Sumérgete en el primer museo submarino de Grecia

Un parque marino nacional protege a los animales salvajes y ofrece excursiones al «Partenón de los naufragios» en la isla de Alónnisos.

Por Maria Atmatzidou
Publicado 3 dic 2020, 14:39 CET
Fotografía del nuevo museo submarino de Grecia

En el nuevo museo submarino de Grecia, cuya apertura está programada para junio de 2021, los buzos podrán explorar pecios antiguos y sus ánforas de vino en el mar Egeo.

Fotografía de Timo Dersch

«Grecia, siempre de moda», declaraba la campaña turística de este soleado país el pasado enero. Era un eslogan de marketing muy cierto: en 2019, Grecia recibió 34 millones de visitantes. Pero entonces llegó la pandemia de COVID-19 y diezmó el sector turístico.

Con todo, ha surgido un rayo de luz en medio de la oscuridad: el nombramiento del primer museo submarino de Grecia. Este insólito yacimiento, que preserva los restos de un antiguo naufragio, aspira a atraer a futuros visitantes y podría convertirse en un modelo de cómo hacer un turismo más sostenible en la era pospandémica.

El museo, ubicado en el parque nacional marino de Alónnisos y las Espóradas Septentrionales, en el mar Egeo, forma parte de la mayor área marina protegida de Europa. Debido al temor a los saqueos, las antigüedades submarinas solo eran accesibles a los arqueólogos y a personas con permisos especiales. Ahora, los submarinistas recreativos pueden zambullirse en las aguas y, a una profundidad de casi 24 metros, toparse con el denominado Peristera, que lleva el nombre del islote vecino deshabitado. Como el pecio se remonta a casi el 425 a.C., bucear por él es como viajar en una máquina del tiempo.

Un buzo pasa frente a una pared submarina llena de corales coloridos en la costa de Alónnisos, la isla cerca de los restos del naufragio.

Fotografía de Timo Dersch

Capas de descubrimientos

En 1985, un pescador local llamado Dimitris Mavrikis descubrió el pecio en la costa oeste de Peristera. Siete años después, las excavaciones submarinas dirigidas por el arqueólogo Elpida Hatzidaki revelaron más detalles. La nave era uno de los mayores buques mercantes del periodo clásico (siglos V y IV a.C.) y transportaba un cargamento impresionante: 4000 ánforas de vino procedentes de las antiguas ciudades griegas de Mende y Pepareto, así como fíalas, vasos, platos y cubertería, objetos esenciales para los lujosos banquetes, o simposios, de la época.

El naufragio del barco, probablemente ateniense, tuvo lugar a finales de la guerra del Peloponeso, aquellas décadas turbulentas en las que se enfrentaron dos superpotencias, Atenas y Esparta. Los arqueólogos recuperaron solo algunas partes de la madera quemada del casco del barco, pero las ánforas apiladas condujeron a otro gran descubrimiento.

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    «Los buques grandes como este [de 12 por 25 metros] se consideran los primeros construidos en tiempos romanos. Pero el pecio de Peristera documenta su presencia ya en el último cuarto del siglo V a.C.», afirma Pari Kalamara, director del Eforado Griego de Antigüedades Submarinas.

    El pecio también es uno de los que mejor se han conservado. «El cargamento de ánforas ha mantenido su consistencia y sigue en su lugar, en capas, tal y como lo cargaron en la bodega, lo que indica la forma de la nave», afirma Kalamara. «Se trata de una experiencia única para los buzos y visitantes que visualizan un buque de la época clásica».

    Veinte años después de la última excavación, el yacimiento al que han apodado «el Partenón de los naufragios» aún oculta algunos secretos: cómo se desarrolló el comercio antiguo, cómo se construyó el barco y por qué se hundió. Y quizá la pregunta más evocadora de todas: ¿qué hay bajo las ánforas?

    Apertura al público

    Con su reciente nombramiento como museo submarino, los buzos recreativos acompañados de instructores certificados empezaron a visitar el pecio durante una fase piloto entre agosto y octubre de 2020.

    Alónnisos, conocida por sus paisajes exuberantes y su ambiente relajado, es un punto de partida para visitar el museo submarino.

    Fotografía de Georgios Tsichlis, Alamy Stock Photo

    «Ha habido mucho interés en todo el mundo. Es la primera vez que llegan tantos buzos experimentados», afirma Kostas Efstathiou de Alonissos Triton Dive Center, uno de los turoperadores locales acreditados. Para los buzos avanzados, hay cuatro visitas al día, y quienes no tengan experiencia de buceo pueden dar clases para visitarlo. «Creo que, en los próximos años, Alónnisos ocupará su lugar en el mapa global del buceo», afirma Efstathiou.

    A medida que los buzos descienden, la luz se atenúa y los colores se desvanecen. Pero las linternas revelan los tonos y los visitantes contemplan los naranjas, verdes y rojos de los corales, los bancos de peces, las esponjas y las morenas que se asoman de las ánforas. A una profundidad de casi 15 metros, los buzos disfrutan de una vista panorámica de los restos del naufragio convertidos en un ecosistema moderno. «Es asombroso», afirma Efstathiou. «Lo que ves tiene 2500 años de antigüedad, es un viaje en el tiempo».

    Los entusiastas de los naufragios no tendrán que bucear para admirar este reino submarino. Desde el lugar, cinco cámaras submarinas retransmiten vídeo en tiempo real y una está abierta al público (las otras quedan reservadas para los científicos). «Es una innovación mundial que utiliza tecnologías punteras», afirma George Papalambrou, profesor de la Facultad de Arquitectura Naval e Ingeniería Marina de la Universidad Técnica Nacional de Atenas y miembro del equipo del proyecto. «Al ver el vídeo, personas de todo el mundo, buceen o no, [pueden] compartir la experiencia de bucear».

    También en la isla de Alónnisos, en el Centro de Información en el pueblo de montaña de Chora, los no submarinistas podrán utilizar unas gafas especiales para emprender un tour de realidad virtual de los restos del naufragio.

    Incluso con las restricciones de viaje por el coronavirus, la fase piloto del museo atrajo 66 visitas submarinas y a 246 visitantes y submarinistas, un comienzo optimista antes de la apertura oficial, prevista para junio de 2021.

    Protegiendo cultura y naturaleza

    Las antigüedades no son los únicos tesoros que protege la región. Las iniciativas para proteger especies marinas y terrestres raras o en peligro de extinción comenzaron en los años setenta. Para 1992, una superficie de casi 2600 kilómetros cuadrados —que incluye Alónnisos, seis islas más pequeñas y 22 islotes— fue declarada como primer parque nacional marino de Grecia.

    Una foca monje del Mediterráneo descansa en la playa de Alónnisos, parte de un parque nacional marino que protege a estas focas en peligro crítico de extinción y a cientos de especies.

    Fotografía de Timo Dersch

    En la actualidad, más de 50 focas monje del Mediterráneo se refugian en la reserva natural de Gioura y el área protegida de Piperi; los halcones de Eleonora, en los islotes de Skantzoura, Strogilo y Polemica; y plantas raras como la azucena de mar, en Psathoura. El parque también alberga una raza rara de cabra montesa, 300 especies de peces y más de 80 especies de aves, así como reptiles, delfines, ballenas, flora terrestre y la Posidonia oceanica.

    «Nuestros visitantes son amantes del mar, la naturaleza, la navegación a vela. Aquí te vuelves uno con la naturaleza, como si formaras parte de un entorno intacto», afirma Yiannis Nikolopoulos, teniente de alcalde de Alónnisos. «Es una isla muy verde, cubierta de una vegetación exuberante y es la primera isla griega que prohibió las bolsas de plástico [en] 2015. Por suerte, su superficie no se ha visto alterada por el turismo».

    El verano pasado, la pandemia hizo que el turismo se desplomara un 85 por ciento frente al año anterior, señala Aggeliki Malamateniou, presidenta de la Asociación de Propietarios de Hoteles de Alónnisos. «Pero nuestros visitantes son leales», afirma. «Aprecian lo que ofrece Alónnisos».

    Lo que ofrece —con el parque marino y museo— es singular. Para que sea sostenible, los tesoros de la isla tendrán que preservarse a largo plazo. «Todos los de la zona y los centros de buceo tienen una gran parte de responsabilidad», afirma Efstathiou. Si el turismo de buceo puede desarrollarse de forma que siga protegiendo las antigüedades y el medioambiente, «puede ofrecer experiencias únicas a los visitantes, cultivar su interés por el patrimonio submarino y aportar una nueva fuente de ingresos a la comunidad local», afirma Kalamara.

    En 2019, otros cuatro pecios de la región fueron nombrados yacimientos arqueológicos submarinos accesibles, con la intención de convertirlos en museos en el futuro. Esto podría marcar una nueva tendencia en un país con casi 16 000 kilómetros de costa y cientos de restos de naufragios.

    «El mayor reto [para el primer museo] era que el diseño fuera holístico y funcional a largo plazo, para poder servir de paradigma para iniciativas similares en otras partes», afirma Kalamara. «Y creo que lo hemos conseguido».

    Maria Atmatzidou es una escritora afincada en Atenas que cubre viajes y arqueología. Fue la redactora jefa de las ediciones griegas de National Geographic y National Geographic Kids. Síguela en Instagram.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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