Este es el futuro de los safaris en África

Estas cinco tendencias han cambiado a mejor los safaris tradicionales.

Por Costas Christ
Publicado 3 ene 2020, 14:08 CET
Gorila de montaña
Uno de los últimos refugios para gorilas de montaña en el parque nacional de los Volcanes de Ruanda, donde el Singita Kwitonda Lodge contribuye a la protección de animales en peligro de extinción mediante la restauración de hábitat.
Fotografía de Chris Whittier

Con refugios de fauna emergentes y expediciones dirigidas por mujeres, los safaris africanos ya no se centran en la caza ni en aventuras fotográficas dirigidas por hombres. El futuro de los safaris africanos ha llegado.

«Las áreas de conservación comunitarias como Naboisho, en Kenia, han sido un punto de inflexión importante», afirma Judy Kepher-Gona, una de las principales expertas en ecoturismo de África. «Los aldeanos locales han pasado de ser principalmente porteadores y cocineros a convertirse en socios y líderes a la hora de proteger la fauna silvestre». Los resultados son impresionantes: las áreas de conservación de Kenia ya ocupan más de seis millones de hectáreas y protegen algunas de las especies más raras del mundo, entre ellas el rinoceronte negro.

Ante las dificultades que experimentan los gobiernos para gestionar los parques nacionales, las organizaciones privadas también han dado un paso adelante para ayudar. Una de ellas es African Parks, un grupo sin ánimo de lucro fundado con el propósito de salvar los parques de África y la fauna que albergan centrándose en el desarrollo económico y el alivio de la pobreza. Entre las historias de éxito figura el parque nacional de Zakouma, en Chad, que pasó de estar al borde del precipicio a convertirse en la joya de la corona de los encuentros actuales con fauna salvaje. «Vivimos un momento de innovación revolucionario en el que lugareños y visitantes por igual se benefician de una nueva perspectiva de los safaris», afirma Keith Vincent, consejero delegado de Wilderness Safaris, uno de los turoperadores más célebres del país.

Antes, ir de safari significaba ir de caza. Los safaris de hoy en día se centran en la conservación, algo que beneficia a las comunidades locales y al planeta.

Empoderamiento femenino

De la liberiana Ellen Johnson Sirleaf, primera presidenta africana, a la keniata Wangari Maathai, defensora de la conservación, en África no faltan las mujeres líderes. Ahora, una nueva generación de mujeres africanas está dejando claro que tiene lo necesario para desafiar las normas de género de la industria de los safaris.

«Era típico que los hombres insistieran en que no poseíamos las capacidades para ser buenas guías», cuenta Tshepiso Vivian Diphupu, directora del equipo de guías del Chobe Game Lodge de Botsuana, el primero de África compuesto solo por mujeres. «Por mi experiencia, las mujeres son idóneas para este trabajo. Solemos ser mejores comunicadoras y más sensibles a los intereses de los visitantes, y somos seguras y siempre estamos dispuestas a formarnos más». Diphupu y sus colegas, a las que algunos llaman «los Ángeles de Chobe» (que ya son 19), son de las primeras —aunque no las únicas— mujeres que han irrumpido en algo que antaño era una fraternidad.

 «Mi meta como guía es que cada safari sea único, educativo y divertido», explica Maggie Duncan Simbeye, fundadora de la Maggie’s Tour Company, una de las pocas empresas de safaris que pertenece a una mujer africana. «Siempre he amado la naturaleza y poseo un profundo conocimiento de las plantas y los animales». Trabajar como guía de safaris en Tanzania inspiró a Simbeye a fundar la Dare Women’s Foundation, una ONG local que trabaja para empoderar a mujeres y niñas para que sigan sus ambiciones profesionales.

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    Un rinoceronte blanco del sur es trasladado desde Sudáfrica, una zona con mucha caza furtiva, a Botsuana, por Rhinos Without Borders, una organización cofundada por los exploradores de National Geographic Dereck y Beverly Joubert.
    Fotografía de Beverly Joubert
    El alojamiento ecológico Campi ya Kanzi, en las colinas de Chyulu del sur de Kenia, forma parte del Maasai Wilderness Conservation Trust y colabora con los masáis locales en todos los aspectos, de la construcción a la programación.
    Fotografía de Nicola Tonolini

    Acción comunitaria

    De los masáis de Kenia a los himba de Namibia, los pueblos indígenas han coexistido durante años en equilibrio con la naturaleza. «Fundamos el Maasai Wilderness Conservation Trust en nuestras tierras ancestrales, cerca del monte Kilimanjaro, para proteger la naturaleza salvaje y compartir nuestra forma de vida tradicional con los visitantes de forma más directa y significativa», explica el presidente Samson Parashina, un anciano masái reconocido por Naciones Unidas en 2012 como uno de los seis Campeones de la Tierra.

    Los huéspedes se alojan en el Campi ya Kanzi, un alojamiento ecológico en el centro de las 121 000 hectáreas de terreno de conservación comunitario, donde leones, antílopes eland y otros animales de caza mayor vagan entre los parques nacionales de Amboseli y Tsavo, en Kenia. «Las áreas de conservación están redefiniendo los safaris, tanto a la hora de salvar a la fauna salvaje como de ofrecer experiencias innovadoras a los huéspedes», explica Ashish Sanghrajka, presidente de Big Five Tours and Expeditions. Sanghrajka se especializa en itinerarios que apoyan a las comunidades indígenas. «Se trata de situarse en la vanguardia de la conservación actual y ofrecer una gran aventura de fauna. En las áreas de conservación se encuentran ambas cosas».

    Innovación contra la caza furtiva

    Para 2030, se prevé que el turismo a África genere más de 233 000 millones de euros; los safaris de fotografía lideran gran parte de dicho crecimiento económico y suponen una fuente de empleo fundamental para los lugareños. Con tanto en juego, las empresas de safaris están financiando unas de las iniciativas contra la caza furtiva más innovadoras de África para proteger a los animales salvajes.

    Un ejemplo es el proyecto con pastores de Anatolia en Bushmans Kloof, un «Unique Lodge of the World» de National Geographic, en las montañas Cederberg. «El leopardo del Cabo es uno de los grandes felinos más amenazados del mundo, ya que los ganaderos los matan para defender a sus rebaños. Hemos descubierto que los pastores de Anatolia protegen de forma instintiva a las ovejas y las cabras de los depredadores», explica Brett Tollman, consejero delegado de The Travel Corporation, del que forma parte Bushmans Kloof. «Por eso donamos estos preciosos perros a los aldeanos locales, para que protejan a su ganado. Y donde hemos introducido pastores de Anatolia, el resultado ha sido un descenso drástico de la caza furtiva de leopardos del Cabo».

     

    Destinos emergentes

    Quizá Chad sea el destino de safaris menos conocido de África, pero el parque nacional de Zakouma —que figura entre los mejores viajes para 2020 de National Geographic— está cambiándolo todo. «He pasado 30 años como guía privado por toda África y Zakouma es uno de los espectáculos de fauna silvestre más asombrosos que he visto. Nada te prepara para ver millones de queleas emprendiendo el vuelo al amanecer y manadas de elefantes demasiado numerosas para contarlas», cuenta Michael Lorentz, dueño de Passage to Africa.

    Los amantes de la fauna más intrépidos también visitan Madagascar, que alberga decenas de miles de especies de flora y fauna. El 70 por ciento, entre ellas casi todos los lémures del mundo, no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. El tercer sistema de arrecifes de coral más grande del mundo también se encuentra aquí.

    Después está la costa oeste de África, que no se consideró un destino viable para safaris hasta que gente como el explorador de National Geographic Michael Fay dirigió una expedición a Gabón y vio cómo los hipopótamos nadaban en el mar, cómo los elefantes vagaban por playas de arena blanca y cómo los gorilas se congregaban en los claros de la selva.

    El parque nacional de Zakouma ha empezado a atraer a visitantes más aventureros a Chad. El parque, fundado en 1963, ocupa más de 2800 kilómetros cuadrados y alberga casi 400 especies de aves, como grullas coronadas cuellinegras.
    Fotografía de Kyle De Nobrego

    Avistamientos sostenibles

    La contradicción entre celebrar la naturaleza y contaminar el planeta no pasa desapercibida para la mayor cantidad de viajeros con mentalidad sostenible. En 2020, el Xigera Safari Lodge reabrirá en la bonanza de biodiversidad del Okavango, alimentado por una granja solar de más de 4000 kilovatios. Un sistema de baterías Tesla de iones de litio ofrecerá puntos de carga para los vehículos de safari eléctricos. Tampoco contará con plásticos de un solo uso. «Nuestro objetivo es crear un alojamiento para safaris ecológico pero lujoso», explica el director ejecutivo, Mike Myers.

    En Ruanda, uno de los últimos bastiones del gorila de montaña en peligro de extinción, el Singita Kwitonda Lodge también lleva la sostenibilidad al siguiente nivel. Para construir las paredes se han usado materiales naturales y un innovador sistema de ventilación lleva aire fresco para enfriar las habitaciones, lo que elimina la necesidad de aire acondicionado.

    En Namibia, en el andBeyond Sossusvlei Desert Lodge se encuentra en la única reserva de cielo oscuro del continente. «Los desiertos poseen una fragilidad ecológica particular. No solo nos hemos ocupado de causar tan pocos impactos como sea posible durante la construcción, sino que también contamos con un programa de recuperación completo una vez se complete la construcción», explica Joss Kent, consejero delegado de andBeyond.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en el número de octubre/noviembre de 2019 de la revista National Geographic y posteriormente en nationalgeographic.com.
    Costas Christ es editor y asesor de turismo sostenible para National Geographic. Síguelo en Twitter o visita Beyond Green Travel para más información.

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