ahí».

      La persona enterrada en Sutton Hoo fue sepultada con esta espada. La reciente investigación de la comisaria del Museo Británico Sue Brunning sugiere que el dueño del arma anglosajona era zurdo.

      Fotografía de Museo Británico

      Los arqueólogos creen que Sutton Hoo también era un cementerio para los parientes de la realeza, que fueron enterrados en otros 17 túmulos cerca del presunto rey. En el yacimiento también se descubrió otro barco más pequeño.

      El poder político podría ser la clave para cambiar las prácticas fúnebres, dice el arqueólogo Heinrich Härke, especialista en tumbas altomedievales y profesor de la Escuela Superior de Economía de la Universidad de Moscú que no participó en la investigación. Härke dice que, a medida que los líderes ingleses empezaban a consolidar su poder y formar reinos durante el siglo VI, se podría haber considerado menos importante exhibir el poder y enterrar bienes tan lujosos.

      Otro arqueólogo altomedieval, Andrew Reynolds del University College London, tiene su propia teoría: el surgimiento de los reyes empobreció a todos los que no pertenecían a la clase alta.

      «El mayor control sobre los recursos y las tierras que ejercían las familias reales inglesas propinaron el primer golpe a las libertades que antes disfrutaban las comunidades pequeñas», afirma. «La riqueza se polarizó».

      Después está el auge del cristianismo. A medida que la nueva religión arraigaba en toda Europa, los túmulos funerarios pasaron de moda y los lugares de enterramientos reales migraron a los camposantos o a tumbas dentro de iglesias y catedrales. La cantidad de bienes fúnebres también descendió. Desde el siglo VIII en adelante, la realeza y las personas que no pertenecían a la élite eran enterradas con nada más que mortajas, algunas joyas u ornamentos cristianos como las cruces.

      Reynolds considera Sutton Hoo una parte de esa transición, sobre todo porque parece haber sido la tumba de una sola familia anglosajona, en lugar de haber formado parte de un gran cementerio.

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        Una imagen de los túmulos funerarios de Sutton Hoo cubiertos de escarcha al amanecer. Parte del campo de tumbas descubierto cerca del famoso barco ha quedado intacto para que futuras generaciones de arqueólogos lo exploren con nuevas incógnitas y nuevas tecnologías.

        Fotografía de NATIONAL TRUST PHOTOLIBRARY, ALAMY

        «Todas las tumbas de alto rango de este periodo están situadas lejos del cementerio utilizado por personas de clases sociales inferiores», afirma. «Lo que vemos aquí es un intento de distinguirse de los demás por parte de las personas que controlaban el acceso a los bienes de gran categoría y que casi sin duda tomaban las decisiones a nivel local, no solo mediante la adquisición de artículos ostentosos, sino separándose en el espacio».

        Por su parte, Brownlee, cree que el aumento del comercio y los vínculos por toda Europa occidental, no las luchas de poder monárquicas, explican la tendencia hacia los enterramientos sin ajuares. «El cambio en la mayoría de las prácticas fúnebres se produjo mediante la comunicación con personas de clase social similar», propone, citando modelos sociológicos y lingüísticos que demuestran que los cambios culturales se diseminan más rápidamente cuando vienen de iguales.

        Quizá la tumba de Sutton Hoo estuviera arraigada en el miedo de la realeza, afirma Brunning. «Hay muchas teorías sobre si esta fue una reacción a la llegada del cristianismo, un último adiós a la forma precristiana de hacer las cosas», afirma. «Quizá sea una señal de inseguridad, no de fuerza, un gesto simbólico que tapa unos sentimientos más bien inseguros».

        Ante la falta de pistas decisivas, los académicos tienen un duro trabajo por delante para desentrañar cómo encajan las prácticas funerarias del pasado en un cambio social general. Pero una parte sin excavar del yacimiento de Sutton Hoo ofrece un rayo de esperanza para responder a esa pregunta, al menos para la Inglaterra medieval.

        Tras la excavación inicial de Brown, otros dos proyectos siguieron explorando el yacimiento hasta principios de los años noventa. Pero parte del campo de túmulos cerca del famoso barco ha quedado intacto «para las futuras generaciones con nuevas incógnitas y nuevas técnicas», contó un portavoz del National Trust al East Anglian Daily Times en el 2019.

        Por ahora, los investigadores deberán trabajar con lo que ya excavaron Brown y sus sucesores o, como Brownlee, extraer nueva información de datos antiguos. Entre tanto, Brunning y sus colegas preservarán minuciosamente los artefactos hallados en el túmulo, objetos que hablan de una era de realeza y boato que los historiadores consideraban un mito antes del descubrimiento de Brown.

        Independientemente del motivo de entierro de Sutton Hoo y de otros iguales cada vez más escasos, siempre vale la pena pensar en cómo y por qué enterraban las personas del pasado a sus difuntos y qué incluían (o no incluían).

        «Las tumbas son una de las pocas partes del registro arqueológico que se pusieron deliberadamente en la tierra», afirma Brownlee. «Casi todo lo demás es accidental». Cada objeto, dice, «se colocó ahí con un fin específico. Redescubrir ese fin es parte del reto».

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        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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