El supervolcán de Yellowstone podría entrar en erupción antes de lo que pensábamos

Un nuevo análisis de las cenizas antiguas sugiere que este gigante durmiente podría desarrollar las condiciones necesarias para explotar en cuestión de décadas.

Por Victoria Jaggard
Publicado 9 nov 2017, 4:30 CET
Gran Fuente Prismática
El vapor se eleva de la Gran Fuente Prismática, una de las fuentes hidrotermales más impresionantes del parque nacional de Yellowstone.
Fotografía de Tom Murphy, National Geographic Creative

Si el supervolcán bajo Yellowstone entra en erupción de nuevo, podríamos tener mucho menos tiempo del que pensábamos para prepararnos.

Tras analizar los minerales en las cenizas fosilizadas de la última megaerupción, los investigadores de la Universidad Estatal de Arizona piensan que el supervolcán se despertó por última vez tras dos flujos de magma fresco que desembocaron en la reserva bajo la caldera.

Y en un giro inquietante, los minerales revelaron que estos cambios en la temperatura y la composición se produjeron en cuestión de décadas. Hasta ahora, los geólogos habían pensado que el supervolcán tardaría siglos en hacer esa transición.

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Por ejemplo, un estudio de 2013 demostró que el depósito de magma que alimenta al supervolcán es 2,5 veces mayor de lo que se estimaba previamente. Los científicos también creen que este depósito de lava se vacía con cada explosión monstruosa, por lo que pensaban que debería tardar bastante en rellenarse. Basándose en el nuevo estudio, parece que el magma puede reponerse rápidamente, lo que podría hacer que el volcán fuera potencialmente explosivo en cuestión de un solo «abrir y cerrar de ojos geológico».

«Es impresionante lo poco que tarda un sistema volcánico en pasar de estar silencioso y calmado a estar al borde de la erupción», contó al New York Times la coautora del estudio Hannah Shamloo.

Sin embargo, Yellowstone es uno de los volcanes mejor supervisados del mundo, según señala Michael Poland, científico actualmente a cargo del Observatorio del Volcán de Yellowstone del Servicio Geológico estadounidense. Una serie de sensores y satélites buscan continuamente cambios y, ahora mismo, el supervolcán no parece suponer una amenaza.

«Vemos cosas interesantes continuamente... pero no hemos visto nada que nos haga creer que esté ocurriendo el tipo de fenómeno magmático descrito por los investigadores», señala Poland en un email, añadiendo que la investigación en general es «algo preliminar, pero bastante tentadora».

El nuevo estudio se suma a una serie de sorpresas que los científicos han descubierto durante los últimos años mientras estudiaban el supervolcán. 

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    Hoy, el parque nacional de Yellostone le debe gran parte de su rica belleza geológica a su pasado violento. Las maravillas como el géiser Viejo Fiel y la Gran Fuente Prismática son producto de la actividad geotérmica que sigue en plena ebullición bajo el parque, la cual está provocada por la vasta columna de magma que alimenta al supervolcán.

    Hace unos 630.000 años, una intensa erupción sacudió la región, arrojando 1.000 kilómetros cúbicos de roca y cenizas y creando la caldera de Yellowstone, una depresión volcánica de 64 kilómetros de ancho que ahora sirve como soporte de la mayor parte del parque nacional.

    Dicha erupción dejó tras de sí la toba de Lava Creek, el depósito de cenizas que usaron Shamloo y su colega de la Universidad Estatal de Arizona Christy Till para su trabajo, presentado en agosto en una reunión sobre vulcanología en Oregón. Las investigadoras también presentaron una versión anterior de su estudio en una reunión de la Unión Geofísica Americana en 2016.

    Basándose en los depósitos de fósiles como estos, los científicos dedujeron que el supervolcán había tenido al menos dos erupciones anteriores de esta magnitud en los últimos dos millones de años. Por suerte para nosotros, el supervolcán ha estado inactivo desde antes de la llegada de las primeras personas a las Américas. Aunque una serie de pequeñas erupciones y temblores han llenado la caldera de lava y ceniza de forma periódica, el último fenómeno tuvo lugar hace unos 70.000 años.

    En 2011, los científicos revelaron que la tierra sobre la cámara de magma se hinchaba hasta 25 centímetros en el transcurso de unos siete años.

    «Es una elevación extraordinaria, ya que cubre una zona muy grande y su rapidez es muy elevada», contó entonces a National Geographic el experto en vulcanismo en Yellowstone Bob Smith, de la Universidad de Utah.

    El crecimiento del depósito de magma responsable de esta elevación era demasiado profundo para despertar temores de una destrucción inminente, señaló Smith, y, en su lugar, la «respiración» mansa de la caldera ofreció una información valiosa sobre el comportamiento del supervolcán.

    En 2012, otro equipo determinó que al menos una de las últimas supererupciones pasadas podría haber sido en realidad dos fenómenos separados, lo que indicaría que tales fenómenos a gran escala podrían ser más comunes de lo que pensábamos.

    Sin embargo, casi cualquiera que estudia el supervolcán durmiente de Yellowstone afirma que ahora mismo, no tenemos forma de saber cuándo ocurrirá la próxima gran explosión. Por su parte, el Servicio Geológico estadounidense estima que las probabilidades anuales de otra explosión masiva en Yellowstone son de 1 entre 730.000, aproximadamente las mismas probabilidades de que colisione un asteroide catastrófico en la Tierra.

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