Por qué una temporada de huracanes tranquila no es algo necesariamente bueno

El calentamiento del Ártico podría hacer que las tormentas se desplacen más al oeste, aumentando las probabilidades de que toquen tierra.

Por Willie Drye
Publicado 3 ago 2018, 13:36 CEST
Huracán María
Un satélite de la NOAA sacó esta imagen del huracán María el 18 de septiembre de 2017.
Fotografía de Cira, Noaa

 

Según los meteorólogos de la Universidad del Estado de Colorado (CSU, por sus siglas en inglés), el próximo pico de la temporada de huracanes de 2018 será relativamente tranquilo en la cuenca del Atlántico. Pero un informe publicado el miércoles por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) señaló una tendencia perturbadora que podría tener implicaciones en la predicción de huracanes en el futuro: el calentamiento del Ártico podría desviar las trayectorias de futuros huracanes en el Atlántico más al oeste y por lo tanto aumentar las probabilidades de que toquen tierra en Estados Unidos.

Los meteorólogos de la CSU, dirigidos por el meteorólogo Phil Klotzbach, creen que las aguas más frescas y el aire más seco de la cuenca Atlántica —que incluye el océano Atlántico, el golfo de México y el mar Caribe—, junto con la presencia de vientos de nivel superior conocidos como cizalladura, dificultará la formación de tormentas.

Los huracanes obtienen su fuerza en las aguas cálidas del océano, y el aire húmedo y cálido contribuye a mantenerlos. Es menos probable que las tormentas que originan huracanes se intensifiquen cuando están privadas de combustible y se enfrentan a condiciones atmosféricas hostiles, lo que sugiere que la temporada de 2018 será relativamente tranquila.

Desde el comienzo de la temporada de huracanes el 1 de junio, se han formado cuatro tormentas con nombre. La temporada finaliza el 30 de noviembre.

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Los pronosticadores de la CSU prevén que se formarán otras nueve tormentas tropicales con nombre con vientos superiores a los 60 kilómetros por hora en la cuenca del Atlántico. Es probable que tres de esas tormentas se conviertan en huracanes con vientos de 120 kilómetros por hora, como mínimo. Y también es probable que una de esas tormentas se convierta en un huracán intenso con vientos de más de 175 kilómetros por hora.

El pronóstico es una buena noticia para los residentes de las costas de la cuenca del Atlántico, que soportaron tres huracanes devastadores durante el pico de la temporada de huracanes del año pasado. El huracán Harvey inundó Houston y la costa del Golfo el 25 de agosto de 2017. El huracán Irma arrasó el Caribe, devastó los cayos de Florida y realizó su aterrizaje final cerca de Naples, Florida el 10 de septiembre. Diez días después, el huracán María destrozó Puerto Rico, uno de los peores desastres naturales en la historia de la isla.

La indicación de la posible influencia de la corriente en chorro en los huracanes se incluyó en el informe anual de la NOAA sobre el estado del clima. El informe señalaba que es probable que el calentamiento del Ártico esté afectando a la corriente en chorro, una corriente de aire estrecha y serpenteante a varios kilómetros sobre la superficie terrestre que fluye de oeste a este y suele influir en los patrones meteorológicos de todo el planeta.

La trayectoria de la corriente en chorro puede fluctuar, de una línea recta a una ondulada, según el calentamiento del Ártico. La formación de la corriente puede ser un factor importante a la hora de determinar si un huracán se intensifica o se debilita. También puede desempeñar un papel importante a la hora de dirigir una tormenta hacia tierra o desviarla de esta.

Cuando la corriente en chorro está ondulada, aumentan las probabilidades de que se produzcan fenómenos meteorológicos poco habituales. Muchos científicos creen que la extraña trayectoria hacia el oeste del huracán Sandy en octubre de 2012 fue el resultado de una corriente en chorro ondulada.

Según el oceanógrafo de la NOAA James Overland, a veces la configuración ondulada puede desviar la trayectoria de los huracanes atlánticos al oeste, lo que podría aumentar las probabilidades de que las tormentas toquen tierra en lugar de desarrollarse en el mar sin causar daños.

«Aumenta las probabilidades de que toque tierra», afirmó. Pero la teoría de que una corriente en chorro serpenteante afecte a la trayectoria de un huracán es polémica entre los científicos. El paso a una configuración ondulada prolongada podría aparecer cuando hay menos hielo de lo normal en Alaska.

El informe climatológico de la NOAA, recopilado por cientos de científicos de todo el planeta, es «un chequeo físico anual de nuestra Tierra» en palabras de Jeff Rosenfeld, editor jefe del Bulletin of the American Meteorological Society. Rodenfeld afirmó que el informe anual establece las bases de referencia —como temperaturas, condiciones atmosféricas, precipitaciones y otras medidas— que permiten a los científicos detectar cambios en los patrones climatológicos.

El informe señala que el Ártico sigue una tendencia de calentamiento a un ritmo mucho más rápido que el resto del planeta. Además, el calentamiento se ha manifestado en algunas tendencias alarmantes, entre ellas una mayor pérdida de la banquisa que la observada en 1.450 años, una extraña helada a finales de otoño en el Ártico Pacífico y una de las zonas de banquisa invernal más pequeñas. Overland advirtió que es demasiado pronto para determinar si las condiciones del Ártico influirán en la temporada de huracanes de este año.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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