El cambio climático podría reducir el tamaño de los peces de todo el planeta

Un nuevo estudio sugiere que la subida de las temperaturas del mar podría provocar que los peces tuvieran tamaños inferiores.

Por Craig Welch
Publicado 9 nov 2017, 4:22 CET
Haemulon sciurus
Un banco de roncos amarillos (Haemulon sciurus) busca un lugar seguro.
Fotografía de Brian J. Skerry, National Geographic Creative

Las temperaturas cada vez más altas y la pérdida de oxígeno en el mar podrían reducir el tamaño de cientos de especies de peces —como atunes, meros, salmones, zorros marinos, eglefinos y bacalaos— incluso más de lo que se creía anteriormente, según las conclusiones de un nuevo estudio.

Debido a que el aumento de la temperatura del mar acelera su metabolismo, los peces, los calamares y otras criaturas con respiración acuática necesitarán obtener más oxígeno del océano. Al mismo tiempo, en los mares cada vez más cálidos se está reduciendo la disponibilidad de oxígeno en muchas partes del mar.

Dos científicos de la Universidad de la Columbia Británica argumentan que, como los cuerpos de los peces crecen más rápido que sus branquias, estos animales alcanzarán finalmente un punto en el que no puedan obtener el oxígeno suficiente para mantener un crecimiento normal.

«Lo que hemos descubierto es que el tamaño del cuerpo de los peces decrece entre un 20 y un 30 por ciento por cada incremento de 1 grado Celsius en la temperatura del agua», afirma el autor William Cheung director de ciencia del Programa Nereus de la universidad.

Estos cambios, según los científicos, tendrán un fuerte impacto en numerosas cadenas tróficas marinas, modificando a las relaciones depredadores-presas de una forma muy difícil de predecir.

«Los experimentos de laboratorio han demostrado que siempre son las especies más grandes las que sufren estrés en primer lugar», afirma el autor principal Daniel Pauly, profesor en el Instituto canadiense para el Océano y la Pesca, e investigador principal para Sea Around Us. «Las especies pequeñas juegan con ventaja en lo que a respiración se refiere».

Pese a todo, aunque muchos científicos aplauden el descubrimiento, no todos están de acuerdo en que el estudio de Pauly y Cheung respalde su radical hallazgo. El estudio ha sido publicado esta semana en la revista Global Change Biology.

Pauly quizá sea más conocido por sus estudios globales acerca de la sobrepesca, que en ocasiones han provocado controversia. Sin embargo, desde que realizó su tesis en la década de 1970, ha investigado y promovido un principio que sugiere que el tamaño de los peces se encuentra limitado por la capacidad de crecimiento de sus branquias. Basándose en esta teoría, publicó junto con Cheung y otros autores una investigación en 2013 que demostraba que el peso corporal medio de unas 600 especies de peces oceánicos podría reducirse entre un 14 y un 24 por ciento para 2050 como consecuencia del cambio climático.

«Es un concepto difícil de imaginar para la gente, porque nosotros respiramos aire», afirma Pauly. «Nuestro problema es conseguir comida suficiente, no oxígeno suficiente. Pero para los peces es muy diferente. Para los humanos, sería como intentar respirar a través de una pajita».

Otros científicos han vinculado el oxígeno a los tamaños inferiores de los peces. En el Mar del Norte, por ejemplo, los eglefinos, los merlanes, los arenques y los lenguados ya han experimentado una reducción de tamaño significativa en zonas del mar con menos oxígeno. 

Aun así, los resultados de 2013 de Pauly y Cheung fueron criticados en algunos círculos, tachándolos de ser excesivamente simplistas. A principios de año, un grupo de fisiólogos europeos argumentó que la premisa básica de Pauly sobre el tamaño de las branquias era en sí misma incorrecta

Por eso Pauly y Cheung han empleado modelos más sofisticados y reexaminado su teoría.

El nuevo estudio dobla la apuesta sobre su premisa inicial, explicando la teoría de las branquias con mayor detalle y argumentando que puede utilizarse como principio guía. Su trabajo sugiere también que sus conclusiones originales habían subestimado la magnitud del problema al que pronto tendrán que enfrentarse los peces.

El estudio previo, por ejemplo, sugería que el tamaño de algunos peces, como los atunes, podría verse menos afectado por el cambio climático. Sin embargo, la nueva investigación afirma que los atunes, rápidos y siempre en movimiento, que ya consumen una cantidad importante de oxígeno, podrían ser más susceptibles que otros peces.

De hecho, en algunas partes del Atlántico tropical, según Cheung, existe una vasta región donde el oxígeno es escaso en mar abierto. Otros estudios han demostrado que los atunes cambian su área biogeográfica para evitar esas aguas perjudiciales.

«La distribución del atún ha seguido muy de cerca los límites de esas zonas con niveles mínimos de oxígeno», afirma Cheung.

Para algunos expertos en peces, la teoría y el nuevo estudio de Pauly y Cheung resultan convincentes.

Jeppe Kolding, profesor de biología en la Universidad de Bergen, en Noruega, que estudia los peces en África, afirma que el concepto de las branquias de Pauly es lo único que ha descubierto que aclare el empequeñecimiento que ha observado en la tilapia del Nilo, el pez millón y un tipo de sardina que vive en Zambia y en el lago Victoria. «Explica los fenómenos con los que me he encontrado en África», afirma.

Nick Dulvy, biólogo marino en la Universidad Simon Fraser, dice que sus propias investigaciones «tienden a confirmar» las ideas de Pauly. «Es totalmente inevitable que, a medida que los peces crecen más y más, finalmente lleguen a un punto en el que el aporte de oxígeno no se corresponda con su demanda metabólica».

Hans-Otto Poertner, fisiólogo de mamíferos marinos en la Universidad alemana de Bremen y del Instituto Alfred Wegener para la Investigación Marina y Polar, afirma que el trabajo de Pauly no explica cómo se adaptarían o aclimatarían algunas expecies a las condiciones oceánicas cambiantes. Pero, según él, los autores «argumentan de manera convicente» que el oxígeno afecta a la sensibilidad de los peces a la temperatura y reduce su tamaño.

Sin embargo, una de las primeras críticas de Pauly, Sjannie Lefevre, fisióloga en la Universidad de Oslo en Noruega y autora principal de la crítica publicada a principios de año en la misma revista, opina que la teoría de las branquias de Pauly es deficiente.

«Ni me impresiona ni me convence en absoluto su intento de refutar nuestros argumentos», afirma Lefevre, añadiendo que «no considera que los nuevos resultados sean más fiables».

Según ella, los peces son totalmente capaces de desarrollar branquias más grandes. «No existen límites geométricos que detengan el crecimiento de las branquias a un ritmo igual al del resto del cuerpo de un pez», afirma ella.

Poertner y ella tienen opiniones totalmente opuestas. Lefevre dice que espera que los ecólogos y los modeladores mantengan «la mente abierta y sean precavidos» antes de aceptar teorías tan unificadoras.

Por su parte, Poertner mantiene que el trabajo de Pauly y Cheung es un gran ejemplo de la forma adecuada de aplicar dichas teorías.

La nueva investigación muestra cómo «el uso prudente de un principio general en una amplia serie de observaciones de varias especies puede respaldar una conclusión a la que habría sido difícil llegar de otra forma», afirma.

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