¿Qué significa un brote de COVID-19 para la vida en el campamento base del Everest?

El escalador Mark Synnott habla acerca del brote de COVID-19 en Nepal y su búsqueda de la cámara que podría cambiar la historia.

Por Peter Gwin
Publicado 10 may 2021, 11:14 CEST, Actualizado 3 ene 2022, 17:21 CET
Fotografía del campamento base del Everest

Al pie del glaciar Khumbu, el campamento base del Everest, en Nepal, es la base de operaciones de los escaladores que tratan de alcanzar la cima del pico más alto del mundo.

Fotografía de Alex Tait, Nat Geo Image Collection

Tradicionalmente, mayo es la recta final de la temporada de escalada de primavera en el Everest. Llegado este momento, los escaladores se han adaptado a la altitud y los sherpas han colocado la mayoría de las cuerdas necesarias para alcanzar la cima en torno a fin de mes.

Después de que el gobierno nepalí cancelara la temporada de escalada del año pasado, se suponía que este sería un año de récord, con una cantidad histórica de permisos emitidos. Sin embargo, el país está sufriendo un aumento de casos de COVID-19 y las noticias de varios casos en el campamento base en mayo de 2021 podrían acabar en desastre.

El escalador y escritor Mark Synnott sabe el duro golpe que esto supondría para Nepal, que depende de los ingresos generados por la peregrinación anual a la montaña más alta del mundo. «La temporada del Everest es crucial para los nepalíes, sobre todo en la región del Khumbu de donde proceden los sherpas», dijo.

Synnott estuvo allí en 2019 —la última temporada completa del Everest— en una expedición para buscar a un escalador perdido hace casi un siglo, en una de las primeras expediciones al Everest. Los alpinistas británicos George Mallory y Sandy Irvine desaparecieron durante su misión para encumbrar el Everest en 1924. El cuerpo de Mallory se descubrió en 1999, pero nunca encontraron a Irvine ni la cámara Kodak de bolsillo que se cree que llevaba. Si alcanzaron o no la cima —29 años antes de que Edmund Hilary y Tenzing Norgay lograran este hito en 1953— ha sido uno de los misterios más tentadores del mundo del alpinismo desde entonces.

El alpinista Andrew “Sandy” Irvine (izquierda) junto a su compañero de escalada George Mallory y el equipo de 1924 que realizó el tercer intento británico de escalar el Everest. De izquierda a derecha (fila trasera): Irvine, Mallory, Norton, Odell y MacDonald. De izquierda a derecha (fila delantera): Shebbeare, Bruce, Somervell y Beetham, Tíbet (China).

Fotografía de J.B. Noel, Royal Geographical Society/Getty Images

 

La historia de Synnott sobre su búsqueda, con las fotografías de su compañero de escalada Renan Ozturk, apareció en la edición de julio de 2020 de la revista National Geographic y su documental se estrenó en el canal National Geographic. Ahora, Synnott relata esa experiencia en más detalle y analiza la historia del Everest en su nuevo libro, The Third Pole: Mystery, Obsession, and Death on Mount Everest.

Hace poco, Synnott me llamó por Zoom desde su casa en las White Mountains de Nuevo Hampshire para hablar sobre la actual situación en el Everest, su investigación sobre Mallory e Irvine, qué les dice a sus hijos sobre correr riesgos y cuáles son sus siguientes proyectos.

¿Qué opinas de los escaladores que regresan en plena pandemia de COVID-19?

Es duro. Esta es la primera temporada de escalada real en dos años, pero solo en el lado nepalí. China ha cerrado el Tíbet —el otro lado de la montaña— a todos los extranjeros. Así que en realidad es solo media temporada. Las autoridades nepalíes han emitido más de 400 permisos para escalar el Everest, la mayor cantidad en una sola temporada. Si se añade una cantidad igual de sherpas más otros porteadores, es un número enorme de humanos en la montaña. 

Por una parte, se puede entender por qué lo hicieron: la economía nepalí depende en gran medida de los ingresos que traen los escaladores y turoperadores. Pero podría salirles el tiro por la culata si hay un brote de COVID-19 en el campamento base. Y parece que eso podría pasar ahora.

¿Cuál es el «tercer polo» al que te refieres en el título de tu libro?

En el comienzo del siglo XX se produjo una carrera entre países para alcanzar los polos Norte y Sur, dos de los últimos hitos de la exploración sin reclamar. La llegada al Polo Norte en 1909 se atribuye a un equipo liderado por estadounidenses y, dos años más tarde, una expedición noruega llegó al Polo Sur. Encumbrar el Everest, que los británicos llamaban «el Tercer Polo», se consideraba el último de estos grandes premios. Pero entonces la Primera Guerra Mundial lo paralizó.

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    Avanzamos hasta 1924 y el equipo George Mallory, incluido su miembro más joven, Sandy Irvine, estaba decidido a reclamar el Everest por Gran Bretaña. Como su compatriota Robert Falcon Scott había perdido el Polo Sur ante los noruegos y de forma muy trágica —todo el equipo falleció—, no cabe duda de que Mallory e Irvine sentían mucha presión para lograr este hito por su país.

    Los historiadores todavía no saben si Mallory e Irvine llegaron a la cima del Everest. ¿Tú que crees? 

    Es un porcentaje muy bajo. Tenían todo en su contra. En mi opinión, la historia es más sobre qué ocurrió. ¿Cómo perecieron? ¿Se cayeron o simplemente se sentaron y murieron congelados? Es un misterio perfecto porque las pistas no encajan. ¿Cómo descubrieron a Mallory a 8130 metros, boca abajo sobre la gravilla, con una cuerda atada a la cintura?

    ¿Qué grandes hitos de la exploración no se han logrado todavía? 

    Es fácil pensar que las personas han logrado casi todo lo que antes considerábamos «imposible». Pero siempre va a haber un nuevo hito o aventura. La espeleología ofrece posibilidades interesantes. Descubrir la cueva más profunda del mundo —que para los espeleólogos es el equivalente al Everest— es un reto constante. Siempre puede haber una más profunda en algún lugar, oculta bajo tierra, aguardando ser explorada. Y también está el océano, por supuesto. Leí en alguna parte que sabemos más sobre la superficie de Marte que sobre qué hay en el fondo del mar.

    El escritor y escalador Mark Synnott formó parte de la expedición de la primavera de 2019 que tomó la ruta norte del Everest, buscando el rastro de Irvine, que desapareció hace casi un siglo.

    Fotografía de Matthew Irving, Nat Geo Image Collection

    National Geographic acaba de enviaros a ti y al escalador Renan Ozturk en otro viaje épico. Cuéntame qué hicisteis. 

    Fuimos a la cuenca alta del río Paikwa, cerca de la frontera noroeste de Guyana, para buscar nuevas especies de ranas. Es uno de los focos de biodiversidad más grandes y menos explorados del mundo. El viaje fue liderado por Bruce Means, un biólogo evolutivo de 79 años que hizo de esta región el trabajo de toda una vida, en particular el estudio de las ranas de la zona. La región es famosa por sus tepuis, unas mesetas abruptas que se elevan desde la selva como rascacielos. Para asegurar que llegaríamos a la cima de una montaña llamada Weiassipu, que nunca había sido escalada, nos trajimos a Alex Honnold como arma secreta. No temas, te enviaré la historia pronto. 

    Tus hijos tienen de cuatro a 22 años. ¿Cómo les hablas de la aventura y sobre correr riesgos?

    Mi hijo de 22 años vive en Colorado y le gusta tanto el esquí como a mí me gustaba la escalada cuando tenía su edad. Sale a hacer esquí fuera de pista cada día y quiere hacer esquí de travesía y todas esas cosas. Y la verdad es que me tiene en vela porque yo puedo gestionar mi propio riesgo, pero no los suyos. La verdad es que es lo bastante bueno para salir de cualquier peligro. Y me comunico con él constantemente sobre este tema, le pregunto sobre el manto de nieve, el ángulo de las laderas donde esquía, me aseguro de que preste atención a los pronósticos de avalanchas. Pero ha habido veces en las que ha sonado el teléfono y no puedo evitar preocuparme.

    ¿Tienes otro libro en mente? 

    Tengo una idea. Pero no se la he contado a nadie. Todavía no. Ya te llamaré.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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