La nueva reserva marina de Gabón, la más grande de África, protegerá 53.000 kilómetros cuadrados de océano

El anuncio de Gabón también restringirá la sobrepesca, lo que contribuiría a que esta área sea más resistente al clima.

Por Laura Parker
Publicado 9 nov 2017, 4:17 CET

La nación centroafricana de Gabón anunció el pasado lunes que crearía la mayor red de áreas marinas protegidas de África, que albergarán a una serie diversa de especies marinas amenazadas. Entre ellas, se incluyen las poblaciones más grandes de tortugas laúd y tortugas oliváceas, así como 20 especies de delfines y ballenas.

La red de 20 parques marinos y reservas acuáticas protegerá el 26 por ciento de las aguas territoriales de Gabón y se extenderá a lo largo de 53.000 kilómetros cuadrados. Con la creación de estas áreas protegidas, el gobierno de Gabón también ha puesto en marcha lo que los científicos denominan el plan de gestión de la industria pesquera más sostenible del África occidental, una zona famosa durante mucho tiempo por sufrir una sobrepesca rampante y el abuso de las flotas extranjeras. Se han establecido zonas separadas para las flotas de pesca comercial y artesanal, en un esfuerzo por restaurar la pesca sostenible.

«África occidental es un área de océanos increíblemente ricos, pero se está desangrando por las acciones de las flotas pesqueras internacionales», explica Callum Roberts, biólogo de conservación marina en la Universidad de York, en Gran Bretaña. «En el transcurso de unas cuantas décadas, las aguas de África occidental han pasado de ser una cornucopia de vida marina a una fracción de lo que era. Se necesita urgentemente la protección para restaurar el equilibrio de los recursos pesqueros».

Roberts, que ha pasado más de tres décadas estudiando la salud oceánica, argumenta en un artículo publicado el lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences que las áreas marinas protegidas, que ya están ayudando a restaurar las poblaciones de peces, también contribuirán a la adaptación de los ecosistemas marinos a los impactos del cambio climático.

Los ecosistemas grandes y totalmente intactos son más sanos y cuentan con mejores estrategias para adaptarse a lo que Roberts denomina el «cóctel mortal» compuesto por la acidificación del océano, las tormentas intensas, la subida del nivel del mar, los cambios en la distribución de las especies y la cada vez menor disponibilidad de oxígeno en las zonas abisales. La reducción del oxígeno ya es visible en el Pacífico y el Atlántico, según Roberts, donde los «desiertos oceánicos» pobres en nutrientes han aumentado un 15 por ciento entre 1998 y 2006.

«La pesca es la actividad que genera el mayor impacto sobre los ecosistemas oceánicos», explica Roberts. «Pero el cambio climático está ganando terreno rápidamente y ya ha asumido el control en algunos ecosistemas».

Roberts no afirma que las áreas marinas protegidas ayuden a los hábitats marinos a resistir al cambio climático, sino que dice que cuanto más sanos son, más resistentes se vuelven. Los arrecifes de coral, por ejemplo, no pueden ser protegidos frente al aumento de las temperaturas del mar. Sin embargo, proteger estos arrecifes de la sobrepesca, el dragado y la contaminación por vertidos puede reducir la sensibilidad de los corales al calentamiento del océano y ayudarles a recuperarse de las inundaciones o del blanqueamiento.

El Área Marina Protegida de Chagos, en el remoto océano Índico, cuenta actualmente con un arrecife libre de las tensiones provocadas por los humanos, lo que a su vez ha contribuido a que tenga una impresionante capacidad de recuperación. Más del 90 por ciento del arrecife murió al blanquearse en 1998. Pese a esto, el arrecife se había recuperado para 2010.

Del mismo modo, un área marina protegida en Baja, California, experimentó un incremento diez veces mayor de peces depredadores, solo una década después de que se estableciese la zona de protección.

Según Roberts, las redes de áreas marinas protegidas también pueden servir como pasos intermedios o «zonas de aterrizaje» seguras para las especies colonizadoras a medida que se desplazan hacia el norte en busca de aguas más frías. El Monumento Marino Nacional Papahanaumokuakea, en las islas hawaianas del noroeste, proporcionó un «refugio estratégico» para los ecosistemas de arrecifes de coral que podrían verse forzados a moverse hacia los polos debido al cambio climático.

«Cuando introducimos protección, solo puede ir a mejor», explica él. «Lo podemos observar en la recuperación de grandes especies que crecen hasta edades ancianas. Cuanto más grandes y viejos sean los moradores del mar, más productivos serán en términos de descendencia. Son como fuentes, expulsando crías, como larvas, en el agua, que a continuación son transportadas por corrientes oceánicas y repueblan otras zonas. Es un método positivo para contrarrestar el cambio climático».

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Menos del tres por ciento del planeta está protegido

El mundo tiene 11.212 áreas marinas protegidas. Pero juntas solamente protegen el 2,98 por ciento de los océanos según el Instituto de Conservación Marina, una organización científica marina sin ánimo de lucro con sede en Seattle.

Otras dos cifras completan este panorama. Si no tenemos en cuenta las aguas internacionales, las reservas marinas restantes protegen el 7,29 por ciento de los hábitats marinos que se encuentran dentro de las 200 millas náuticas de las zonas económicas exclusivas de los países. Y si solo contamos las áreas vedadas, donde la pesca y cualquier otro tipo de extracción, como la minería, está prohibida, solo el 1,63 por ciento de los océanos del mundo estarían protegidos.

Las reservas vedadas son las más fuertes, pero no están bien distribuidas a lo largo del planeta, según Russell Moffitt, analista de conservación del instituto. Existe solamente una docena de grandes áreas protegidas, incluyendo aquellas que se encuentran en los territorios de ultramar del Monumento nacional marino de las islas remotas del Pacífico y las reservas británicas de Pitcairn y Chagos.

Naciones Unidas, que esta semana celebra su primera conferencia sobre los océanos en Nueva York para abordar su salud cada vez más deteriorada, ha presionado a las naciones del mundo para proteger el 10 por ciento de los océanos para 2020. Se han propuesto unas 500 nuevas áreas marinas protegidas, pero muchas de estas propuestas se han estancado o están languideciendo en comités, y son difíciles de concretar.

Los planes de Chile para crear el área marina protegida más grande de América para proteger las poblaciones de peces de la isla de Pascua se han quedado bloqueados en las negociaciones con los rapanui, el pueblo indígena de la isla. Del mismo modo, los grandes parques marinos propuestos en las islas Cook y en las islas Kermadec de Nueva Zelanda todavía tienen que materializarse.

Roberts y otros científicos marinos afirman que los objetivos de la ONU no son lo suficientemente ambiciosos. Lo que es realmente necesario para restaurar la salud de los océanos, según ellos, es proteger el 30 por ciento de los océanos mediante reservas.

«Un diez por ciento es un buen paso hacia alcanzar esta meta, pero necesitamos seguir lo que dice la ciencia», explica Matt Rand, director del Pew Charitable Trusts Bertarelli Ocean Legacy. «Necesitamos responsables que tomen decisiones osadas, que presionen para alcanzar el objetivo que han establecido los científicos. Es la siguiente generación la que se enfrentará a las consecuencias de nuestros esfuerzos, o de la falta de ellos».

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«Un ejemplo para otros países»

Gabón se encuentra entre las naciones que ya han cumplido con el objetivo de la ONU: de hecho, lo ha duplicado y lo ha logrado tres años antes. Sin embargo, no ha sido fácil. Fue necesario que su resolutivo presidente viera de cerca lo que estaba en juego.

El proyecto también implicó años de esfuerzo por parte de los grupos conservacionistas y las agencias gubernamentales, incluyendo la Wildlife Conservation Society, la Fundación Waitt, la Agencia de Parques Nacionales de Gabón y el proyecto Pristine Seas de National Geographic, que estudió los 885 kilómetros de costa de Gabón durante una expedición de un mes en 2012. Tanto los ejemplos de los tesoros que se encuentran escondidos bajo la superficie como la amenaza que supone la pesca ilegal se presentaron al presidente de Gabón Ali Bongo Ondimba a bordo de un buque oceanográfico de Waitt, llamado Plan B. Fue entonces y en ese mismo lugar donde Ondimba decidió actuar, lo que engendró el plan para crear la red marina protegida.

«La riqueza que observamos bajo las aguas de Gabón durante nuestra expedición de Pristine Seas en 2012 nos sorprendió mucho, pero también (nos mostró) las amenazas, que en su mayoría proceden de la pesca industrial», afirma Enric Sala, explorador residente de National Geographic y científico marino que ha ayudado a Gabón a desarrollar su red marina protegida.

El plan fue anunciado en 2014 y se ha ido redefiniendo durante los tres años siguientes hasta crear una nueva red de 20 parques y reservas. El área protegida más grande es «La Reserve Aquatique du Grand Sud du Gabon», que extiende la protección del Parque Nacional Mayumba al límite de 200 millas náuticas de la zona económica exclusiva de Gabón. Protege 27.000 kilómetros cuadrados de hábitats marinos, desde playas a profundidades oceánicas de 4 kilómetros.

«Es algo muy importante y un ejemplo para otros países», afirma Sala. «Si Gabón puede hacerlo, ¿por qué no los países europeos, por ejemplo?».

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