Así sobrevive esta guindilla picante a la ola de calor extremo de Italia

Un chile del sur de Italia está ganando una batalla heroica contra el calor provocado por el cambio climático.

Pimientos secos en la región italiana de Calabria. Las cosechas de pimientos se han visto afectadas por el clima caluroso de Italia este año, pero las plantas sobreviven cuando otros cultivos no pueden vencer el calor.

Fotografía de Toni Anzenberger, Redux
Por Jonathan Moens
Publicado 21 sept 2022, 10:37 CEST

Cada año, a mediados de septiembre, la pequeña ciudad costera italiana de Diamante se transforma. Hasta 200 000 personas acuden a lo largo de cinco días para celebrar la famosa guindilla calabresa (conocida por su pincor áspero, a medio camino entre el jalapeño y la cayena) con el telón de fondo de impresionantes murales de pescadores, figuras religiosas y arte abstracto.

De los balcones cuelgan manojos de Diavolicchio carmesí seco, la variedad de chile más común de la región. Enormes esculturas de guindillas escarlata se erigen en las plazas de la ciudad. Una multitud se pasea por la orilla del mar, con ropa roja, pendientes en forma de pimiento y coronas improvisadas.

El festival celebra su 30º edición, pero en muchos sentidos éste ha sido un año diferente a cualquier otro. Italia ha tenido que hacer frente a olas de calor y lluvias escasas, causadas por el cambio climático, que han provocado su peor sequía en más de 70 años. La agricultura italiana, especialmente en las regiones del norte, ha sufrido enormemente como resultado, con el rendimiento de los cultivos, incluyendo el arroz, el trigo, el maíz, las aceitunas y los tomates, cayendo en picado hasta un 70%

Los cultivos de pimientos, que no son tan sedientos como otros, se han comportado mejor, pero no han salido indemnes del calor. En Calabria, junto con Sicilia, la mayor zona productora de pimientos de Italia, "el descenso de los rendimientos este año ha sido de entre el 20% y el 30%", afirma Maria Viggiano, copropietaria de la empresa agrícola Valle Lao, una de las mayores explotaciones de pimientos de la región. Sin embargo, ese descenso no se debió a la sequía, ya que Calabria tenía suficiente humedad, sino al implacable calor; las temperaturas alcanzaron los 37 grados durante el verano. Aun así, la resistencia y la versatilidad de la guindilla han contribuido a minimizar las pérdidas económicas, afirma Viggiano. 

Para muchos, el festival de este año es una celebración precisamente de eso: la heroica supervivencia de la planta frente al rápido aumento de las temperaturas, que se han hecho más intensas y frecuentes debido al cambio climático.

En el festival, las guindillas están por todas partes, en una gran variedad de formas y tamaños: pequeñas y con forma de botón, largas y delgadas, medio dobladas como dedos torcidos. Se infunden en aceites y grappa, se mezclan con quesos de cabra, se pulverizan, se combinan con sardinas y se utilizan para elaborar recetas tradicionales, como la apreciada Nduja, una especie de sobrasada hecha a con guindilla calabresa. También aparecen en proyecciones de películas con temática de chile y bandas de versiones de canciones de los estadounidenses Red Hot Chili Peppers. El evento principal, sin embargo, es una carrera para ver quién puede comer más guindillas en 30 minutos. Este año, dos concursantes empataron tras comerse un kilo y medio cada uno.

"Toda la ciudad cobra vida", dice Enzo Mónaco , fundador del festival y presidente de la Academia Italiana del pimiento picante.

Cuando Mónaco y sus amigos organizaron por primera vez el festival del chile en Diamante, en 1992, la atención no se centraba tanto en la guindilla en sí. La idea era enfatizar sus reconocidos efectos afrodisíacos. "Construimos un falo de unos tres metros de altura", dice Mónaco . 

Sin embargo, a medida que el festival cobraba impulso y empezaba a atraer a más turistas de toda Italia, Mónaco empezó a ganarse enemigos. "Los sacerdotes, la Iglesia, empezaron a oponerse, así que tuvimos que moderar las cosas", dice.

Esa tensión entre la guidilla y la Iglesia no es nueva. Hace más de 500 años, cuando Cristóbal Colón trajo chiles de sus viajes por América, esperaba vender la especia en España y en toda Europa. Pero su plan no funcionó del todo, dice Mónaco, que ha escrito un libro sobre el tema. A las clases ricas y nobles no les gustaba el sabor, y la Iglesia consideraba que su fama de afrodisíaco era un anatema para sus valores sagrados, hasta el punto de convencer a los monjes de México de que la definieran como una especia que "despierta sugestiones desquiciadas". La Iglesia de Italia también se opuso a la difusión de las guindillas en el país cuando llegó allí unos 70 años después. 

Sólo cuando el chile llegó a las clases más pobres, la especia empezó a ser realmente apreciada. Muchos habitantes de las regiones del sur de Italia, incluida Calabria, no comían carne y se limitaban a comer verduras como berenjenas, pimientos y tomates. Los chiles eran el condimento perfecto para dar a estas verduras un toque de sabor, dice Mónaco . 

A partir de entonces, las guindillas se extendieron rápidamente por todo el país y por todo el mundo, con la ayuda de las aves migratorias, cuya falta de receptores gustativos no se deja impresionar por el picante del chile. "Los pájaros comían chiles, hacían sus necesidades en el aire, la semilla caía abajo y las guindillas se propagaban así", dice Mónaco.

El hecho de que el chile sea tan fácil de cultivar también desempeñó un papel importante en su propagación. "Todo lo que necesitabas era tierra, un jarrón, una semilla, y colocarla en un balcón bajo el sol y tendrías chiles todo el año", dice. Calabria (con su clima soleado) era un lugar ideal para que la planta prosperara y se ha convertido en la región de Italia que más chiles consume. 

La salvación de la guindilla

Como cultivo, las guindillas son increíblemente versátiles: pueden cosecharse y venderse frescas, pero también pueden secarse, fermentarse o encurtirse. Cuando se producen guindillas secas, el calor intenso y prolongado puede acelerar el proceso, dice Viggiano. Algunos agricultores lo han aprovechado. "Si no podemos venderlos [frescos], los secamos y los vendemos. Es otra forma de afrontar el problema", dice Francesco Donato, agricultor de chiles de Diamante. 

Pero la resistencia de la planta del chile tiene un límite. Si las temperaturas se mantienen altas durante mucho tiempo, las plantas suelen marchitarse, decolorarse y acabar muriendo, aunque tengan suficiente agua, dice Viggiano, que vio cómo sucedía en sus propios campos.

Los agricultores subrayan que son las olas de calor, y no las sequías, las que suponen una amenaza inmediata para las guindillas de la región. Diamante está rodeado de montañas, pequeños ríos y abundantes acuíferos que, por ahora, proporcionan suficiente agua para su agricultura, dice Viggiano. Las olas de calor, por otro lado, probablemente golpearán todos los años, y con mayor intensidad, a medida que los efectos del cambio climático se vayan imponiendo en la meteorología mundial.

Mónaco, sin embargo, es más optimista. Con las miles de variedades de chiles que hay en el mundo, y la versatilidad y robustez del cultivo, está convencido de que las guindillas resistirán y se adaptarán. Y si la guindilla no puede soportar los intensos calores cerca de la costa de Calabria, los agricultores pueden plantar más arriba, en las montañas circundantes, donde las temperaturas son más suaves, dice Mónaco.

"En mi opinión, la guindilla no tendrá demasiadas dificultades", dice. "La guindilla puede crecer en todo tipo de altitudes, desde el mar hasta las montañas".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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