Las imágenes del hastío y el cansancio de los sanitarios ante la pandemia

El personal del Hospital Universitario de Tivoli (Bélgica) gestionó tres oleadas pandémicas sin apenas descanso. Hasta que el cuerpo y la mente dijeron basta.

Por Nina Strochlic
fotografías de Cédric Gerbehaye
Publicado 26 ene 2022, 15:24 CET

Las estudiantes de medicina Héloise, Jenna y Mégane pasaron juntas la crisis de COVID-19 formándose como médicas en el Hospital Universitario de Tivoli. El verano pasado, invitaron al personal a un estudio de fotografía para que se desahogara del estrés y el agotamiento de tratar a tres oleadas de pacientes de la pandemia. Todo el personal del Tivoli fotografiado aquí sólo se identifica por su nombre de pila gracias a un acuerdo con la dirección del hospital.

Fotografía de Cédric Gerbehaye

Hace seis meses, alguien pegó un papel grueso en las ventanas de un despacho del 11º piso de un hospital de la ciudad belga de La Louvière. Con la luz del verano bloqueada, se colgó un telón de fondo oscuro dentro de la oficina y se colocó una cámara frente a ella. Desde un ordenador portátil, notas lúgubres de violonchelo y piano llenaban la sala. Durante cinco días, unos 60 trabajadores del Hospital Universitario de Tivoli (desde conserjes hasta personal de ambulancias) entraron, se quitaron las mascarillas y dejaron que 16 meses de agotamiento por la pandemia de COVID-19 inundaran sus rostros.

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    Izquierda: Arriba:

    Julien, médico del servicio de urgencias del Hospital Universitario de Tivoli, posa para un retrato en un estudio improvisado por el fotógrafo Cédric Gerbehaye.

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    Virginie, enfermera jefe adjunta de la unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario de Tivoli.

    fotografías de Cédric Gerbehaye
    Izquierda: Arriba:

    Hatice, auxiliar de logística en el servicio de urgencias del Hospital Universitario de Tivoli.

    Derecha: Abajo:

    Manu, enfermero del servicio de urgencias del Hospital Universitario de Tivoli.

    fotografías de Cédric Gerbehaye

    Muchos de los sujetos lloraron, algunos incluso antes de enfrentarse al objetivo de la cámara. Otros se derrumbaban en el suelo. A veces el fotógrafo, Cédric Gerbehaye, tenía que abandonar el visor para sostenerlos en sus brazos y consolarlos.

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      Una enfermera de la unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario de Tivoli es consolada por un colega tras perder a un paciente por complicaciones del COVID-19.

      Fotografía de Cédric Gerbehaye

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        Emilie, médico del servicio de urgencias del Hospital Universitario de Tivoli.

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        Vanessa, asistente de cuidados del equipo móvil del Hospital Universitario Tivoli.

        fotografías de Cédric Gerbehaye

        El miedo, la tristeza y la rabia que bullen en estas sesiones había permanecido, para algunos de los fotografiados, oculto a amigos, familiares e incluso a ellos mismos. "Durante estas sesiones podían liberarse", dice Gerbehaye. "Podían estar presentes por sí mismos, sin nadie de quien ocuparse, sin colegas que les ayudaran o apoyaran, sin familiares que les tranquilizaran; nadie, sólo ellos".

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        Ghislaine, enfermera del servicio de geriatría del Hospital Universitario de Tivoli.

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        Xavier, enfermero del servicio de urgencias del Hospital Universitario de Tivoli.

        fotografías de Cédric Gerbehaye

        Gerbehaye llegó a La Louvière en abril de 2020 desde su ciudad natal, Bruselas. Al igual que muchos otros lugares, esta ciudad, conocida por la fabricación de acero y minería del carbón, también estaba luchando contra un número creciente de casos de COVID-19. El fotógrafo Gerbehaye, a quien el alcalde concedió pleno acceso a la primera línea de los servicios de urgencias sanitarias de la ciudad, comenzó a crear un archivo histórico de la pandemia a través de los ojos de los trabajadores del hospital.

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          Envío de un equipo móvil de respuesta a emergencias a un hogar de pacientes con COVID-19. El médico rellena los papeles para que una mujer y su hijo, ambos sintomáticos, sean trasladados al hospital, donde su marido ya está en cuidados intensivos.

          Fotografía de Cédric Gerbehaye

          Durante la primera oleada de esa primavera, el personal de la UCI pasaba todos sus turnos en la planta, sin comer, beber ni ir al baño. Sudaban profusamente bajo su equipo de protección. En la segunda oleada, estaban preparados: tenían más conocimientos para hacer frente a una enfermedad que hasta entonces había sido un misterio. Se colocaron compresas frías en el cuerpo para refrescarse.

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          El 8 de enero de 2021 se administraron las primeras dosis de la vacuna Moderna en el Hospital Universitario de Tivoli.

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          Alain, encargada de logística del Hospital Universitario de Tivoli, exhibe la palabra LOVE en su mano durante una sesión fotográfica.

          fotografías de Cédric Gerbehaye

          Esa oleada fue difícil, pero en julio de 2021, la ciudad ya estaba saliendo de una tercera oleada de infecciones por COVID-19. Gerbehaye había estado documentando el hospital Tivoli y su personal durante 15 meses y tres oleadas. La fatiga esta vez era diferente: los trabajadores estaban cansados, enfermos y desilusionados. Algunos estaban atormentados por las oleadas anteriores. Muchos tuvieron que pedir la baja por enfermedad en el trabajo. "Fue entonces cuando se notó una falla", dice Gerbehaye.

          La pandemia supuso un duro golpe para los hogares que ya se encontraban en un estado precario de inseguridad alimentaria. Aquí, una distribución de paquetes de comida es entregada a residentes del pueblo de Houdeng-Aimeries, a las afueras de la ciudad de La Louvière.

          Fotografía de Cédric Gerbehaye

          Una cama en la UCI requiere 12 miembros del personal del hospital para poder controlar correctamente las máquinas y atender al paciente durante 24 horas. En la tercera oleada, las ausencias provocaban que a veces estas tareas se repartieran entre ocho miembros del personal.

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            Caroline, médica del servicio de urgencias del Hospital Universitario de Tivoli.

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            Tuan, médico del servicio de urgencias del Hospital Universitario de Tivoli.

            fotografías de Cédric Gerbehaye

            El verano pasado, alrededor de la mitad de la población belga estaba totalmente vacunada, pero los rumores y las teorías conspirativas campaban a sus anchas. Un año antes, los trabajadores sanitarios habían sido aplaudidos públicamente todas las tardes a las 8 (una hermosa costumbre que también se volvió habitual en España). Los sanitarios ahora sentían que la sociedad los había dejado de lado (al poner en duda la regulación en torno al uso de mascarillas y rechazando las vacunas) y los políticos no reconocían sus esfuerzos. "Al final de la tercera oleada, podía sentir que algunos de ellos habían perdido la fe", dice Gerbehaye. "No en lo que hacían, sino en la consideración que la gente tenía de ellos".

            En francés se dice: "La goutte d'eau qui fait déborder le vase", es decir, la gota que colma el vaso (o, en este caso, el jarrón). El personal sanitario de este hospital había gestionado tres oleadas de casos de COVID-19, sin apenas poder robar un momento de descanso. Ahora sentían encontrarse en un punto de ruptura.

            Durante la sesión de retratos de una semana de duración del verano pasado, un empleado de la sala de urgencias y de la unidad de cuidados intensivos le dijo a Gerbehaye que estaba pensando en dejarlo, después de casi dos décadas de trabajo en el hospital, para convertirse en conductor de tren. "Lo que la pandemia hizo sobre todo", dice Gerbehaye, es "mostrar cuáles son nuestros límites".

            "Después de una tercera oleada, ¿cómo se puede seguir cuando tu cuerpo ya no tiene más energía? Estás enfermo, estás cansado, sufres de estrés postraumático. Todo esto era, en cierto modo, lo que se liberaba cuando los fotografiaba".

            El estudio de retratos fue una forma de catarsis para los trabajadores y también para Gerbehaye. Él también sintió una liberación en ese lapso de una semana, y se preparó para despedirse de un lugar donde había realizado algunos de los trabajos más emotivos de su carrera. Esos retratos, junto con su trabajo anterior, se convertirían en un libro llamado Zoonose, con la escritora Caroline Lamarche, y en una exposición local. "Ya no soy la misma persona", dice Gerbehaye. "Es una obra que me ha cambiado".

            Cédric Gerbehaye es un fotógrafo documental belga y miembro fundador de la Agencia MAPS. Es autor de los libros Congo in Limbo (2010), Land of Cush (2013) Sète#13 (2013), D'entre eux (2015) y Zoonose más recientemente. Su trabajo ha recibido varios reconocimientos internacionales (el premio Olivier Rebbot del Overseas Press Club of America, un World Press Photo y el Amnesty International Media Award). Las imágenes de Gerbehaye se encuentran en las colecciones del Museum of Fine Arts de Houston, el Musée de la Photographie de Charleroi, la Maison Européenne de la Photographie de París y el FotoMuseum de Amberes.

            Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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