Avistado un tiburón blanco en el archipiélago de Cabrera

Histórico avistamiento de un ejemplar adulto de tiburón blanco a 8 millas de la isla de Cabrera (Baleares), el primero en 30 años.

Por Manuel Moncada Lorén
Publicado 29 jun 2018, 13:24 CEST
Tiburón blanco
Un tiburón blanco nada en aguas transparentes en la isla de Guadalupe.
Fotografía de Mauricio Handler, National Geographic Creaitve

El tiburón blanco (Carcharodon carcharias), el más imponente de los habitantes del Mediterráneo, ha vuelto a las Islas Baleares según una información publicada por el diario ‘El Mundo’ .

Jaque al rey del Mediterráneo

El gran tiburón blanco (en la imagen, un escualo de las islas Neptune, en Australia) es una de las especies cuya esperanza de vida se ha subestimado.
Fotografía de Brian Skerry, National Geographic Creative

Aunque las poblaciones mediterráneas del gran blanco están en declive, el superdepredador de los océanos ha habitado las aguas del mare nostrum desde hace casi medio millón de años, con zonas de cría tradicionalmente situadas en el Estrecho de Messina y en las costas turcas del mar Egeo.

La intensa actividad mercantil y pesquera del Mediterráneo impide que los tiburones blancos sean avistados de forma más habitual y hace que su presencia sea tristemente constatada cuando éstos magníficos animales aparecen en los aparejos de pesca como redes de deriva y los palagreos.

Pesca indiscriminada

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    A pesardel temor generalizado de estos enormes depredadores, la mayoría de ataques de tiburones blancos son mordidas de prueba. Sin embargo, estos ataques son muestra de lo que sus dentaduras son capaces de hacer.
    Fotografía de NAtional Geographic

    En los años sesenta y setenta del siglo XX, el tiburón blanco fue víctima de la pesca indiscriminada en Baleares. Tan bajo es su número que el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados no puede cifrar la población de estos peces en nuestras costas, que se reduce a avistamientos espóradicos como el notificado ayer cerca de Cabrera.

    La pesca indiscriminada, junto con el denso tráfico marítimo, han reducido prácticamente hasta la extinción al tiburón blanco en el Mediterráneo.

    Son precisamente estas nocivas actividades humanas las que hacen cada vez más improbable que una hembra y un macho lleguen a la edad adulta y se apareen. La reproducción de estos animales es un proceso complejo, dado su lento crecimiento, maternidad tardía y poca descendencia.

    Cada año se registran menos 10 ataques de tiburón mientras que el ser humano pesca más de 100 millones de tiburones anualmente

    En la mayoría de los casos, estos episodios consisten en mordidas de prueba para saber qué somos, sin embargo, esta “prueba” de un tiburón blanco puede tener graves consecuencias para las personas.

    Frente a la exigua cifra de 10 ataques de tiburón anuales, el ser humano pesca más de 100 millones de tiburones cada año, lo que ha convertido a estos peces cartilaginosos en el vertebrado más amenazado de la tierra.

    Un pez incomprendido y mitificado

    Algunos tiburones, como este gran tiburón blanco de 4 metros, dan a luz a sus crías vivas mientras que otras especies ponen huevos, aunque todos tienen fertilización interna, lo que significa que el macho y la hembra deben estar unidos físicamente en algún momento.
    Fotografía de David Doubilet, National Geographic Creative

    No obstante, hay que entender y respetar el hábitat de estos animales, ya que al igual que uno se protege en un jeep conducido por un guardia armado cuando va a ver tigres o leones, hay que tomar las mismas precauciones cuando los bañistas pretenden surfear o nadar en las zonas donde se alimenta el gran tiburón blanco.

    El declive en las poblaciones de más del 90 % de los grandes depredadores marinos a manos del hombre, tiene graves consecuencias ecológicas.

    Estos reyes de la cadena alimenticia controlan a todas las especies que tienen por debajo en la cadena trófica, ya que además están especializados en alimentarse de animales viejos o enfermos.

    La solución a la dramática situación de estos escualos pasa por la protección de sus corredores biológicos y áreas donde desarrollan su actividad depredadora y reproductiva, además de la necesaria sensibilización de la ciudadanía respecto al incalculable valor que estos animales tienen para los ecosistemas marinos y el desarrollo turístico.

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