
Los caballitos de mar, como esta especie de museo, han sido reintroducidos en los pastos de la laguna tras haber sido diezmados por el cultivo de una almeja invasora.
Una radiografía de en torno a 1910 de caballitos de mar barrigudos en el que se ven sus esqueletos, que es una rareza entre los peces.
Un esqueleto de caballito de mar sostenido por una matriz de glicerina y gelatina con tinte rojo bajo luz fluorescente. Esta técnica fotográfica ayuda a los científicos a examinar los esqueletos de formas nuevas.
Muchos padres animales cuidan de los huevos, pero no están dotados para el cometido del embarazo. Salvo el caballito de mar.
Los caballitos de mar invierten los roles familiares del reino animal. La hembra utiliza una protuberancia denominada ovipositor para trasplantar los huevos a la bolsa incubadora del macho, donde eclosionan y se desarrollan y de la que surgen cientos de caballitos de mar diminutos e independientes.
«La bolsa se parece mucho a un útero humano», señala Verdolin. Pero esa no es la única similitud.
«Algunos de los mismos genes implicados en el embarazo en hembras humanas están presentes en caballitos de mar macho; me parece fascinante», explica.
Cuando el padre (como el de la foto) da a luz, su pareja monógama ha preparado más huevos para que el apareamiento comience de inmediato. Esta eficiencia podría explicar por qué los caballitos de mar han desarrollado una estrategia reproductiva tan insólita.
El Hippocampus nalu, también conocido como caballito de mar pigmeo africano, tiene el tamaño de un grano de arroz y lo descubrieron camuflado entre las algas y la arena de la bahía de Sodwana, en Sudáfrica.
