Para salvar a las aves de esta isla remota, hay que deshacerse de los ratones

Este plan de conservación extremo, que implica el uso de veneno, se pondrá en marcha para restaurar un hábitat insular antaño prístino.

Por Leslie Nemo
fotografías de Thomas P Peschak
Publicado 17 dic 2018, 17:01 CET
Albatros de cabeza gris
Un polluelo de albatros de cabeza gris sin cabellera en la isla subantártica de Marion deja patente la terrible amenaza que suponen las especies invasoras para las aves marinas. Por razones que no se comprenden del todo, los ratones traídos a la isla por humanos hace 200 años han empezado a alimentarse de las aves durante la noche. Sin miedo instintivo hacia esta nueva amenaza, un ave permanece sentada pasivamente mientras los ratones mordisquean su carne hasta que sucumbe.
Fotografía de Thomas Peschak

En sus muchos años documentando animales salvajes, Thomas Peschak ha presenciado varios baños de sangre. Sin embargo, cuando vio por primera vez imágenes de lo que estaba ocurriendo en la isla Marion, el fotógrafo de National Geographic sabía era algo nuevo. En medio de esta tormentosa piedra preciosa de la biodiversidad entre Sudáfrica y la Antártida, fotografió los horripilantes resultados de las incursiones nocturnas de los ratones en los nidos de albatros y pardelas, donde mordisqueaban la piel de los polluelos de las aves marinas aún vivas.

«La carnicería que crean estos ratones en los polluelos de albatros es sobrecogedora», afirma Peschak. «Tengo un estómago resistente, pero esto es bastante fuerte».

Ahora mismo, solo un pequeño porcentaje de la población de albatros de la isla muere debido a estos ataques. Sin embargo, los ornitólogos prevén que el problema empeorará, por eso pretenden poner en marcha uno de los proyectos de erradicación de ratones más ambiciosos hasta la fecha en esta isla.

En 2020, BirdLife Sudáfrica —una organización de conservación sin ánimo de lucro— y el gobierno sudafricano unirán fuerzas para dejar caer desde helicópteros cebo envenenado en cada metro cuadrado de la isla, un intento de erradicar a los roedores. Si lo logran, será la isla más grande en la que se haya exterminado una población perjudicial de ratones invasores. Si fracasan, los roedores no solo seguirán dañando a las aves, sino al resto del ecosistema de la isla.

Mientras el sol se pone en la orilla occidental de la isla Marion, un cuarteto de albatros viajeros (Diomedea exulans) realiza la danza ritual de la especie, un complejo conjunto de vocalizaciones y gestos.
Fotografía de Thomas P Peschak, National Geographic

El problema de los ratones

Lo más probable es que los cazadores de focas introdujeran por accidente a los ratones en la isla hace unos 200 años, pero los investigadores de la isla Marion no empezaron a observar aves sin cabellera hasta 2009. Cuando las imágenes grabadas por una cámara infrarroja revelaron que los ratones eran los responsables de los ataques, los biólogos trataron de averiguar por qué las víctimas eran ciertas aves en particular. Entre ellas se incluyen tres especies de albatros en peligro de extinción y vulnerables —el de cabeza gris, el viajero y el ahumado—, así como especies casi amenazadas de pardelas —la gorgiblanca y la gris—.

Los investigadores descubrieron que el cambio climático provoca inviernos más cálidos que matan a menos ratones. Como consecuencia, la población de la isla ha superado los suministros de alimento habituales de los ratones, como los gorgojos, las polillas y las semillas, según explica Otto Whitehead, ornitólogo que obtuvo su doctorado en la Universidad de Ciudad del Cabo gracias a su trabajo en la isla.

Tras haber hecho mella en las poblaciones de insectos de la isla, los ratones han tenido que buscar nuevas fuentes de alimento. Y de todas las presas posibles, algunas especies de albatros y pardelas parecían ser las más fáciles. Según Whitehead, los nidos de albatros, calentados constantemente con el calor corporal del ave, atraen a los ratones, que penetran en el suelo aislado bajo ellos. Los hogares subterráneos de las pardelas son aún mejores: los ratones solamente tienen que introducirse mientras las aves aún están dentro.

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    El sur de la isla Marion es un punto caliente de fenómenos de depredación de ratones. El Dr. Otto Whitehead, biólogo de aves marinas, se sube a la colina expuesta en busca de albatros depredados por ratones.
    Fotografía de Thomas P Peschak, National Geographic

    Esto ofrece a los ratones fácil acceso a los polluelos de las aves marinas. Los polluelos de albatros, por ejemplo, reciben los cuidados de sus progenitores durante los dos primeros meses posteriores a la eclosión, pero después permanecen sin vigilancia durante siete meses mientras sus padres recorren largas distancias para encontrar alimento. Es posible que los padres solo aparezcan una vez por semana durante una o dos horas para dejar comida a sus crías, de forma que no les ofrecen mucha protección.

    Los ratones pueden pasar un par de noches haciendo lo que los ornitólogos denominan «mordisqueo» (un término que, para Peschak, es «el eufemismo del año») hasta matar un ave. Con todo, la depredación por parte de los ratones supuso casi un 10 por ciento de las muertes de polluelos de albatros en 2015. Al no haberse enfrentado a este tipo de ataques antes, las aves carecen de defensa. Los polluelos de albatros pasan toda la noche despiertos por los mordiscos y pasan el día exhaustos, intentando recuperarse de las heridas.

    En algunas especies de pardela, que tienden a quedarse cerca de los nidos, los padres observan atónitos cómo ocurren los ataques. «Parece algo sacado de un apocalipsis zombi», afirma Whitehead.

    Una solución caída del cielo

    Las aves no han aparecido a defenderse de los ratones, de forma que los conservacionistas han decidido hacerlo por ellos. Ross Wanless, ornitólogo de BirdLife Sudáfrica, es uno de los investigadores que está orquestando la entrega de veneno para eliminar a los ratones de la isla Marion. Según él, aunque se ha erradicado a estos roedores en otras islas, Marion será la mayor superficie donde han intentado eliminar a los ratones.

    Los pilotos de los helicópteros volarán en cuadrícula para tirar una fracción del veneno por metro cuadrado de la isla. Como los roedores no recorren largas distancias para encontrar comida, este método debería afectarlos a todos, en teoría. Pero la ausencia de veneno en una franja de solo 20 por 20 metros podría permitir la supervivencia de unos pocos ratones, que se reproducirían y arruinarían la misión.

    Estos nidos artificiales ayudan a los albatros a luchar contra el cambio climático
    Docenas de albatros de corona blanca recibieron nidos artificiales para ayudarlos a luchar contra el cambio climático. El éxito reproductivo de las aves se ha reducido debido al calentamiento de la temperatura del aire. Los nidos hechos de hormigón celular y barro cocido se colocaron en la isla Albatros, en el estrecho de Bass. En algunas partes de la isla, las aves tienen dificultades para encontrar material para construir nidos naturales seguros, así que los científicos han creado los nidos artificiales para proporcionar un entorno estable y seguro para los polluelos. Las aves con nidos artificiales tienen un éxito reproductivo un 20% superior que aquellas con nidos naturales.

    Por si no pareciera ya lo bastante complejo, los pilotos también tendrán que enfrentarse al tiempo extremo. La isla Marion se encuentra en una parte del océano famosa por los vientos brutales. Según Whitehead, aún con días de más para dar con las condiciones de vuelo adecuadas, los pilotos tendrán que ser increíblemente habilidosos para realizar esta misión. «Es una de esas ubicaciones descabelladas que intenta matarte con todo lo que pueda a diario», afirma Peschak.

    El veneno se introducirá en grano, que atraerá a los ratones. Tras comérselo, morirán. Wanless explica que el veneno restante se degradará y será arrastrado por el océano en niveles indetectables.

    Los albatros son piscívoros y, por lo tanto, es poco probable que se coman el cebo o a los ratones envenenados. Pero las especies carroñeras como la picovaina de las Kerguelen, que estará de invernada en la isla durante la entrega de veneno, sí podrían comérselos. Para protegerlas, otro equipo de investigadores colocará a las aves en cautividad temporal. Retendrán y alimentarán a las picovainas hasta que los conservacionistas estén seguros de que la isla ya no tiene tentaciones letales.

    Toda esta precaución no es barata. «Cada día supone decenas de miles de dólares de combustible y tiempo», afirma Wanless. «La planificación debe ser meticulosa».

    Un albatros viajero protege a su polluelo de la lluvia en la isla Marion, donde las precipitaciones son muy habituales.
    Fotografía de Thomas P Peschak, National Geographic

    Una compensación ecológica

    Pese al alto riesgo, los conservacionistas creen que el intento de erradicación vale la pena. Dan Simberloff, ecólogo de la Universidad de Tennessee, Knoxville, que no participó en este proyecto, reconoce que existe el riesgo de que los miembros de otras especies se vean perjudicadas. «¿Estamos absolutamente seguros de que no pasará algo terrible? No, pero las probabilidades son escasas», afirma. «Y, por su parte, los ratones son un desastre».

    Wanless piensa lo mismo. Está seguro de que la erradicación triunfará y, aunque se pierdan unas pocas aves en el proceso, el ecosistema prístino resultante valdrá la pena. Además, la población de albatros ya está experimentando dificultades por los efectos de la pesca comercial en todo el mundo: las aves suelen quedarse atrapadas en los anzuelos de los palangres de los buques pesqueros. «Los están bombardeando en el mar y, cuando intentan aparearse, los ratones devoran a sus polluelos», afirma. «No necesitan aún más estrés».

    Tras la entrega del veneno, los investigadores tendrán que esperar dos años para saber si su estrategia ha funcionado. En ese momento serán capaces de determinar si la mutilación de las aves marinas ha cesado y si las poblaciones de insectos se han recuperado. Hasta que aparezcan dichas pruebas, lo único que pueden hacer los científicos es esperar.

    Aunque Peschak alberga esperanzas, dice que el resultado final decidirá mucho más que el destino de la isla. «Si un lugar tan salvaje y remoto como la isla Marion no puede salvarse, ¿habrá esperanza para el resto del planeta?».

    Puedes encontrar más información sobre el proyecto "Mouse Free Marion" (y donar) en https://mousefreemarion.org.za/.
    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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