¿Ha quedado obsoleta la oficina? Eso esperan muchos viajeros

Mientras la pandemia continúa, algunos teletrabajadores hallan oportunidades inesperadas para convertirse en nómadas digitales.

Por Jackie Snow
Publicado 25 sept 2020, 11:15 CEST
Teletrabajo

Con el cierre de muchas oficinas debido a la pandemia de coronavirus, los empleados se han adaptado al trabajo desde casa. Ahora, muchos de ellos quieren poder trabajar desde cualquier parte del mundo.

Fotografía de Gary Yeowell, Getty Images

Arthur Deane nunca imaginó que el estilo de vida del nómada digital —recorrer el mundo mientras trabaja de forma remota— fuera lo suyo. Este alto directivo del gigante tecnológico Google pensó que estar en una oficina era esencial para trabajar. Pero la pandemia le hizo cambiar de opinión.

Tras cuatro meses trabajando desde su piso en Washington D.C., sintió que se estaba volviendo loco y que necesitaba salir de allí. Tras investigar a qué lugares podían viajar los estadounidenses y si habían aplicado medidas de seguridad razonables, voló a Aruba durante una semana en julio.

«Quería probar el agua, literal y figuradamente», afirma.

Ahora quiere volver a Aruba o a alguno de los otros destinos abiertos a los estadounidenses para un viaje más largo. Aún tiene que resolver algunos pormenores, pero tiene tiempo: las oficinas de Google en Estados Unidos no reabrirán hasta julio de 2021, como pronto.

Autónomos y emprendedores han sido la mayoría en el grupo de los nómadas digitales, pero esto podría cambiar a medida que más empresas reevalúan la cultura del trabajo tras seis meses de teletrabajo. El número de personas que quizá no vuelvan a la oficina es asombroso; un estudio desveló que más de un tercio de los trabajos estadounidenses podrían realizarse desde casa. Y una encuesta a líderes empresariales reveló que un 82 por ciento pretende ofrecer la opción del teletrabajo, aunque sea de forma parcial tras la pandemia.

Para Deane, la oportunidad de teletrabajar durante unos meses al año mientras mantiene su piso en Estados Unidos sería un sistema ideal y pronto podría hacerse realidad.

«No creo que el futuro sea regresar a una oficina a tiempo completo», cuenta. «La pandemia nos ha enseñado que podemos ser productivos sin estar en la oficina de lunes a viernes, de nueve a cinco».

Una tendencia al alza

El teletrabajo ya estaba cobrando impulso antes de la pandemia. Varias empresas estaban experimentando con días de trabajo desde casa e invirtiendo en hardware para garantizar un acceso seguro fuera de la oficina. Ahora que millones de empleados cuentan con meses de experiencia demostrando que no necesitan trabajar desde una oficina, algunos quieren llevarlo más allá y descubrir si tienen que trabajar desde casa siquiera.

El término «nómada digital» se remonta a 1997, cuando el libro Digital Nomad propuso que la tecnología permitiría que los humanos trabajaran desde cualquier parte y recuperaran las costumbres itinerantes de nuestros ancestros. Quince años después, el acceso generalizado a Internet y las aerolíneas de bajo coste como AirAsia permitirían que este sueño se hiciera realidad para un grupo determinado de viajeros. Para 2019, un informe reveló que 7,3 millones de trabajadores estadounidenses se consideraban nómadas digitales.

Lugares como Bali, Chang Mai y Ciudad de México se han convertido en destinos populares y ofrecen espacios de cotrabajo con conexión a Internet de alta velocidad. Sin embargo, la mayoría de los nómadas digitales necesitan visados de turista, que técnicamente no permiten trabajar. Aunque muchos países se centran en los empleos locales y han hecho la vista gorda con los nómadas digitales, esto no será suficiente para las empresas preocupadas por la responsabilidad legal.

Ahora algunos países ven oportunidades para atraer a trabajadores —y tranquilizar a los empresarios— con programas oficiales de estancias prolongadas. En julio, Barbados empezó a aceptar solicitudes para el Welcome Stamp, que ofrece un visado de 12 meses. Los solicitantes deben demostrar que ganan al menos 50 000 dólares al año y que tienen seguro médico. Después tienen que desembolsar 2000 dólares —o 3000 por una familia— para la tasa del visado. Solo los titulares de visados pueden ir y venir a sus anchas, disfrutar del acceso al sistema escolar local y evitar pagar el impuesto sobre la renta del país.

Estonia, que ya es célebre por su programa de residencia digital que permite que los extranjeros interesados en fundar un negocio accedan a los servicios del país, ha anunciado un nuevo visado para nómadas digitales. Permitirá que los visitantes trabajen allí de forma remota durante 12 meses a cambio de una tasa de 100 euros y de que demuestren que ganan al menos 3504 euros al mes. Sin embargo, los estadounidenses —que aún no pueden viajar a países de la Unión Europea— tendrán que esperar.

Las Bermudas pusieron en marcha su programa Work From Bermuda el mes pasado y permiten que los trabajadores se queden durante un año, sin pagar el impuesto sobre la renta, tras haber pagado un visado de 236 dólares. El neoyorquino Kiwan Michael Anderson no solicitará ese visado, pero sí acabó trabajando en este territorio británico un poco por sorpresa. Va a las Bermudas cada verano para visitar a la familia y le preocupaba que la pandemia pusiera fin a la tradición. Pero la isla reabrió sus puertas a los estadounidenses el 1 de julio y decidió ir de vacaciones dos semanas. Cuando llegó el momento de marcharse, su tía le preguntó si tenía que hacerlo.

«Lo pensé y dije: “La verdad es que no”», afirma.

Anderson canceló su vuelo a casa y ha estado en las Bermudas las últimas nueve semanas. Mantener su trabajo como director en la empresa de relaciones públicas Nike Communications no le ha supuesto ningún problema, cuenta. «A veces mi wifi es mejor en las Bermudas que en mi piso de Brooklyn».

La mesa de una terraza en el Flatiron District de Nueva York, con vistas al Empire State, hace las veces de mesa de oficina. Tecnologías como las redes privadas virtuales (VPN, por sus siglas en inglés) han facilitado el teletrabajo, pero aún hay problemas de seguridad.

Fotografía de Alexi Rosenfeld, Getty Images

Como en las Bermudas es una hora menos que en Nueva York, siente que adelanta trabajo. Y al final del día, se mete en el agua del mar para hacer aquagym con su tía o practicar esquí acuático. Lo siguiente será probar el paddlesurf.

«Ya no importa donde estés, sino cuánto trabajes y cómo de productivo seas», afirma Anderson.

Medidas de seguridad

Evidentemente, la pandemia complica los viajes. Tanto las Bermudas como Barbados exigen pruebas negativas de coronavirus y llevan a cabo cribados sanitarios al llegar. Con todo, estos protocolos no impiden que la gente se contagie durante el viaje ni detectan a los portadores asintomáticos, señala Lisa Lee, epidemióloga y ética de salud pública de la Universidad Tecnológica de Virginia.

Lo ideal, según Lee, sería que estos países incluyeran una cuarentena obligatoria de 14 días, el periodo de incubación de este coronavirus. Lee pone como ejemplos a Jordania, que garantiza el cumplimiento de la cuarentena con pulseras electrónicas, y a Canadá, que envía a la policía para que compruebe que la gente cumple la cuarentena.

«Es factible, pero hay que contar con muchos recursos», afirma.

Aunque este periodo de 14 días es más largo que muchas vacaciones, sería factible para estancias prolongadas. Aunque no haya cuarentena obligatoria, Lee recomienda autoimponérsela y seguir manteniendo la distancia social, llevar mascarilla y evitar las reuniones en espacios cerrados. Por ahora, ni las Bermudas ni Barbados han registrado un repunte de los casos, pero los nómadas digitales deberían ser precavidos, sobre todo porque los epidemiólogos prevén otra ola de infecciones este otoño.

«Literalmente solo hace falta que una persona infecte a otras dos para desencadenar una epidemia en una isla», explica Lee. «Nadie quiere ser el portador de una enfermedad y devastar a una población».

Tradicionalmente, el mayor obstáculo para los nómadas digitales ha sido encontrar una conexión wifi rápida y fiable. Aunque la conexión a Internet ha mejorado en muchos lugares, los nuevos nómadas digitales se han topado con otros inconvenientes.

Además de conseguir visados, algunos empresarios tienen que reunirse de forma regular con compañeros o clientes, por eso trabajar en husos horarios diferentes es complicado. Garantizar la seguridad de los datos del trabajo también es un inconveniente, aunque muchas empresas tienen redes privadas virtuales (VPN, por sus siglas en inglés) y ofrecen formación en temas como detectar emails de fraude electrónico.

Con todo, estas medidas no serán suficientes para todos los que quieran irse al extranjero. En el caso de trabajar con información sensible, el departamento legal de una empresa podría no permitir el acceso desde el extranjero. Otras empresas se muestran reacias a permitir que los empleados trabajen desde países con un historial de hackeos.

David Cusick, director de estrategia de House Method, una empresa con sede en Carolina del Norte que investiga a los proveedores de servicios domésticos, ha observado este tipo de problemas desde el comienzo de la pandemia.

«Los empleados nos aseguran que los husos horarios no supondrán un problema y que los visados turísticos no cuestan nada», dice. «Pero en lo referente a la responsabilidad legal, solemos tener las manos atadas; al fin y al cabo, somos una empresa estadounidense».

Cusick señala que la empresa aún está descubriendo cómo será todo a largo plazo, pero se inclina por hacer permanente la opción del teletrabajo. A los empleados les gusta y se puede ahorrar dinero en espacio de oficina. Si los trabajadores quieren viajar al extranjero, está abierto a estudiarlo.

«Los empleados que puedan explicar de forma exhaustiva a dónde van, por qué es legal y qué harán tendrán más posibilidades de poder viajar a su oasis tropical», afirma.

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    «Al principio no tenía ni idea de cómo lograr que funcionara», cuenta Aasha Sapera, que empezó a organizar clases de baile virtuales en Jodhpur, la India, durante la pandemia de coronavirus. Como bailarina de la comunidad gitana de Kalbeliya, que en gran medida es nómada y donde la mayoría de la gente vive en cabañas de barro o tiendas con electricidad irregular y una conexión wifi inexistente, ha afrontado más obstáculos que la mayoría de los teletrabajadores.

    Fotografía de Sunil Verma, AFP, Getty Images

    También hay consideraciones personales para los nómadas digitales. Por ejemplo, en Barbados, como en gran parte del Caribe, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son ilegales. Aunque los turistas LGBTQ se han visto obligados a tener este factor en cuenta, el cálculo podría cambiar a la hora de considerar si vivir a largo plazo con un ser querido.

    También puede ser a la inversa. Para las personas afroamericanas y otras minorías, ir al extranjero puede ser una vía de escape del racismo de Estados Unidos. Para Anderson, que tuvo que afrontar sus propios sentimientos sobre el movimiento Black Lives Matter y ayudar a sus clientes a abordarlo, estar en las Bermudas, donde la mayoría de la población es negra, ha sido un alivio.

    «Me ha recargado», cuenta. «Me ha dado esperanza y energía».

    Viajes sostenibles

    Antes del coronavirus, los países se preguntaban cómo atraer a nómadas digitales y aún quieren a esos viajeros, señala Michaela Murray, directora de marketing de Hacker Paradise, una empresa que ha organizado viajes en grupo para nómadas digitales desde 2014.

    «Países de todo el mundo están preparándose para un auge de los nómadas digitales», afirma.

    Algunos lugares, como Bali y Venecia, ya sufrían el sobreturismo y estaban evaluando la necesidad de impuestos para reducir la cantidad de visitantes. Pero Murray dice que ve un mayor interés por viajes a lugares como Kilifi, en Kenia, y otros destinos menos conocidos a medida que arraiga la idea del turismo sostenible.

    Los viajes lentos también son una forma de garantizar un turismo más sostenible, ya que ofrecen a los visitantes el tiempo necesario para conocer un lugar en profundidad y reducir las emisiones de carbono de los vuelos. Gerry Isabelle dejó su trabajo de oficina en 2017 y se convirtió en nómada digital a tiempo completo. Ahora se gana la vida organizando viajes y escribiendo artículos sobre viajes. Quería vivir experiencias auténticas siendo consciente del impacto de sus viajes y documentó lo que aprendió en Dominican Abroad.

    «Definitivamente hay que considerar las repercusiones que una tiene como nómada digital», afirma.

    Una lección fundamental que ha aprendido es que las guías de viaje no están hechas para los nómadas digitales. Puede que una familia que se va 10 días de vacaciones no quiera arriesgarse a ir durante la estación lluviosa, mientras que los nómadas digitales pueden prolongar su estancia hasta que pase el mal tiempo y evitar las aglomeraciones. También pueden incrementar los ingresos turísticos de las comunidades en temporada baja, conseguir precios más bajos y disfrutar de las experiencias más auténticas que ofrecen los viajes largos.

    «Si viajas de forma más tranquila, puedes establecer conexiones locales y comprender la riqueza del patrimonio, del espacio», afirma Isabelle.

    Jackie Snow escribe sobre tecnología y viajes desde Washington, D.C. Síguela en Instagram.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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