Así se adaptan los aeropuertos y las aerolíneas para garantizar viajes más seguros

Los aviones y los aeropuertos han recurrido a la tecnología emergente para responder a la pandemia de COVID-19.

Por Jackie Snow
Publicado 17 ago 2020, 11:21 CEST
Foto de una auxiliar de vuelo de Buddha Air

Una auxiliar de vuelo de Buddha Air lleva un traje de protección y una pantalla facial durante una demostración de seguridad a bordo de un avión en Katmandú, Nepal.

Fotografía de Prabin Ranabhat, SOPA Images/LightRocket/Getty Images

Mi reciente viaje en avión de Washington D.C. a Eugene, Oregón, no me pareció muy diferente a un vuelo de 2019. Salvo por una camiseta de una tienda de regalos del aeropuerto que decía “Siento lo que dije durante la cuarentena”, la experiencia me resultó familiar, incluso con los pasajeros que llevaban mascarilla y los aviones medio llenos. Con todo, los expertos dicen que nuestros vuelos futuros podrían ser muy diferentes.

Antes de la pandemia ya se había iniciado una revolución tecnológica en la industria de la aviación. Pero las demandas médicas y materiales de la COVID-19 han dado urgencia y velocidad a la carrera para incrementar la seguridad del transporte aéreo de pasajeros. En tierra y en aire, los robots limpiadores, los nuevos uniformes con EPI para los auxiliares de vuelo y los chequeos médicos obligatorios podrían convertirse en aspectos estándar del transporte aéreo futuro.

A continuación, te contamos cómo la tecnología podría cambiar tu próxima experiencia a bordo de un avión.

Robots limpiadores

Los desinfectantes han adquirido una nueva importancia durante la pandemia y la radiación ultravioleta C (UV-C) se encuentra en primera línea. La radiación UV-C es una longitud de onda que daña el ADN y el ARN de los virus, impide que se multipliquen y los mata. Es una ciencia que se conoce desde mediados del siglo XX y que se emplea en lugares como los hospitales para esterilizar habitaciones y herramientas. Ahora, la industria turística quiere aprovechar este tipo de luz para combatir la propagación del coronavirus.

Los robots limpian el suelo con luz ultravioleta en el Aeropuerto Internacional de Pittsburgh. Estos rayos ultravioletas pueden matar virus en superficies.

Fotografía de Jeff Swensen, Getty Images

Antes de la pandemia, el Aeropuerto Internacional de Pittsburgh ya trabajaba con la empresa emergente local Carnegie Robotics para probar robots limpiadores autónomos que utilizan presión del agua y desinfectante químico. Cuando llegó el virus, la empresa se ofreció a instalar un componente UV-C.

Los cuatro robots parecen pulidoras de hielo en miniatura y llevan el nombre de héroes de la aviación: Amelia, Orville, Wilbur y Rose, por Rose Collins, la primera mujer que obtuvo una licencia de aviadora en Pensilvania en 1929. “El público los adora”, cuenta Christina Cassotis, consejera delegada del Aeropuerto Internacional de Pittsburgh. “El personal de limpieza los adora porque les permite concentrarse en otras zonas”.

Los robots circulan durante ocho o 10 horas al día antes de tener que recargarse. La luz, que es lo bastante brillante como para dañar los ojos, está contenida de forma que solo se proyecte sobre el suelo. Las pruebas han ido tan bien que Cassotis dice que quieren introducir más robots para limpiar los pasamanos y el tren ligero que se desplaza entre las terminales.

Como la exposición a la luz UV entraña riesgo de cáncer, cualquier herramienta que se desarrolle deberá tener en cuenta tanto la eficacia como la seguridad, según indica Praveen Arany, profesor de la Universidad de Buffalo y experto en usos terapéuticos de los láseres y la luz.

Los robots de limpieza que utilizan técnicas más tradicionales —como las de la Roomba— están trabajando en el Aeropuerto Internacional de Cincinnati/Kentucky Norte. La empresa canadiense AvidBots fabrica el Neo —un limpiasuelos de 450 kilogramos y 50 000 dólares y que parece un cruce entre una maleta con ruedas y un motor fueraborda—, que utiliza la tecnología 3D y láseres para cartografiar sus rutas y desviarse en torno a los quioscos, carritos de comida o niños que correteen por ahí.

Tu cara es tu pasaporte

Antes de la pandemia de la COVID-19, los aeropuertos ya invertían en tecnología no táctil para acelerar el embarque. Ahora, esas mismas herramientas sin contacto podrían prevenir la transmisión de virus.

“La tecnología existente se popularizará más rápido de lo esperado”, afirma Andrew O’Connor, vicepresidente y gestor de carteras de Sita, una empresa de tecnología aeroportuaria. “Puedes utilizar la cara sin tener que tocar tanto las cosas”.

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    Una agente de embarque de United Airlines ayuda a los pasajeros tras una pantalla de plástico en el Aeropuerto Internacional O’Hare de Chicago.

    Fotografía de Brian Cassella, Chicago Tribune/Tribune News Service/Getty Images

    En lugar de entregar el pasaporte y la tarjeta de embarque, pueden escanearte la cara con un dispositivo biométrico. La mayoría utiliza sensores que permiten probar la identidad de una persona mediante sus rasgos únicos, como la curva de la oreja o la forma de la frente. Aunque aerolíneas como Delta, Air France y JetBlue habían empezado a aplicar procesos de embarque biométricos antes de la pandemia, O’Connor dice que está aumentando el interés de otras aerolíneas y aeropuertos. Y aunque las herramientas de reconocimiento facial se crearon antes de que se generalizara el uso de mascarillas, dice que la tecnología aún puede identificar a pasajeros con la cara medio tapada.

    Aunque estas tecnologías prometen viajes más seguros, podrían suponer una amenaza para la seguridad informática si no se protegen de la filtración de datos.

     

    El proceso de embarque no es lo único que ha dado un paso hacia el futuro: los quioscos de autoservicio, los mostradores de entrega de equipajes y las puertas de embarque también se han mejorado con herramientas biométricas para minimizar las interacciones entre trabajadores y viajeros y reducir la cantidad de veces que hay que limpiar el documento de identidad.

    Los cribados se convierten en la norma

    Los cribados podrían pasar a formar parte de la experiencia en los aeropuertos. Mucha gente habrá visto filas de pasajeros a los que toman la temperatura con termómetros infrarrojos en las puertas de embarque o los controles de seguridad. Pero cada vez más, los aeropuertos están optando por (o probando) las cámaras térmicas, que detectan el calor que emana del cuerpo de una persona y estiman su temperatura corporal. La idea de ambos dispositivos consiste en detectar a personas con fiebre que podrían padecer la COVID-19. Varias aerolíneas han solicitado al gobierno estadounidense cribados de temperatura en los aeropuertos para que los pasajeros estén más a salvo y se sientan más seguros a la hora de volar.

    Con todo, varios expertos —como la Organización Mundial de la Salud— señalan que estos escáneres pasarán por alto a personas con COVID-19 asintomáticas y a quienes están infectadas pero no tienen fiebre.

    Una agente de seguridad en el Aeropuerto de Estambul utiliza un escáner térmico para cribar a los pasajeros. Aunque los dispositivos pueden identificar a personas con fiebre, no pueden detectar la COVID-19.

    Fotografía de Yasin Akgul, Xinhua, Eyevine, Redux

    Un nuevo dispositivo llamado Symptom Sense podría dar a las aerolíneas una mejor perspectiva del estado de salud de los pasajeros que un chequeo de temperatura. Este aparato se parece y funciona como el detector de metales que atraviesan los pasajeros antes de dirigirse a sus puertas de embarque. En cinco segundos (y sin contacto físico) toma la temperatura, saturación de oxígeno en sangre, frecuencia cardíaca y frecuencia respiratoria.

    Derek Peterson, consejero delegado de Soter Technologies, la empresa que fabrica Symptom Sense, afirma que la tecnología se estrenó en junio y ya está negociando con aeropuertos, aerolíneas y la Administración de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos (TSA, por su sigla en inglés) para incluir el dispositivo en los procedimientos de cribado.

    “Básicamente, imitamos una visita al médico”, afirma Peterson. “Hay que construir un enfoque por niveles para descubrir si alguien se encuentra bien o mal”.

    Esto podría traducirse en desinfectar a los pasajeros a su llegada. Tras aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Hong Kong, los futuros visitantes podrían tener que meterse en un módulo de presión negativa que parece un cruce entre una cápsula espacial de ciencia ficción y un ascensor pequeño. El artefacto, denominado CLeanTech, lleva a cabo un tratamiento de 40 segundos con “nanoagujas”, tecnología fotocatalítica y un espray desinfectante, todo ello para proteger a los pasajeros y a los trabajadores del aeropuerto de posibles infecciones virales. El dispositivo se estaba probando a principios de este año; los portavoces del aeropuerto declararon que lo utilizarán de forma generalizada para 2021.

    Aplicaciones móviles para viajes no táctiles

    Los pasajeros llevan más de una década utilizando smartphones para embarcar en sus vuelos, saber si llegan demasiado tarde a su escala o cambiar asientos. Pero la importancia de los dispositivos móviles aumentará en los vuelos durante la COVID-19.

    Cuando no se dispone de reconocimiento facial, las aplicaciones móviles pueden interactuar con los quioscos de check-in y las puertas de embarque para reducir los contactos. Las alertas móviles podrían minimizar las aglomeraciones cerca de las puertas o en la fila de la pasarela de acceso al avión, una zona de peligro sin mucha circulación del aire donde las personas se arriesgan a entrar en contacto en un espacio reducido y mal ventilado, una de las vías de transmisión principales de la COVID-19.

    “Todo lo que se pueda hacer para reducir la cantidad de personas metidas ahí es una buena idea”, afirma Paloma Beamer, profesora de salud pública en la Universidad de Arizona.

    En el Aeropuerto Internacional de Miami y en otros aeropuertos estadounidenses se está instalando un software de análisis de movimiento llamado Safe Distance para ayudar a los pasajeros a mantener la distancia social y recopilar datos sobre cómo se congrega y se desplaza la gente en las filas. El sistema utiliza cámaras para rastrear los movimientos y ordenadores para hacer cálculos; actualmente es solo una herramienta para que las autoridades aeroportuarias sepan si necesitan señalizar mejor el distanciamiento social o procedimientos de seguridad que espacien más a la gente. Pero, en última instancia, esto (o un sistema similar) podría emplearse en las aplicaciones de embarque o mostrarse en los paneles de la TSA.

    El cambio más importante que llegará a través de los smartphones es un segundo procedimiento de check-in. Las grandes aerolíneas estadounidenses están colaborando en un proyecto de rastreo de contactos que abarca todo el sector y que recurriría a una aplicación de terceros que recopilaría los datos de los pasajeros antes de volar. Beamer, que está ayudando a desarrollar una aplicación de rastreo de contactos para la Universidad de Arizona, cree que esta idea será de especial utilidad para la industria de las aerolíneas. “Si estas aplicaciones pudieran aplicarse de forma más generalizada, podrían ser útiles en cosas como vuelos”, afirma. “Hay muchas oportunidades de encuentros casuales”.

    Auxiliares de vuelo con nuevos uniformes

    Las aerolíneas solían tratar los pasillos de los aviones como minipasarelas de moda donde los auxiliares de vuelo circulaban con ropa elegante. En cambio, la tripulación de cabina de hoy y mañana ha empezado a llevar EPI, equipo de protección individual. El EPI es obligatorio para los auxiliares en algunos vuelos de Qatar Airways, AirAsia, Thai Airways y Philippine Airlines.

    Hay cierto toque futurista en algunos de estos trajes de seguridad: los nuevos uniformes con EPI de AirAsia parecen monos de materiales peligrosos de color rojo vivo; la tripulación de cabina de Philippine Airlines lleva pantallas faciales y monos blancos con una franja arcoíris en un hombro.

    Según el Dr. Niket Sonpal, gastroenterólogo y profesor de la Facultad de Medicina de Touro, señala que este tipo de moda funcional está bien, pero los auxiliares de vuelo deben utilizar esas prendas como si estuvieran en un entorno médico. “Tienen que recibir formación sobre EPI”, explica. “Cómo ponérselo, cómo moverse con él y cómo quitárselo”.

    La meta es proteger tanto a pasajeros como a auxiliares de vuelo, que corren un mayor riesgo de exponerse a la COVID-19 cuando trabajan. Al menos un auxiliar de vuelo ha fallecido tras contraer el virus durante una formación laboral; se sospecha que otros que han sucumbido a la enfermedad la han contraído trabajando. Cientos han sido ingresados en el hospital.

    Un atuendo con EPI completo podría ser excesivo o un “teatro de higiene”, sobre todo porque algunos hospitales aún tienen dificultades de inventario de este equipo, según Sonpal. Los auxiliares de vuelo y otros trabajadores esenciales necesitan que sus lugares de trabajo y las personas que los rodean los apoyen siguiendo las medidas sanitarias, como llevar mascarilla y desinfectarse las manos. “Aún hay muchas incógnitas sobre este nuevo coronavirus”, afirma. “Nos guiamos por el instinto”.

    ¿Y qué hay de la calidad del aire que circula dentro de la cabina de un avión? Es un riesgo teórico, ya que es probable que las membranas de mucosidad de las fosas nasales se sequen durante el vuelo, lo que las hace más susceptibles a un virus. Con todo, los expertos creen que los filtros HEPA de los sistemas de ventilación neutralizan el virus y hacen que el aire (que se renueva cada tres minutos) sea seguro, idealmente a través de una mascarilla N95 limpia.

    “Las tecnologías pueden hacer que estemos más a salvo”, afirma Kacey Ernst, epidemióloga y profesora de la Universidad de Arizona. “Pero si como respuesta nuestros comportamientos se vuelven más arriesgados, eso podría anular el beneficio de la tecnología”.

    Jackie Snow escribe sobre tecnología y biología desde Washington D.C. Síguela en Instagram.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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