Los cambios de color más llamativos de los camaleones no son para camuflarse

Pese a lo que sugieren algunos mitos y vídeos falsos, estos reptiles tienen una motivación inesperada para mostrar sus colores más brillantes.

Por Benji Jones
Publicado 3 ago 2018, 13:36 CEST
Un camaleón pantera
Un camaleón pantera (Furcifer panthera) joven camuflado en su hábitat natal, en el parque nacional del monte Amber, Madagascar. Los animales son expertos en mezclarse con entornos naturales.
Fotografía de Christian Ziegler, National Geographic Creative

Algunas personas son camaleónicas: pueden adaptarse a su entorno y su situación con facilidad. Pero ¿son los camaleones... camaleónicos?

Según los científicos: sí y no. Al contrario de lo que dice la creencia popular —reforzada por películas como Enredados, de Disney, donde aparece un camaleón llamado Pascal—, estos enigmáticos saurópsidos no pueden cambiar el color de su piel para mimetizarse con cualquier entorno.

«La gente cree que si colocas a un camaleón sobre una tabla de ajedrez, va a ocultarse adoptando el mismo patrón o los mismos colores, pero no es cierto», afirma Michel Milinkovitch, genetista evolutivo de la Universidad de Ginebra y experto en la coloración de la piel de los animales.

Y según él, algunos vídeos de YouTube que muestran cómo cambian de color al estar sobre superficies u objetos diferentes «son totalmente falsos».

Sin embargo, las habilidades de cambio de color del camaleón son unas de las mejores y más polifacéticas de la naturaleza.

Camaleones Brookesia decaryi macho y hembra. La mayoría de camaleones tienen piel que ya se parece a su entorno, pero pueden ajustar la intensidad del tono de varias formas.
Fotografía de Christian Ziegler, National Geographic Creative

Aunque son incapaces de camuflarse con determinados detalles de su entorno, como flores de colores o briznas de hierba individuales, los camaleones sí pueden ajustar ligeramente su color para confundirse con su entorno. Y las transformaciones de color más drásticas —que hacen famosas a algunas especies, como el camaleón pantera— les ayudan a defender su territorio y atraer parejas.

Así que, aunque quizá no se correspondan con su representación habitual en los medios de entretenimiento, el uso que hacen de su color es mucho más impresionante de lo que puedes imaginar. Veamos qué hacen.

Integrándose en su entorno

Normalmente, es casi imposible distinguir a un camaleón. Pregúntale a cualquiera que haya trabajado sobre el terreno buscándolos. «Es dificilísimo verlos», afirma Milinkovitch.

Y por una buena razón: estos reptiles están completamente indefensos. Su mordisco no es peligroso, su piel no es venenosa y no pueden moverse rápidamente. Ocultarse es prácticamente su única táctica para evitar a los depredadores.

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    Gran parte del camuflaje de los camaleones no requiere un cambio de color, según explica Milinkovitch. En su estado natural, ya se parecen mucho a hojas o ramas, del mismo modo que los insectos palo parecen... bueno, palos.

    Pero estos reptiles no tienen la capacidad de ajustar el brillo aparente de su piel, según explica Devi Stuart-Fox, bióloga evolutiva de la Universidad de Melbourne que lleva más de una década estudiando la coloración de los camaleones.

    Según ella, cuando hay menos luz, como en un árbol en las profundidades de un bosque malgache, los pigmentos marrones y negros conocidos como melanina fluyen hasta la superficie de la piel y hacen que el camaleón parezca más oscuro y, por lo tanto, esté más camuflado.

    «Es como poner una mano de pintura oscura», afirma Stuart-Fox. «Imagina una mezcla de pintura: si tienes pintura verde y le añades más pintura negra, cambiará de intensidad y de tono».

    En otras palabras, los camaleones pueden cambiar el color de su piel para confundirse con su entorno, pero en una franja limitada de la rueda de los colores. «Los camaleones tienen un repertorio limitado», afirma. «Pero no me cabe duda que, dentro del mismo, pueden cambiar para confundirse con su entorno».

    Las exhibiciones de color más elaboradas, como cuando aparecen a la vez varios colores intensos, las reservan para un objetivo totalmente diferente.

    Un camaleón de Parson (Calumma parsonii) en Madagascar. Los camaleones reservan sus cambios de color más impresionantes para el apareamiento y la competencia.
    Fotografía de Christian Ziegler, National Geographic Creative

    Una demostración de fuerza

    Milinkovitch explica que los camaleones tienen dos estados opuestos. O intentan ser invisibles, para lo que usan sutiles cambios de color, o intentan ser vistos, también cambiando su color, aunque de forma mucho más explosiva.

    Ninguna exhibición de color destaca más sobre el telón de fondo del bosque que la de dos machos luchando por el dominio. Los camaleones son muy territoriales: cuando dos machos se enfrentan, realizan una demostración feroz, en este caso, de color.

    «Se vuelven locos», afirma Milinkovitch. «Adoptan tonos amarillos, rojos, blancos, cualquier cosa que sea visible en el árbol».

    El macho más débil, que suele ser más pequeño y de un color más tenue, aceptará la derrota «apagando» primero de su exhibición de color, lo que indica que no quiere luchar.

    Quizá opte por otra táctica. Algunas investigaciones han demostrado que algunos camaleones macho usan el color para hacerse pasar por hembras, lo que les permite huir de otros machos sin la amenaza de una competición, como se sabe que hacen las sepias.

    Los camaleones también usan esta exhibición de color para deslumbrar a las hembras durante el cortejo. Pero independientemente de lo intenso que sea el color, a algunas hembras no les interesa y usan su propio color para que los machos lo sepan.

    Colores de rechazo

    «La hembra reacciona dependiendo de si está disponible o no», afirma Milinkovitch. Si ya tiene el esperma de otro macho en su tracto reproductivo, «entonces adoptará un tono muy oscuro y agresivo», explica.

    Los machos pueden ser violentos, por eso es importante que las hembras los eviten si no necesitan ser inseminadas. Milinkovitch explica que, si la hembra está disponible, no muestra muchos colores y, en lugar de eso, se queda con un tono marrón verdoso que indica sumisión.

    Un camaleón gigante de Madagascar (Furcifer oustaleti) en su hábitat nativo del parque nacional de Kirindi, Madagascar.
    Fotografía de Christian Ziegler, National Geographic Creative

    Stuart-Fox cree que el cambio de color podría tener un segundo objetivo, aunque este está poco investigado: ayudar al camaleón a regular su temperatura corporal. Este rasgo está bastante extendido entre los lacertilios —en un estudio de 2016, Stuart-Fox demostró que los dragones barbudos pueden alterar el color de su piel según la temperatura—, de forma que, según ella, es poco probable que los camaleones no presenten esta habilidad.

    Explica que los camaleones son ectotermos y no pueden retener el calor generado por su metabolismo. En lugar de ello, tienen que calentarse usando la luz solar. (Por eso se ve a los lagartos tomando el sol sobre rocas a primeras horas de la mañana, cuando todavía hace fresco.)

    Los colores más oscuros pueden absorber más luz y es probable que los camaleones evolucionaran para aprovecharse de este principio. Cuando hace frío y sale el sol, se oscurecen con melanina y aceleran el calentamiento, a no ser que el color les haga destacar, claro.

    Según Stuart-Fox, es probable que su capacidad de cambiar de color evolucionara en los camaleones como medio de camuflaje, pero ahora el talento satisface una amplia gama de las necesidades de estos animales, como el control de temperatura.

    En algunos casos, este talento satisface varias necesidades a la vez. En 2003, Stuart-Fox se encontró con un camaleón enano de Smith que tomaba el sol sobre el tallo de una flor de color oscuro mientras hacía trabajo de campo en Sudáfrica. «Estaba perfectamente camuflado, pero absorbiendo la máxima cantidad de luz solar», cuenta.

    «Creo que los animales nunca dejan de sorprendernos, porque pueden lograr varias cosas a la vez y conseguir lo mejor de ambos mundos».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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